Acabo de volver del remedo
de vacaciones que he tenido este año. He estado en Turquía visitando a un buen
amigo, haciendo un poco de turismo, tomando fotos, descansando en la medida de lo posible,
bebiendo bira a escondidas cual
enemigo de Ataturk y viendo como la selección española de baloncesto lograba la
enésima medalla para el país (¡brutal los 5 tapones de Air Congo en la final!). Y la verdad es que me ha ido bien. He
conseguido olvidarme, aunque tan sólo sea por unos días, de esos problemillas
que me han llevado de cabeza en los últimos tiempos. Y se lo debo agradecer
fundamentalmente al Fèlix, que dista mucho de ser la Virgen, pero que es quien me ha revelado aquello de que "a vegades ens en sortim". También tuvo algo que ver la magia de Estambul, capital
turca, antigua Constantinopla, la ciudad a la que Orhan Pamuk dedicó ese
maravilloso retrato, en ocasiones panorámico y en otras íntimo y personal,
llamado “Estambul, ciudad y recuerdos”. Un libro en el que el premio Nobel nos cuenta como “la misma sensación de opresión, pérdida y
tristeza que a Estambul le había proporcionado el desplome del Imperio Otomano
por fin nos había alcanzado a nosotros, aunque fuera un poco tarde y con otra
excusa”.
En
fin, que ya estoy de vuelta. El lunes a currar. Sigo recogiendo pedacitos… pero cada vez quedan
menos.
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