Me
ha parecido excelente esta novelita escrita por el kirguiz Chinguiz Aitmatov
(1928-2008), que he podido leerme sólo después de mucho rebuscar en librerías
de viejo. Lo mío me costó, pero al final lo encontré y como suele pasar en
estos casos, donde menos lo esperaba. Fue en un café literario de mi barrio, de
esos en los que venden, compran y hacen trueque de libros de segunda mano.
Encima es uno de los cafés más próximos a mi domicilio… si hubiera comenzado mi búsqueda por
ahí... Y es que una buena amiga llevaba años recomendándomelo -“léetelo que te va a encantar”, “pero trata de encontrarlo
por ahí, que yo ya no lo tengo, se lo dejé a alguien y aún no me lo ha devuelto”. Pero no resultó tan sencillo. Al tratarse de un autor semidesconocido por estas tierras, para
encontrar una edición traducida al castellano había que remontarse
hasta el año1989, cuando la gente de Ediciones B -¿esta editorial chuta todavía?-, incluyó "Adiós Gulsarí" entre los titulos de su colección Sine Die. Ahí fue donde se publicó por primera y última vez.
¿Y
quién se interesaría por un autor proveniente del Kirguistán? Pues yo… aunque
bien sugestionado, cualquiera. Porque, “Adiós Gulsarí” es literatura de la buena, ¡gran literatura! que dirían los antiguos, no os dejéis engañar por la exótica procedencia de su autor. Un tipo que siempre alardeó de su origen y que utilizó tanto su lengua materna como el ruso para escribir. Un ferviente comunista pero también un patriota kirguiz que acaparó varios puestos representativos de la joven nación tras la desaparición de la URSS.
¿Pero que sabemos de los kirguises? O mejor
aún, ¿qué sabemos de ese lejano país asiático? Poco… o más bien nada. Que son
mayormente musulmanes, que sus rasgos son mongoles o "achinados", que disfrutan
de los juegos a caballo… en fin, las cuatro nociones básicas que puedas haber
extraído de un reportaje de las Pilot
Guides o de una guía del Lonely
Planet. Tal vez y únicamente si sois muy aficionados al balonmano –raro-,
os sonará de algo el nombre de Talant Dujshebaev, el mejor central de balonmano
y posiblemente el mejor jugador de la historia de este deporte. Y sí chicos, el
actual entrenador del CB Ciudad Real es kirguiz y no ruso, por mucho que
algunos comentaristas se empeñen en ello. Pero a parte de “el chino”, pocos
compatriotas más se han dado a conocer internacionalmente. Otro es este
Aitmatov, prontamente reconocido en la URSS y en diferentes países de la
órbita soviética, como gran maestro de las letras. No se puede obviar que el
ser un autor bien considerado por el régimen, redactor del diario Pravda
y del Novi Mir, debió de jugar en su favor. ¡Como su activa vida
política!, en la que llegó a ser nombrado diputado en el Soviet Supremo y, en
los últimos años de vida del gigante comunista, miembro del Consejo
Presidencial con Mijaíl Gorbachov.
Algo
de eso debió pesar en las autoridades de su país para que, tan sólo un año
después de la publicación de “Adiós Gulsarí” -1967-, esta fuera galardonada con
el Premio Nacional de las Letras de la URSS. Pero eso no nos debe llevar a engaño. Esta
novela no es un claro exponente de aquello que se denominó como “realismo
socialista”. Al menos yo no veo atisbo propagandista por ninguna parte. Es más,
pareciera como si Aitmatov elaborase un balance nada edulcorado sobre el
agitado periodo que le tocó vivir: la URSS de Stalin y los koljoses. Pero
con una peculiaridad que la hace diferente respecto a obras de otros reputados autores
soviéticos: el dar una visión de todo ello desde la soledad y la lejanía de las
montañas centroasiáticas. Desde un rincón perdido de ese inmenso estado
plurinacional y multicultural que era la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas. Es más, desde mi punto de vista, existe una clara crítica política
en este libro, contenida e incluso velada en algunos capítulos, aunque no por
ello difícil de captar para cualquier lector medio. Y es que la vida en tiempos
de Stalin y más aún en el seno de un koljós
kirguiz perdido en alguna parte, no debía ser ninguna bicoca y así quiso reflejarlo
el autor. Y pese a la predisposición y al afán de superación de sus gentes, siempre pendientes de sacar adelante los proyectos y cumplir con los imposibles objetivos marcados
por la superioridad, en muchas ocasiones las cosas no salieron del todo bien. ¡Y pesar de ello nunca renegarán de sus fuertes creencias comunistas! Bien por
culpa de las duras condiciones climatológicas de aquel lejano rincón asiático, o por
la evidente falta de medios, y fundamentalmente, por la incompetencia de los
jefes, en demasiadas ocasiones submarinos de Moscú que poco aportaban al
bienestar de los kirguises, el fracaso y la decepción van a ser la constante.
Dicho
lo cual, quiero señalar que “Adiós Gulsarí” es mucho más que eso. Es una
novela quasi pastoril, incluso costumbrista, sí. Y como he dicho antes también es crítica con el régimen, pero no por ello dejando de ser social. Pero sobretodo -y remarco ese sobretodo- es una preciosa historia cariño, confianza, amistad
y casi amor diría yo, entre un pastor y su caballo. La fábula de Tanabái, el
pastor, el yegüero, el comunista convencido, el revolucionario desengañado, y Gulsarí, un precioso amblador de
raro pelaje color amarillo claro al cual debe su nombre (“Gulsarí” en kirguiz
hace referencia a una bella flor de color amarillo). La novela condensa la vida
de este abnegado ciudadano soviético residente en los confines del Imperio Rojo y de
su fiel caballo, y a través de ellos presenciamos las circunstancias de una
típica familia kirguiz, con sus yurtas y demás, y el funcionamiento de un koljós
(granja colectiva soviética). Una vida dura que, no obstante, es relatada por
su autor de una forma ciertamente poética. La novela comienza y acaba con las
últimas horas de vida de Gulsarí; con su “viaje al fin de la noche” en compañía de
su primer y último amo, probablemente su único amigo. El resto del libro se desarrollará a
través de relatos retrospectivos que nos permitirán conocer a los dos
personajes, caballo y pastor, a las personas con las que se relacionaron ambos y, en
definitiva, los avatares de toda una vida.
Muy
recomendable.
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PD.
Tiene película, pero es una producción soviética inencontrable en la lengua de
Cervantes.
PD. II. El amor y el respeto de Tanabái por Gulsarí y por su yeguada, me ha recordado muy mucho a John Grady Cole y a Billy Parham, protagonistas de las tres novelas que conforman "La trilogía de la frontera", del gran Cormac McCarthy.
PD. II. El amor y el respeto de Tanabái por Gulsarí y por su yeguada, me ha recordado muy mucho a John Grady Cole y a Billy Parham, protagonistas de las tres novelas que conforman "La trilogía de la frontera", del gran Cormac McCarthy.
Si algo tiene que ver con el gran Cormac y con tu gusto, solo puedo decir que voy buscarla para leerla esta misma semana. Justo he acabado de leerme 'Matar a un ruiseñor', que hacía siglos que lo había leído y estoy ávido de algo nuevo. La historia pinta muy bien.
ResponderEliminarEn otro orden de cosas, aprovecho para decirte por aquí, que lo que he subido en mi tontibroma de los inocentes, es un recopilatorio que he hecho con un tema de The Mavericks, el 'Cañonero' de Los Simpsons, un tema de Berzas, la canción de 'Walker', la de Texas Tornados que nombro en el post y una bestial versión de 'Cortez the killer' de Neil Young hecha por Built To Spill, así que si te lo quieres bajar, te echarás unas risas además de encontrar alguna canción decente, jajaja.
Luego contestaré los comentarios, voy a dejar pasar el día a ver si pica alguien, jaja, aunque lo dudo...
¡ Ojo! sólo tiene que ver en el tema de los caballos... la historia, la temática y la forma en que está escrito es totalmente diferente. Lo cual no quita el que me haya parecido mu güeno.
ResponderEliminarMu gracioso tú con las inocentadas... ja ja