De Fermín Salvochea tan solo sabía
un par de cosas antes de leer este libro. La primera es que fue alcalde de
Cádiz, siendo uno de los estandartes del anarquismo en la España del XIX. La
segunda, que el día que lo enterraron cayó la del pulpo. De hecho aún recuerdo cómo,
siendo un crío, uno de mis mejores amigos soltaba aquello de “va a llover más
que cuando enterraron a Bigote” cada vez que se aproximaba un tormentazo. La
expresión alude al domingo del año 1907 en el que, en medio de un tremendo
aguacero, enterraron a Salvochea en su Cádiz natal. Lo gracioso es que ni mi
amigo, ni su familia, provienen de allí. A diferencia de mis padres, que llegaron
a Valencia justo desde aquellas latitudes. Sin embargo a ellos nunca les escuché
la citada expresión. El caso es que el fallecimiento del Bigote marcaría un antes y un después en la historia
de la tacita de plata en dónde, aún hoy día, su recuerdo permanece indemne. De
hecho hasta el actual alcalde, José María González “Kichi”, obtuvo su dosis de
hostias mediáticas al cargo de La Caverna y el TDT Party, cuando decidió sustituir
un retrato de Juancar por otro del primer edil de la ciudad durante la República.
Todo esto para introducir esta curiosa
novela histórica de aventuras, fantasía y misterio, al más puro estilo de la
literatura de género. Viene firmada por Jesús Cañadas, gestor cultural y guionista, además de escritor, que ha
trabajado tanto para instituciones como la Generalitat, el Instituto Cervantes o
la Feria del Libro de Frankfurt, como para la tele. La historia de un grupo de
niños que, a principios del siglo XX se verán abocados a resolver un misterio que amenaza sus vidas y a la propia ciudad
de Cádiz. Aunque también la del alcalde anarquista que da nombre a la novela y su
barbero personal, convertidos en una suerte de cazadores de vampiros.
Con todo, lo más interesante de
este libro es su ambientación. Como el autor dibuja esa sociedad gaditana de
finales del XIX y principios del XX. Y como introduce diferentes leyendas de
Cai, como las cuevas de María Moco y su Líber Umbrarum, el Liérganes rey de los contrabandistas, o la Bella Escondida, que al
final actúan cual personajes al mismo nivel de importancia que los niños, el
alcalde, o el ejército de vampiros y mojarras que desfilan a lo largo de las
páginas. ¡Que son un puñao! Más de setecientas y repletas de giros argumentales además de alguna que otra sorpresa. Algunos innecesarios, la verdad. Pero bueno, la trama se sigue bien
y la novela resulta muy entretenida. Se agradece además el detalle de usar un
lenguaje trufado de términos gaditanos. De hecho, por lo que a mí respecta y como hijo de gaditanos, me ha
encantado reencontrarme con algunos términos bastante familiares como “arreguindarse”, “carajote”, “guachisnái”, “najarse”, “jindama”, “mollate”, “pirriaque”,
“saborío” o “tajarina”. Bastante divertida.
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