La verdad es que me apetecía
mogollón volver a ver en directo a Elvis Perkins y su banda. Hace un par
de años apenas si les conocía y su fantástica actuación en el hoy clausurado
Greenspace fue una auténtica sorpresa. Anoche, en el Black Note Club, Elvis
Perkins in Dearland se presentaba con nuevo material bajo el brazo, incluyendo
un EP de próxima aparición en España (a mitad del mes que viene) que tiene una
pinta buenísima.
El concierto no defraudó en absoluto. Que coño, fue una auténtica
pasada, mejor incluso que el de hace un par de años. No se sí fue por la mejor
acústica de esta sala, por la mayor proximidad al público o quizás por que el grupo
ha conseguido en estos años una mejor compenetración sobre el escenario, aunque
muy probablemente todas las respuestas sean correctas.
Tan sólo voy a hacer una pequeña
crítica al hijo del eminente Norman Bates, ya que estos dos años también han servido para que Elvis adquiera ciertas
poses de divo que le afean muy mucho. Elvis, sin acritud, espero que te lo hagas mirar. Era mucho mejor
cuando te bajabas del escenario y conversabas apaciblemente con los allí presentes,
de tu a tu, sin mirarnos de arriba hacia abajo como un rockstar hace con una grupie de quince años. Y es que ese aire de normalidad le va mucho
mejor a su música.
Tampoco me gustó, aunque esto no
es algo exclusivo de Elvis Perkins in Dearland, esa jilipollez de anunciar el fin de
la actuación para, a continuación y casi sin que nos diera tiempo a pedirles
que volvieran a salir, arrancarse con los bises de rigor. Bises bastante obvios por
otro lado, programados en el tracklist que lleva la banda como cierre de su actuación. Con todo se lo perdonamos tras asistir a la maravillosa
interpretación de While you were slipping y al apoteósico final de
concierto con su canción más verbenera, Doomsday, sin duda mi favorita de todo
el repertorio.
Y por supuesto hay que reconocer la labor maravillosa de esos músicos
que acompañan a Elvis en su aventura, el contrabajo y bajista ocasional
Brighman Brough, el multiinstrumentista Wyndham Boyland-Garnett y sobretodo el
baterista Nicholas Kinsey, el cual tiene el don de animar al personal con la
mera acción de levantarse y colgarse el bombo al cuello.
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Previamente a la actuación de
Elvis Perkins, había salido ha escena la guapa cantautora norteamericana Dawn
Landes, acompañada al bajo por un señor judío simpático que se pasó todo el
concierto haciéndole ojitos, y por un excelente batería con aspecto de Señor
Oso. Con cuatro discos a sus espaldas, esta oriunda de Kentucky pero residente en la Gran Manzana, se ha
embarcado en una gira europea que la ha traído por primera vez hasta la capital del
Turia. Reconozco que, de no telonear al señor Perkins, nunca se me habría ocurrido ir a verla. No es que hubiese escuchado mucho a Dawn Landes,
pero lo poco que conocía de su trabajo (singles promocionales, la cancioncita que
meten en United States of Tara y un par de vídeos), no me había convencido. Encima leí por alguna parte como un crítico musical comparaba a Dawn
con Suzanne Vega, lo cual nunca puede ser bueno. En fin, que por h o por b no
tenía demasiado interés en verla en directo. Sin embargo tengo que reconocer mi gran sorpresa ante su sólida actuación. Esa ñoñez que destilan sus canciones
empaquetadas y el tufo a azucarillo que desprenden sus vídeos promocionales, fueron dejados de lado en cuanto la Landes apareció sobre el escenario. Muy bien acompañada al bajo y a la batería, repasó con mucha energía casi todos los cortes de su último
larga duración, Sweet Heart Rodeo, además de algún hit incluido en discos anteriores.
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Un bonito concierto al cargo de gente que irradia felicidad. Y visto la que está cayendo, no es poca cosa.
Un bonito concierto al cargo de gente que irradia felicidad. Y visto la que está cayendo, no es poca cosa.
Pues sí, totalmente de acuerdo.
ResponderEliminarNada que objetar a la interpretación de Elvis y sus chicarrones de América del Norte. Pero la actitud guayona era más que tocahuevos en algunos momentos.
Y lo de no permitir fumar en un concierto me parece un atropello inaceptable. Los vicios son necesarios, y más en los mundillos artísticos.
En fin, el planeta se va a la mierda.
I.