domingo, 27 de octubre de 2019

Mis favoritos del hip hop

Uno de mis placeres culpables desde tiempos inmemoriales es esta cosa del rap. Bueno, no tan culpable y es que, raro es el año que no cuelo el trabajo de algún nigga with actitude en mis listados de porquería. Eso desde que funciona esta bitácora, que antaño era mucho peor. Y es que con trece o catorce años y hasta el advenimiento del Dios Kurt, mi dieta musical incluía ingentes cantidades de rimas y ritmos. También de pelambreras con exceso de laca y pantalones elásticos con motivos animales. Y es que todos tenemos un pasado nen. Lo cierto es que el gusanillo por este género musical con profundas raíces africanas, me vino pronto. Siendo un niño, vaya. Fundamentalmente a través de las sitcoms de negratas que pasaban por la tele y alguna que otra peliculilla de dudosa calidad. El interés se transformó en pasión adolescente merced a un compañero de instituto, que a su vez tenía un amigo en Madrid, que conocía a algún “hermano” en la base militar de Torrejón. Más allá de lo lamentable de la presencia de aquellos gringos en la patria chica del gran Gutiérrez hijo, tengo que agradecerle al soldado desconocido el que nos preparara esas casetes tan molonas. Desde entonces y con una intensidad menguante, he seguido pendiente del fenómeno. Y aunque he perdido algo de interés y en ocasiones no paso de las novedades más obvias o de los grandes nombres, sigo acumulando discos de un género que me ha dado y aún sigue dándome motivos de alegría.

Antes de continuar, advertir que esta lista de favoritos es de un sui generis que echa pa’trás. Vaya, que si por un casual sois puristas de la cosa y veis esto, seguramente me diréis más que lo que hoy se le está diciendo a Piñera, a Chadwick y a toda esa tropa de weones culiaos y con toda la razón. Que meter en el mismo saco a Talib Kweli o a Ice Cube y a Tone-Loc, vendría a ser como si en una lista de ilustres poperos estuvieran los New Pornographers junto a Ed Sheeraan y a The Refrescos. Así pues, acepto el guantazo a mano abierta. Lo merezco. También porque en la relación no aparezcan ni 2Pac, ni Snoop Dogg, ni EPMD, ni Raekwon, ni Afrika Bambaataa, ni The Notorious B.I.G, ni tantísimos otros -bueno, alguno sí está pero como colaborador o en labores de producción-. No perdáis de vista que esta es la lista de alguien que no pasa de neófito en estas lides, por mucho que la afición venga de lejos y se haya mantenido en el tiempo -¡y lo que te rondaré, morena!-. De hecho en este 2019 estoy flipándolo con lo nuevo del londinense Loyle Carner, de quien hablaré más adelante. También con algunos temas del tercer elepé de la también británica Little Simz.

Así pues, al igual que cuando os hablé de mis favoritos del post-rock allá por el Pleistoceno Medio -en una entrada que, vista ahora, debería ser revisada de arriba a abajo-, aquí os dejo los del rap. En un listado muchísimo más extenso que aquel, como veréis. Y eso que mi intención era mencionar diez o doce referentes, pero fue ponerme al tajo y que fueran surgiendo nombres... Además los tengo todos en formato físico y puedo afirmar que con todos he disfrutado –con algunos todavía- como un enano. Aunque ahora mismo medie un océano entre nosotros. Literalmente. Son en torno a cincuenta, que no está nada mal, distribuidos por etapas. Comenzando por el principio pero sin necesidad de remitirme a la tradición griot africana, ni tampoco a la mitología yoruba que muchos esclavos llevaron hasta los EEUU, pero sí a los nuevos historiadores orales que surgieron de los barrios marginales de la Gran Manzana. Rimadores que básicamente inventaron un género que, según se acepta, fue popularizado con el “Rapper’s Delight” de The Sugarhill Gang. Y a los que yo accedí gracias a las mencionadas mixtapes del diyéi John Doe que me abrieron los oídos a un universo nuevo y desconocido. Así pues, sin más preámbulos, aquí os dejo la listaka. Es vuestro momento de ponerme a parir. Aprovechadlo. Eso sí, recordad aquello de que lo que Juan dice de Pedro, dice más de Juan que de Pedro. ¿Qué qué?
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“Los Tropecientos Principales del Suloki”

1. Ochenteros. La época dorada.
Comenzaré por el “Radio” de LL Cool J, para que me digáis, con razón, que no tengo ni puta idea. Y es que del cool James solo me interesa éste, el que fuera su debut. Lo que vino después y especialmente esos álbumes que grabó a partir de los noventa, no me interesa ni medio. No hablemos ya de su faceta actoral. Más malo que pegarle a un padre con un calcetín sudao. Con todo, de tanto en tanto aún me machaco con “Rock the Bells” o el “I Can’t Live without my Radio”, dos joyitas de esa imperecedera old school que comenzaría a superarse aquí y con mayor claridad en el “Raising Hell” de los Run D.M.C. Y esa es mi segunda elección. ¿Cómo no adorar semejante clásico? Tercer trabajo en la trayectoria del trío de Queens que destaca por esas bases sencillas y esos patrones rítmicos, con la inclusión de elementos propios del rock… Vaya y la celebérrima versión del “Walk This Way” de Aerosmith que todo fiestero que se precie habrá bailongueado entre el millón y el millón y medio de veces. Además de temarros como “My Adidas” o “It’s Tricky”. Cosa seria. También le di sus vueltas al “Follow the Leader” de Erik B. & Rakim, que no es su largo más reconocido, lo sé, pero le prefiero a su opus magnum publicado un año antes. Quizás porque lo machaqué bastante más que aquel, gracias a pepinazos como “Microphone Fiend” o el tema que da nombre al álbum y con el que quedé prendado por cortesía del amigo americano mencionado en la introducción. Y así llegamos hasta  N.W.A. y al puto “Straight Outta Compton”. Que vaya, si hay un disco de hip hop icónico por cómo removió el avispero, es este. Ahí andaban DJ Yella, el Dr. Dre, el ya fallecido Eazy-E, Ice Cube, MC Ren y Arabian Prince creadores de ese subgénero bautizado como gangsta rap. Por ahí asoma “Fuck tha Police”, himno contra la brutalidad policial y la discriminación que les causaría serios problemas con la justicia y las fuerzas del orden. Bueno, también les trajo su buena dosis de publicidad gratuita, que nunca viene mal. Por cierto que hay una peli regulera en el Netflix sobre la gestación del álbum y la efímera trayectoria del combo angelino.

Momento para el fuckin’ Ice-T con “Power” y su horrible portada. Segundo trabajo del rapero de Newark, quizás más conocido por liderar la banda de metal rap Body Count o ponerle cara y poco más al detective Odafin en el drama policial “Ley y Orden: Unidad de víctimas especiales”. Aunque para drama el de quienes siguieran semejante cagarro, porque hay que tener tragaderas macho. El disquito, maravilloso de principio a fin, contiene un buen puñado de tonadillas entre las que destacan “Drama”, “Radio Suckers”, “I’m your Pusher” y “High Rollers”. Además, creo recordar que aquí empezó la ridícula pelea de gallitos entre la Té la Jota Molona. En fin… Quien los quiera que los compre. Y por supuesto De la Soul y su “3 Feet High and Rising”, que es el elepé de ellos que traigo por aquí -con el que les conocí-,  como podría haber puesto cualquier otro. Clásico entre clásicos de esa corriente que se vino en llamar jazz rap. Con un aroma buenrollero más propio del jipismo que de los referentes que la petaban por aquel entonces. Con todo, lejos de sonar ridículos, su fórmula resulta atrayente. Incluso hoy día, al toparme con cualquiera de sus temas, me dan ganas de mover los pies. También diré que mi canción favorita del trío de Long Island no está incluida aquí. Me refiero a la libérrima versión del “Free Fallin’” de Tom Petty, ejecutada a medias con los escoceses Teenage Fanclub y que forma parte de la banda sonora de “Judgement Night”. Hubiera molado que “Fallin’”, que así se titula el glorioso cántico, hubiese compartido espacio con los sencillos “Me Myself and I”, “The Magic Number”, “Buddy” o “Eye Know”, esos sí incluidos en este álbum.

Ya para cerrar capítulo y pasar a los gloriosos noventa, una par de álbumes harto discutibles. Se masca la polémica y me mola. El primero es el “As Nasty as they Wanna Be” de 2 Live Crew. Elección –de mierda- que defenderé ante quien haga falta. Una veintena de temitas sobre la fiesta, el drinkin’ y el folleteo que, escuchados hoy día, producen algo de vergüencita, lo reconozco. Bueno, un poquito nomás. Y no en todos los cortes. Si bien no me imagino ahora acercándome a una propuesta de esta clase. Pero cada cosa tiene su momento y está bien que así sea. Nada que oponer a cuando, con su siguiente álbum, les dio por sacarles los colores a gobernadores, sheriffs y otras gentes de mal vivir de su Florida natal. Pero vaya, que fue con este “As Nasty…” con el que me enganché a su flow. Quizás lo del doble disco de platino tuviese algo que ver. Eso y el eco de los tremendos shows que montaban, o de lo políticamente incorrecto que resultaba presentarse en prime time con un tema como “The F---K Shop”. El otro trabajo al que me quiero referir está facturado por el pajero de Tone-Loc. Sí tíos, esta lista incluye el “Loc-ed after Dark”, qué li anem a fer??? Vale, lo sé. Aquí ya me fui al chancho que dicen en Chile. ¿Qué hace este tío mierda compartiendo espacio con ilustres relatores de anáforas, epiforas y aliteraciones? Pues tenéis razón. Pero vaya, lo pongo porque siendo un crío me lo pasé pipa con temitas como “Wild Thing” y ese tambor robado a los putos Van Halen. Y aún más con esa oda al ligoteo etílico que era y es “Funky Cold Medina”. ¡Ea! Me pongo la venda y me la quito porque yo lo valgo. Veo venir la tormenta de hostias… ¡Pero venid de a uno cabrones!
Seguim!!!

2. Noventeros. No solo de grunge vive el hombre.
Y a Dios gracias, porque si no me habría perdido esa maravilla de A Tribe Called Quest titulada “People’s Instinctive Travels and the Paths of Rhythm”. Y es que este es, sin ningún género de dudas, el álbum de hip hop al que más vueltas le he pegado en mi vida. Y no solo en vísperas de la explosión grunge, sino hasta el día de hoy. Que tampoco es que uno haya descubierto la pólvora, vaya. A nadie se le escapa que estamos ante uno de los emblemas del rap facturado en la Costa Este. Muy original usando samples de clásicos del jazz o del rock setentero y dejando de lado aquellos ritmos funky hegemónicos hasta ese momento. Un trabajo copado de jitazos como el no suficientemente pinchado “Can I Kick It?”, en los que la consciencia social deja espacio a la ironía y a un particular sentido del humor. Una joya atemporal. Banda sonora habitual en casa de los Resmes-Cecchi y también en la de los Obama (wtf!?) Y que dure la cosa. Como los putos Public Enemy, a los que reivindico así, en general. Pero de quienes elegiré el  “Apocalypse 91… the Enemy Strikes Black”, que no es su mejor álbum, ni mucho menos el más importante en la trayectoria de Chuck D., Flavor Flav & Cia. Esos honores quedan reservados para “It takes a nation of millions to hold us back” o incluso el “Fear of a Black Planet”, más certeros en cuanto a esos mensajes de orgullo, autodefensa y afirmación tan habituales en estos activistas de la causa afroamericana. Si elijo este “Apocalypse 91…” por encima de aquellos, es por ser el primero que compré –en cinta- y al que le saqué el jugo como a ningún otro. Y también porque incluye “Shut’em Down, que siempre me pone palote. Siendo protagonista además de una de las actuaciones más brutales que uno haya presenciado.
A principios de los años noventa también surgieron tres tipos de New Jersey que respondían al nombre de Naughty by Nature y que grabarían un par de discos bastante populares. Sobre todo merced a un par de cantaditas inmortales como “Hip-hop Hooray” y “O.P.P.”, con las que conseguirían un reguero de premios y nominaciones. Pues bien, el segundo de estos temas se incluye en su álbum homónimo del 91, que es el que meto en mi lista y al que accedí a través del programa de la Pécker en la tele pública. Como lo oyes…  Y aquí entra el Dr. Dre, ahora en solitario y protagonizando el mítico “The Chronic”. Su trabajo más reconocido y a la vez su debut. Al que, como a tantas otras cosas en la vida, llegué tarde y mal. Dicen los que saben que redefinió el hip hop de la costa oeste y seguramente así sea. Si bien lo que importa es la obra y su condición de monumento sonoro. Fuertemente influenciado por las revueltas de Los Ángeles en 1991. Aquellas que se produjeron a raíz del apaleamiento del taxista Rodney King a manos de cuatro policías blancos. Por ahí andan enredados el fumadicto de Snoop Dogg y sus primos Daz Dillinger o Nate Dogg, entre otros. Aviso que ninguno de los tres volverá a aparecer en esta lista. Sí que están Wu-Tang Clan y “Enter the Wu-Tang (36 Chambers)”, de quienes, lo reconozco, me prendé antes de su imaginería que con unas canciones que fui valorando con el transcurrir de las escuchas. Y eso que este “36 Chambers”, su debut en esto de las rimas y los ritmos, es un trabajo que a poco que te metas, no sales. Pero vaya… Es lo que hay.
No hablemos ya de los tremendos Digable Planets y su “Reachin’ (A New Refutation of Time and Space)”. Otro de esos álbumes noventeros que terminarían convirtiéndose en verdaderos clásicos. Y ello pese a lo mal que se vendieron, con una propuesta bastante modesta. Pero esa locura de ritmos funky, la deliciosa deriva hacia los senderos del jazz, amén de unos textos repletos de referencias literarias y políticas, acabaría por trasportarles hasta lo más alto. Al puto cielo de los raperos bacanes. Y es que no se puede molar más. Destacando sobremanera la labor de la emsí Ladybug Mecca, una de las mejores de todos los tiempos. Para algunos incluso la más influyente. Y como se echan de menos esas mezclas imposibles en propuestas de nuevo cuño.

Mencionar ahora el “Bizarre Ride II The Pharcyde” de The Pharcyde y el en su momento célebre “3 Years, 5 Months and 2 Days in the Life of…” de Arrested Development”. Un par de álbumes que, os he de reconocer, no he vuelto a escuchar desde hace la hostia de años. Excepción hecha de “Mr Wendal” y en menor medida “Tennessee”, que de tanto en tanto saltan en la radio y recupero con gusto. Algo parecido me pasa con Souls of Mischief y ese “93’til Infinity” con el que tan bien describían la vida de los chavales afroamericanos en Oakland este. Además, no hace tanto comprobé lo maravillosamente que ha envejecido esta suerte de “Girls just wants to have fun” versión masculina, nigga y noventera. ¿Y qué decir de los Beastie Boys, aparte de afirmar que merecerían una entradita para ellos solos? Pues que podría haber elegido casi cualquier disco del trío fundado por Mike-D, Ad Rock y el desaparecido MCA. Bueno, exceptuando “Licensed to Ill”, dónde aún se debatían entre la cosa hardcore y el hip hop a su manera, que es lo que, por fortuna, acabaría imponiéndose. Me decanto por el “Ill Communication” que, más allá del exitazo que supuso “Sabotage” -con el imponente vídeo de Spike Jonze- supone una referencia esencial de la música noventera, pasando por encima de géneros y etiquetas. Desde aquella primera vez que puse rodar el disco y comenzó a sonar “Sure Shot”, con ese sample de la flautita de Jeremy Steig en “Howlin’ for Judy”, ya sabía que lo que venía iba a ser algo muy grande. Y vaya si lo era…

De esta década podría mencionar un montón de álbumes más. Y es que, probablemente sea cuando más tiempo le dedique a esto. De hecho lo voy a hacer, va… Pero de una forma telegráfica, que hay que ponerle límites a la entrada. Comenzaré por el “Illmatic” de Nas –gracias a mi amigo Ramón y al Patrol de la muerte-, seguiré por House of Pain y su segundo álbum “Same as it ever was” –aunque casi nadie se los tomara en serio tras petarlo con el “Jump Around”-, después con KRS-One y su álbum homónimo de 1995-“Free Mumia” mae!!!-, y con el “III (Temples of Boom)” de Cypress Hill –hay vida tras un domingo negro y hasta mejor, por mucho que estés “loco en el coco”-, o los Fugees y “The Score” –que quizás no sea rap, pero casi-. También con Insane Clown Posse y “The Great Milenko” –pesadilla en el parque de atracciones-, o con esa gloriosa conjunción de genios que fue Black Star  y su “Mos Def & Talib Kweli are Black Star” –confirmando aquello de que el todo es mayor que la suma de las partes-, que no es lo mismo que Gang Starr y su “Moment of Truth” –que algunos conocieron y otros rescatamos gracias a Brad Furman, Matthew McConaughey y “El Inocente”-.  Que decir de una diva del género como Lauryn Hill y un clásico como  “The Miseducation of Lauryn Hill” –que al igual que el disco de su banda madre no es exactamente rap, pero que más dará-  o Method Man, Redman y el exitoso “Blackout!” –la unión entre un miembro del Clan y uno de los emsís más talentosos del panorama, que daría como resultado himnos imperecederos como “Da Rockwilder” o “Y.O.U”-…

3. El Efecto 2000. Pa’bernos matao.
Comenzar este capítulo con el disco de (Chilly) Gonzales titulado “The Entertainist” que no es propiamente de rap, lo sé. De hecho el tal Gonzales ni es rapero ni nada que se le parezca. El mismo relata cómo, mientras trabajaba con Feist, se sorprendió con su alma rapsoda oculta. El caso es que acabó convirtiéndose en alguien bastante famoso merced a esos trabajos en los que jugueteaba con los cánones del rap. Desde una posición más bien irónica, lo que explica que el mismo se catalogara como “The Worst MC”. Lo cual no quita para que este álbum, que como he dicho no es exactamente rap pero lo disimula de cojones, sea tremendo. Lo conocí por la insistencia de un amigo, fan irredento de un programa de Radio:3 de cuyo nombre no quiero acordarme. En todo caso, como de bien nacidos es ser agradecidos, gràcies Prins… Ahora viene “The Marshall Matters LP” de Eminem -“May I have your attention, please? May I have your attention, please? Will the real Slim Shady please stand up? I repeat, will the real Slim Shady please stand up? We're gonna have a problem here”…- Y ya solo por esto merece entrar… Que sí, que sí, que yo también padecí la turra y al turrista –especialmente al profesional- insistiendo en que todo el mundo asuma como propia su turra. Aspirando a que la turra condicione también tu vida, porque no hay asunto más importante que su turra…Pero una cosa no quita la otra. Cuius regio, eius religio en una aplicación libérrima. Y así llegamos hasta el maravilloso “Quality Control” de los Jurassic 5. Tremendo álbum que bebe de todo movimiento importante en la historia del rap, desde la old school hasta el legado de Def Jam Recordings –LL Cool J, Beastie Boys…-, pasando por el colectivo Native Tongues –De La Soul, A Tribe Called Quest…- o el universo Wu-Tang. Y con esa inolvidable portada...

De OutKast me gusta casi todo, incluyendo esa estupidez pseudo-beatleliana titulada “Hey Ya!” con la que hicieron fortuna, incomprensiblemente. Con todo me quedo con su disco  “Stankonia”, en donde se encuentra  la inolvidable “Ms Jackson”, la pegadiza “So fresh, so clean” o la energética “B.O.B.”. A CunninLynguists no les seguí tanto tras su sonado debut con “Will Rap for Food” y me consta que han publicado cosas realmente buenas. Pero vaya, que este primer episodio en su vida como trovadores del gueto ya andaba sobrado de rimas inteligentes. Amén de una producción acojonante. ¿Y cómo pasar por alto a los Looptroop Rockers? Especialmente “The Struggle Continues”, su sexto álbum y con el que les conocí, casi de rebote. Uno de los primeros colectivos de hip hop abiertamente antifascistas y militantes, que yo sepa. Provenientes de la ciudad de Vasteras, dentro de ese paraíso socialdemócrata llamado Suecia y quizás por eso, ya desde muy pronto, anticipando la que se nos venía encima en el viejo continente. Ya por último y para cerrar esta década de crisis económica y sinsabores varios, mencionar el aclamado artefacto colaborativo facturado entre Madlib y MF Doom: Madvillain, “Madvillainy”. Un proyecto único e inimitable que destaca por su faceta experimental. Incluyendo una colección ilimitada de samples y loops que exploran todos los estilos musicales habidos y por haber. Desprovisto de las sensibilidades populares del rap y de esa obsesión por los ganchos que en ocasiones resulta tan cansina. Decir libérrimo es quedarse corto ante un trabajo intencionalmente oscuro y a Dios gracias.

4. Habla español hijoputa. O algo que se le parezca.
Antes de meterme en el barro, reconocer la cantidad de morralla en castellano que me tragué a finales de los ochenta y principios de los noventa, siendo aún un puto crío sin criterio –Vaya, con menos del que tengo ahora, que ya es decir-. Pasaré por alto aquellas bandas madrileñas patrocinadas por el Rockopop –por mucho que uno esboce una sonrisa cuando suenan horteradas tipo “A lo grande”, el “Reggae Rap”o “Majoju” de Estado Crítico, o el “Vas a alucinar” de DNI”- y me centraré en peña un tanto menos discutible. A veces no mucho. Penitenziagite. Voy primero con Mucho Muchacho y sus 7 Notas 7 Colores, quien con “Hecho es simple” se marcó el primer puntazo en esto de las rimas en lengua de Cervantes –con acento de Sant Andreu-. Disco que aun hoy día, veintitantos años después de que viera la luz, suena fresco. Lástima que todo se fuera a la mierda casi tan rápido como llegó. En fin Serafín… Después vinieron el Langui y La Excepción con su “¡Cata Cheli!”. Y es que antes de que Juan Manuel Montilla Macarrón se transmutara en actor y activista, o se dedicara a participar en programuchas de la tele, el colega era -y supongo es- un MC de tres pares de cojones. Formando parte de este colectivo surgido desde la colonia de Pan Bendito en Madrid, con un estilo desenfadado que integra aires agitanados, lenguaje cheli y mucho humor. Y sin dejar de lado la crítica social.
Un hito mayor en todos los sentidos fue el advenimiento de ese “Lujo Ibérico” con el que la Mala Rodríguez pondría del revés la escena nacional. Y es que más allá de su reciente labor como guardiana de las esencias flamencas y de la absurda cruzada contra el apropiacionismo cultural –el de los demás, obviando que ella es una rapera blanca de Jerez- el debut de la Mala María es la polla. O el coño, vaya. Una cosa bastante salvaje e inesperada en la que una joven emsí gaditana se “apropiaba” de un sonido tan lejano como el rap, cantando con deje flamenco y convirtiéndolo en un potaje asimilable incluso para los más puristas. ¿Quién no se meneó con aquello de “tengo un trato, lo mío pa’ mi saco”? Pues eso.

Sin demeritar la obra de Violadores del Verso, me resulta mucho más interesante el trabajo de Kase.O en solitario. Especialmente su último elepé “El Círculo”, de hace solo tres años. Con un buen número de colaboraciones, el rapsoda zaragozano destapó el tarro de las esencias dibujando un álbum con aroma a clásico. Al tiempo. Y por supuesto Los Chikos del Maíz, que podrían aparecer aquí con cualquiera de sus discos de estudio, pero que lo hacen con este “Comanchería” recién salido del horno. Uno de los mejores álbumes publicados durante el presente 2019. A ver, yo de mis paisanos siempre digo lo mismo, cuando dan con la tecla en las bases, el disco les queda niquelado. Y es que, en la cuestión lírica, no hay quien les aguante el pulso en la piel de toro. Es el caso de este elepé, acertadísimo y con tremendos textos con su marca de fábrica. Canciones dolorosamente políticas y antifascistas, trufadas de referencias literarias, cinematográficas y con la dosis adecuada de sarcasmo e ironía. Su disco más redondo hasta la fecha sin ningún género de dudas. Incluyendo varios cortes como “No pasarán” –“…estilo Faluya… si tienen que llorar las madres que sean las suyas”-, “Anatomía de un asesinato”, “Grupo salvaje” o “Forjado a fuego” –“no queremos tu pasta, queremos la gloria…combatir al reaccionario… somos el hilo rojo de la historia… Albert Rivera es un sicario… No llevamos disfraz somos de barrio… odio al policía y quiere a tu vecino… Errejón se ha vendido al millonario… en mi hambre mando yo no Florentino…”- que, desde ya, se incluyen entre lo mejor en la trayectoria del Nega y de Toni “el sucio”. También me veo obligado a mencionar a El Disop y su “Cajas y bombos retumban en tu barrio”, aun cuando me parece que el disquito ha envejecido regulero. Pero vaya, que en su momento lo hice chas –“y aparesco dobladoooo”-. Como también el “Jo no sóc polac”, así en català, que no está entre esas cajas y bombos y que conocí gracias al Sputnik y al polaco Sokolowicz “jo no sóc polac, jo sóc català, i si not’agrada que et donguin pel sac”-. O a la hispano-dominicana Arianna Puello y su “Gancho perfecto”. A quien, reconozco, dejé de seguir tras su debut largo.  
Y ya para cerrar este homenaje a Quevedo, a la Mistral o a Borges, mencionar algunos exponentes de las rimas hechas en español latino. ¡Independientemente de que a veces no se entienda un pijo! Estaría cachondo empezar con Wilfred y la Ganga, ¡pero hostia! Demasié pa’l body Así pues antes de nada me referiré al disco homónimo de los angelinos Delinquent Habits. Un primer intento que mezcla el español y el inglés, o lo que por aquel entonces se conocía como pocho. Término bastante despectivo que designa el castellano de esos gringos de origen mejicano que tienen dificultades para expresarse con fluidez en la lengua de sus padres. Un debut repleto de buenos tracks –me pongo en sintonía con el dúo- como los “Tres delincuentes”, “Lower Eastside”, “Break’em Off” o “Underground Connection”. Sigo con los mejicanos Control Machete y el a todas luces mejorable “Mucho barato” en el que se incluye el “Comprendes, Mendes?”. La verdad es que el resto del disco hacía siglos que no lo escuchaba y ahora entiendo el porqué. Acabaré con los chilenos Tiro de Gracia y su disco “Ser Hümano!!” al que accedí muchísimo antes de pisar por primera vez la tierra de Neruda, Nicanor o la Violeta. Y es que uno de mis mejores amigos me tendió este cedé instándome a que le pegara una escucha. No tenía ni puta idea de que era y ni siquiera me fiaba del criterio del broda’ en cuestión. Sin embargo me llamó la atención el clavo de cuatro pulgadas que había metido en la caja del compacto. Y eso me enganchó. Uno que es más simple que el mecanismo de un chupete... ¿que le vamos a hacer? También es verdad que no tardé demasiado en aburrirme del juguetito. Años después y ya residiendo en el país de procedencia del trío santiaguino, fui consciente del impacto que causó su trabajo aquí. Estos sí son profetas en su tierra. Quizás porque le abrieron las puertas a un género inexplorado hasta entonces en el Chile post-Pinochet. También os digo que, escuchado ahora, suena antiguo y algunos de sus temas incluso ridículos. Lo que no quita para que en algún momento lo gozara a tope. Y que alguno de sus cortes, como el sencillo titulado “El juego verdadero”, sigan pareciéndome la raja -que vendría a ser la polla pero en chilensis-. Bueno, quizás no tanto va.

5. Quienes somos, de dónde venimos y a dónde vamos…

Y ya para acabar con esta lista, unos cuantas referencias más elegidas de entre toa la broza que he ido consumiendo durante estos últimos tiempos. Comenzando por el  “My Beautiful Dark Twisted Fantasy” de Kanye West, a quien cada vez me cuesta más defender por su condición de bocazas oficial del país de las barras y estrellas. Y eso que tras esta especie de Trump negro y hortera se esconde un puto genio musical. Lo que me obliga a llevar al extremo aquello de “It’s the song, not the singer” que dijo nosequién. El marido de la Kardashian más famosa lleva facturados una seguida de álbumes sin desperdicio. Si bien, este es mi favorito, gracias a temas tan sobados como “Power”, o esa maravilla atemporal que es y será “Runaway” y su glorioso videoclip - cortometraje. También por otros menos pinchados como son “Dark Fantasy”, o ese fraseo inspirado en los putos Black Sabbath que es “Hell of a Life”. Encima incluye una montonera de colaboradores entre los que sobresale Justin Vernon aka Bon Iver, que tiene su aquel. Con “Black Up” los Shabazz Palaces demostraron que no solo de distorsión y camisas de leñador vive el poblacho ese en el que nacieron Hendrix o Frasier, murió Cobain y está enterrado Bruce Lee. Ni tampoco Sub Pop, con quienes el dúo compuesto por un ex Digable Planets y el multiinstrumentista “Baba” Maraire, ha lanzado cuatro álbumes. Este es el primero de ellos. Rap con vigorexia que en ocasiones resulta hasta más oscuro que la piel de sus intérpretes.

Luego está el proyecto experimental y salvaje capitaneado por MC Ride, por todos conocido como Death Grips. Con esas letras tristes y crípticas, amén de unas bases taladrantes responsabilidad de los productores Zach Hill y Andy Morin, que alcanzan su punto álgido con “The Powers that B” -Su sexto álbum-. Y la propuesta un tanto más formal de Vince Staples, con su segundo lanzamiento para Def Jam, “Summertime’06”. Inmenso álbum con el que este emsí y actor nacido en Long Beach nos deleita con su flow natural, rimas elegantes y esa lírica cruda marca de la casa. Del “Damn.” de Kendrick Lamar y del “Scorpion” de Drake podría hablar hasta que se me agotasen las palabras y me dolieran los dedos de teclear. Especialmente del primero, al que sitúe en quinta posición en mi ranking de lo milloret de lo milloret 2017. Y es que, como dejé escrito en aquella entrada, me parece el mejor álbum de hip hop hecho en años. Con el mérito añadido de sobreponerse a unos cuestionables featurings que vienen protagonizados por peña como la Rihanna o el Bono de U2. Que vaya tela marinera… Respecto al disco doble del otrora alumno de Degrassi High, remarcar que la primera de sus partes me parece brutal. Y eso que me huelo que la segunda, más orientada a la cosa del R&B, será la que perdure. Y sí, ya sé que el tal Drake es un payaso. ¿Y qué más dará?

De lo último que he escuchado, hay un disco del presente año que me pirra. Lo he mencionado al comienzo. Se titula “Not Waving, but Drowning” y creo que es el segundo largo de Loyle Carner. Un compendio de historias mínimas y reflexiones personales al cargo de un chaval de Londres. Un millennial residente en la pérfida Albión y por lo tanto afectado por una realidad y unas problemáticas diferentes a las de un rapero de Atlanta, del extrarradio neoyorquino o del sur de Los Ángeles. Con un fraseo y una cadencia reposada que evoca a los mismísimos A Tribe Called Quest. También se percibe una onda cercana a aquella “mala educación” que otorgó fama, fortuna y dolores de cabeza a Ms. Lauryn Hill.

Y ahora sí que sí, este cuento se ha acabado.
Perdón por el chorrazo.   

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