viernes, 19 de octubre de 2018

Homer y Langley, de Doctorow


Magnífica recreación de la que debió ser la fascinante, a la par que trágica, vida de los hermanos Collyer. Dos ermitaños estadounidenses que se hicieron famosos en los años treinta, merced a su carácter excéntrico y por un comportamiento similar al de quienes padecen el Síndrome de Diógenes.  Si bien, en medicina se define esto como el Síndrome de los hermanos Collyer, como ejemplo paradigmático de un trastorno obsesivo-compulsivo. No acabo de entender la diferencia entre las dos manifestaciones, pero tampoco soy médico, así que…

Se trata de una de los últimos libros publicados por E. L. Doctorow antes de su fallecimiento  en 2015. No tan aclamado como “Billy Bathgate” o “Ragtime”, en donde se forja la característica fundamental de su obra: Esa mezcla de fabulación con historia y crítica social. Por supuesto que este “Homer y Langley” no es ajeno a ese sello. Se basa en dos personajes reales que podrían representar la decadencia del Harlem blanco. Doctorow nos explica su día a día y nos hace participes de esos pequeños cambios que van transformando su existencia. La voz de Homer nos detalla la infinidad de factores que, inexorablemente, les encaminan a él y a su hermano hacia el terrible final. Pero a la vez nos trasporta a través de seis décadas de historia norteamericana. Desde las dos grandes guerras, pasando por la “Ley seca”, la persecución de los japoneses en USA, la caza de brujas, el movimiento hippie, Vietnam…. Llegando incluso a tratar la masacre de Jonestown en 1978. Si bien, aquí Doctorow se toma la licencia de alargar la vida de los hermanos hasta principios de los ochenta. Y es que la realidad nos dice que la historia de los Collyer finalizó en 1947. Unos días antes de que la policía de Nueva York, alertada por una llamada anónima, entrara en su mansión y se topara con sus cadáveres y 190.000 periódicos acumulados, entre otras muchas cosas. Algunas bien locas, como diez pianos de cola, coches desguazados o una máquina de rayos X.

“Soy Homer, el hermano ciego. No perdí la vista de golpe, fue como en el cine: un fundido lento.” Así comienza una deliciosa novelita de poco más de doscientas páginas en la que, pese a lo trágico del destino de los personajes y su estrambótico y errático comportamiento, Doctorow consigue que nos divirtamos. Y hasta que nos encariñemos con su obra y milagros.

Muy recomendable.  

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