domingo, 24 de agosto de 2014

Volver

Hey guys & gayers, leidis and chantas, el menda ya está de vuelta de sus mini-vacaciones estivales. Y no es que os haya echado demasiado de menos, la verdad, pero es que todo lo bueno se acaba y el retorno al puesto de trabajo se convierte en algo inaplazable (por aquello de generar un sueldo con el que pagarse las lentejas y las birras, ya me entendéis). Además eso conlleva el volver a las rutinas habituales y entre estas se incluye, como no podría ser de otra forma, actualizar este remedo de blog al que tantas horas he dedicado ya desde aquel infausto 17 de marzo de 2008 en el cual comencé mi andadura blogosférica. ¡Quien me mandaba a mí!

Es curioso pero aquella primera entrada la titulé “Dobrý den”, buenos días en checo, si bien no recuerdo que por aquel entonces me escapara hasta el país que vio nacer y brillar a gentes como Franz Kafka, Antonin Dvorak, Karel Capek o ese Radek Bejbl que marcaba tendencia con su famosa tocheta sin patillas (algo así como el mullet aka borroka style, pero a lo centro-europeo). Si que había viajado a Praga, pero eso fue unos años antes y es justo ahora cuando he vuelto a ir, así que dobrý den -again- para todos vosotros-ustedes.

La verdad es que ha sido un viaje bastante bonito por muchísimos motivos, desde los entornos hasta el maravilloso clima, pasando por la inmejorable compañía, como no. El único pero tiene que ver con mi maltrecha espalda y su increíble capacidad para joder el momento, pero que le vamos a hacer, habrá que pasar por donde no me apetece y eso es lo que hay. Resignación lo llaman... Bien. Por si no lo había dicho ya -que no lo he dicho, o al menos no lo he dicho como toca- he pasado las dos últimas semanas en tránsito entre Budapest y Praga, revisitando lugares que ya conocía y acercándome hasta otros en los que no había estado. Y la verdad es que vengo bastante contento y muy -incluso demasiado- relajado.

En este punto debería dar comienzo mi relato sobre las impresiones post viaje, insertando tres o cuatro anécdotas sino jocosas al menos interesantes e ilustrándolo todo con unas fotitos que os pondrían los dientes largos y además os servirían para que os burlarais de la mierda fotógrafo que estoy hecho. Pero no. Eso mejor lo deja para otra entrada. Porque ahora toca hablar de arte... Halaaaaa!!! Ahí va això... Y es que, durante estas dos semanas, me ha sucedido algo que hacía tiempo no me pasaba: He visto 3 exposiciones y me han gustado las 3. Vamos, no solo me han gustado, ¡incluso me han encantado! ¿Que te pasa Suloki? 'ande t'has metío? ¿quien caralho te ha abducido?

La primera de ellas fue en Budapest, la imperial ciudad que vio nacer a “cañoncito pum”, gran futbolista y mejor madridista. Os hablo de la retrospectiva que sobre los carteles de Toulouse-Lautrec tienen preparada los responsables del Museo de Bellas Artes de la capital magiar. Los que habéis andado por allí sabréis que es ese que hay junto a la Plaza de los Héroes, al final de la famosa Avenida Andrassy, ocupando un despampanante edifico de corte neo-clásico. La exposición, que se inauguró para conmemorar el 150 aniversario de la muerte de este cronista de la noche parisina de finales del XIX, recoge una amplia selección de carteles y pinturas, además de fotografías, vídeos y grabaciones de sonido, que nos ayudan a conocer la irrepetible obra del autor, así como comprender el porqué de la vida y milagros del maestro del (post)impresionismo. Adquieren especial relevancia aquellos dibujos y estampas dedicados a engrandecer la figura de algunas de las estrellas y starlettes que desarrollaron su oficio en famosos cafés musicales, salones de baile y/o cabarets como el archiconocido Moulin Rouge. Me refiero a gentes como Aristide Bruant, Jane Avril o Yvette Guilbert, por citar solo a tres.

La segunda de las exposiciones de la que os quería hablar es la de Alfons Mucha en el Mucha Muzeum de Praga (Museo de obligada visita para todos aquellos amantes del Art Nouveau y sucedáneos). Vale que no es barato y vale que es demasiado reducido, teniendo en cuenta la ingente cantidad de obra que produjo el bueno de Alfons. Pero que queréis que os diga, es la segunda vez que visito este mini-museo y me sigue pareciendo tremendo. La exposición ofrece una vista general de la obra del pintor y artista decorativo moravo, prestando especial atención al periodo que este pasó en París y no tanto, lastimosamente, a su última etapa consagrada a representar el auge del sentimiento nacional y fomentar el pan-eslavismo. Paneles decorativos, libros de bocetos, carteles publicitarios, portadas de revista, óleos... La muestra recoge (casi) todas las modalidades que trabajó el artista, que no fueron pocas. Y la tienda del museo es una delicia. Merece casi tanto la pena cono el museo en si mismo.

Respecto a la tercera de las exposiciones tan solo os diré que no está ni en Praga, ni en Budapest, ni en Brno ni en Bratislava, sino en Barcelona. Eso y que la vimos gracias a la recomendación de un amigo que nos instó a que retrasáramos nuestro enlace en tren hasta Valencia para así disfrutar de ella. Se titula “Metamorfosis. Visiones fantásticas de Starewitch, Švankmajer y los hermanos Quay” y es una puta maravilla. Y si no os cuento nada más es porque he pensado que merece un post para ella sola. Y es que es de lo más grande que he visto en tiempo. Está expuesta en el CCCB hasta principios de septiembre y sino entendí mal, luego marcha hasta Madrid en donde estará hasta enero. Imperdible. En serio... Mañana o pasado os diré porqué. 

Y eso es todo por ahora. Fins demà brodas'.
Os dejo bien acompañados por estos húngaros que me pirraban hace unos años... No tantos Suloki... 
Vale, lo reconozco, aún me molan...
Aunque cuando cantan en húngaro no se les entiende un carajo. 

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