Pues
mira tú por donde que hoy, día de San Judas y de San Simón -el
simpaticón- toca hablar de Robertson Davies, famoso crítico,
conocido periodista, señalado profesor y por encima de todo egregio
escritor que, inexplicablemente, aún no se había asomado a este
ventanuco internetil. Alguien que pasa por ser uno de los autores
más conocidos del Canadá y a quien se ha llegado a comparar con
Charles Dickens y John Irving. Y todos estos parabienes se deben,
principalmente, a las afamadas trilogías firmadas por Davies a lo
largo de sus más de cuarenta años de trayectoria. Con una mención
muy especial para aquella que parte de un poblacho llamado Depford y que
está integrada por “El quinto en discordia”, “Mantícora” y
“El mundo de los prodigios”. Tres libros publicados en la década
de los setenta y que condensan lo mejor -y supongo que también lo
peor- de la obra de este ilustre barbudo.
El
caso es que la historia gira en torno a un misterio, el que envuelve
la muerte de un magnate remolachero llamado Boy Staunton. A partir de
ahí se teje una trama que involucra, fundamentalmente aunque no
solo, a tres personajes cuyo destino queda sellado por una pelea
infantil con bolas de nieve. Los tres nos ofrecerán su punto de
vista sobre quién mató al exitoso self-made man. Comenzando por
Dunstan Ramsay, amigo de la infancia del muerto y primer narrador.
Aquel que protagoniza ese quinto en discordia que abre la serie y que
es considerado por la crítica como la cima de la obra literaria de
este narrador nacido y criado en Ontario. Valoración a la que, por
supuestísimo, me sumo. Aunque eso no es más que el pistoletazo de
salida a este particular y por momentos exuberante ejercicio
literario repleto de sorpresas y misterio, hasta cuadrar el enigma
que le da sentido.
La
Trilogía está llena de personajes complejos con algunas luces y
otras tantas sombras, encuadrados en esos momentos de la historia del
mundo que hoy consideramos claves. Robertson Davies nos introduce,
por boca de ellos, en una serie de interesantes reflexiones y
pensamientos, perfectamente enlazados a los dramas personales, los
conflictos sociales y religiosos, los valores culturales, las
costumbres y la implacable moral de la época que genera monstruos
allá donde no los hay.
Además, a lo largo de sus más de 1200 páginas asistiremos al fantástico y sórdido mundo del circo, al extraño mundo del ilusionismo y hasta al psicoanálisis. También conoceremos a gente extraña, cuando no diréctamente freaks, como Magnus Eisengrim o su excentrica amiga Liesl, personajes repletitos de historias dignas de ser contadas.
En definitiva, una obra inmensa en la que sumergirse de forma placentera y dejarse llevar. Solo así accederemos a los laberínticos túneles de la historia y a sus casualidades, serendipias y coincidencias, a los mitos y a la magia (¡mucha magia!), pasados por la túrmix e incorporándoles una buena ración de egos y miserias.
Además, a lo largo de sus más de 1200 páginas asistiremos al fantástico y sórdido mundo del circo, al extraño mundo del ilusionismo y hasta al psicoanálisis. También conoceremos a gente extraña, cuando no diréctamente freaks, como Magnus Eisengrim o su excentrica amiga Liesl, personajes repletitos de historias dignas de ser contadas.
En definitiva, una obra inmensa en la que sumergirse de forma placentera y dejarse llevar. Solo así accederemos a los laberínticos túneles de la historia y a sus casualidades, serendipias y coincidencias, a los mitos y a la magia (¡mucha magia!), pasados por la túrmix e incorporándoles una buena ración de egos y miserias.
Buena/s novela/s a las que tan solo cabe oponer un pero. Tiene que ver con cierta sensación
de que al final la cosa ha ido de más a menos. Lo que no es cosa menor, o dicho de otra manera -Rajoy style-, es cosa mayor. También es verdad que el primer
volumen de la trilogía me parece insuperable y eso, a cualquier serie,
le supone un problema con difícil solución.
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