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su propio autor que, de lo que realmente va “La tierra que
pisamos”, de lo que nos habla con ese lenguaje tan directo y
brillante marca de la casa, es de cómo nos relacionamos con la
tierra y también de nuestra capacidad de resistencia. Se lo escuché
decir hace tan solo un par de meses, en la presentación que de esta,
su segunda novela, hizo en la Librería Bartleby de Ruzafa. Dijo eso
y otras muchas cosas, como que su paisaje literario quedó fijado
entre los cero y los diecinueve años en su Olivenza natal y en
Torrijos, provincia de Toledo, donde se trasladó por motivos
familiares. La verdad es que una vez leída esta novela -y la
anterior- queda bien claro que la tierra que pisa Jesús Carrasco es
aquella que va desde ese punto de la frontera portuguesa y la
planicie castellana.
El
libro nos sitúa a comienzos del siglo XX en una España rural y
atrasada que ha sido invadida por el mayor imperio que Europa ha
conocido. Un imperio sin nombre que, tras pacificar las tierras
bárbaras, ha premiado a sus élites militares con haciendas en las
colonias. Eso nos lleva hasta un pequeño pueblo de Extremadura donde
reside el matrimonio Holman. Idílico remanso de paz y olvido en el
cual se cuela, inesperadamente, un personaje asalvajado y
aparentemente enajenado. Aquí se inicia una relación de inicial
desconfianza y posterior empatía entre la sra Holman y Leva. Este
último es un peculiar invasor que no se limita a ocupar el espacio
físico de Eva y su marido, sino que termina por invadir su vida
entera. El perfecto acicate para que nuestra
protagonista busque el auténtico sentido de su vida y purgue sus
demonios personales. Aquel y aquellos de los que su propia educación
y sus particulares circunstancias la han desviado.
La
narración alterna el presente con el pasado, lo real con lo
imaginado o más bien lo intuido por Eva, cuya visión de la gloriosa
invasión va variando conforme profundiza en las enormes vicisitudes
sufridas por Leva. La novela tiene un ritmo bastante lento, se
estructura a base de capítulos cortos y su principal valor, además
del estilo directo y conciso característico del autor, está en la
capacidad de sugerir cosas. Con todo, me ha parecido
inferior a “Intemperie”. Sin llegar a aburrir el libro va
perdiendo fuelle con el paso de las hojas. De ahí que al final me haya dejado cierto regustillo amargo. Es lo que tiene empezar tan fuerte. En todo caso, me ha parecido un buen libro. Y sigo creyendo que Jesús Carrasco es una de las voces más interesantes de la literatura en castellano en la actualidad.
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