Con una Valencia
abarrotada por aquello de disfrutar -y padecer- las fallas, las primeras con
la etiqueta Patrimonio de la Humanidad. Con los abusos de siempre un tanto
mitigados por la nueva administración municipal, pero con más gente que
nunca en las calles ergo más borrachos. Con menos bunyolerias y más food trucks. Y con una mejora evidente
de la cartelería conmemorativa de las fiestas, al cargo de Luís Demano y Joan
Quirós. Así recibimos por estos pagos al gran Alejandro Escovedo, mítico
cantautor tejano. Cadavérico personaje de inmenso talento sin el cual no
se entiende el vigor del que goza actualmente esa cosa llamada alt-country. Comenzaba aquí, en el Cap i Casal, su tránsito alrededor de la
piel de toro en el marco de la gira de presentación del fantástico “Burn
Something Beautiful”. Y como no, uno que se define como escovediano hasta la médula,
no tuvo más remedio que acudir al llamado.
Pero antes fue el momento
de Don Antonio, cuarteto de brillantes músicos, desconocidos para
la mayoría de los congregados en El Loco. Italianos, con Antonio
Gramentieri ex-Sacri Cuori al frente, que además de presentar
sus propias canciones tienen el inmenso honor de ser la
banda de acompañamiento de Alejandro Escovedo en este tour europeo. Su participación en el show como banda independiente duró apenas media
hora y, pese a la pericia instrumental mostrada conjugando ritmos
mediterráneos, cadencias surf y hasta riffs garageros, la cosa no pasó de curiosa. Otro tema es
la labor de apoyo al músico chicano. Ahí estuvieron sobresalientes. Como si llevaran
toda una vida tocando juntos.
Tras un mini-break fue el momento de que
don Alejandro saliera a escena. Ahí comenzó todo lo bueno,
lo muy bueno, lo magnífico y lo superlativo. Por que el concierto fue de
sacarse el sombrero y hasta besarle los pies al sr. Escovedo. ¡Que manera de pasarlo bien! Y es que el
tipo nos dio una master class de rock y de vida. La
de quien ha estado a un milímetro de perder la suya para después
resurgir de entre las cenizas y seguir haciendo aquello que mejor sabe,
componer e interpretar canciones. Y en eso anda. Y en esa coyuntura vino
hasta nosotros para hacernos partícipes de sus vivencias musicadas.
Con una mención especial para esa “Down in the Bovery” que tan
bien sonó. Tema que, según nos contó, dedica a su hijo Diego. El
mismo que de pequeñito le decía a su papi que lo suyo
es música de viejunos.
Además de la mencionada, por
allí desfilaron las energéticas "Horizontal" y "Heartbeat
Smile" o esa preciosidad titulada "Farewell to the Good Times", las
tres incluidas en su último álbum, al igual que la emotiva “Luna de Miel”. Recuperó un par de himnos de sus discos anteriores como "Sally Was a
Cop" y la maravillosa "Castanets", para regocijo de todos los
allí presentes. Hasta hubiese gozado con ello George W. Bush (hijo... y tonto), fan reconocido de tremendo cañonazo para desgracia de Escovedo, un anti-republicano
declarado. El caso es que entre unas trovas y otras el artista interactuó con el
público, mostrándose muy cercano y simpático, haciéndonos
partícipes de sus anhelos, homenajeando a sus "amigos" Chuck
Prophet, Ian Hunter, el fallecido Jeffrey Lee Pearce o Bruce
Springsteen y criticando con rabia a Donald Trump con un “fuck Trump”
coreado por todo Cristo.
Un pedazo de concierto.
...y no hase falta desir namás.
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