Hay una película española del año 2002 protagonizada por José
Coronado –él siempre tan preocupado de nuestra flora intestinal-, sobre un
fulano que se jacta de ostentar un carguito en el Banco de España, aunque el
tío no aparece por allí ni de visita. Tiene una familia perfecta, vive en un bonito
chalet, conduce un cochazo y por tener tiene hasta una amante, pero nadie sabe
que su vida está basada en la mentira. La película se titula “La vida de nadie”
y está dirigida por Eduard Cortés. Es una historia terrible sobre la simulación
permanente y el infierno al que normalmente está abocada, que se inspira en “El adversario” de Emmanuel Carrère. El mayor éxito del escritor y realizador parisino
hasta la fecha.
Y es que cuando Càrrere publicó su novela un par de años antes, puso patas arriba el panorama literario del país vecino. Se trata
de un relato escalofriante que fue comparado con “A sangre fría”, de Truman
Capote, al contener una investigación rigurosa sobre un crimen y un criminal: Jean-Claude Romand, quien en enero de 1993 mató a su mujer e hijos, también a sus padres e
intentó, sin éxito, suicidarse. La investigación reveló que no era médico, tal
como pretendía y, cosa aún más difícil de creer, tampoco era otra cosa. Mentía
desde los dieciocho años y a punto de verse descubierto, prefirió suprimir a
aquellos cuya mirada no hubiera podido soportar. Fue condenado a cadena
perpetua si bien, recientemente, salió en libertad condicional para realojarse en una abadía. Y es que, según parece, el criminal ha padecido una suerte de
conversión religiosa en estos veintiséis años entre rejas. Confiando,
supongo, que su momento final será algo mejor que el de sus padres.
“Para los creyentes, el instante de la muerte es aquel en que ven a Dios, no ya oscuramente, como un espejo, sino cara a cara. Incluso los no creyentes creen algo parecido: que en el momento de pasar al otro lado los moribundos ven desfilar en un relámpago la película completa de su vida, por inteligible. Y esta visión que hubiese debido poseer para los ancianos Romand la plenitud de las cosas cumplidas, había sido el triunfo de la mentira y el mal. Deberían haber visto a Dios y en su lugar habían visto, adoptando los rasgos de su hijo bienamado, a aquel a quien la Biblia llama Satán, es decir, el adversario.”
El autor, que estableció cierta relación por correspondencia con Romand
e incluso lo visitó en prisión, trata de
desentrañar el misterio. Nos ofrece algunas pistas que nos ayudan a comprender
las descomunales mentiras y la incapacidad del sujeto a la hora de cortarle el
paso a una bola de nieve que cada día era más grande. Pero deja abiertos un
montón de interrogantes, como no podía ser de otra forma. Porque el caso se
las trae. ¿Cómo fue capaz de mantener esa vida de soledad, de
impostura y de ausencia durante tanto tiempo sin que nadie sospechara nada -o
al menos lo suficiente como para desenmascararle-? Imaginar lo que bullía en su
mente a lo largo de las horas muertas, cuando se suponía que estaba trabajando y
en realidad pasaba el tiempo en parkings, bibliotecas, cafeterías o paseando por
los bosques... Un engaño tremendo con el que no ocultaba nada más que el
vacío más absoluto. Y es que, al final, “El adversario” es un cuento de terror y no solo por su desenlace.
“Una mentira, normalmente, sirve para encubrir la verdad, algo vergonzoso, quizá, pero real. La suya no encubría nada. Bajo el falso doctor Romand no había un auténtico Jean-Claude Romand.”
Antes he citado a Capote y “A sangre fría”, por
aquello del paradigma de novela de no ficción sobre una investigación criminal,
pero quizás el antecedente más cercano de “El adversario” sea otra
novela, esta sí de ficción. Hablo de “El extranjero” de Albert Camus,
también una historia sobre un asesino y su condena. Sobre todo porque la frialdad
de Romand recuerda más a aquel Meursault de glacial indiferencia para con el mundo que
lo rodea y al que todo le da igual, que a la pareja de outsiders que
asesinaron a la familia Clutter.
Por cierto que, aparte de la cinta mencionada al comienzo, hay al menos dos films más que se inspiran en la novela
de Carrère. La primera es “El empleo del tiempo” y está dirigida por Laurent Cantet. No puedo hablar de ella porque aún no la he visto. No es el caso de “El adversario” (2002) de Nicole Garcia, la que pretende ser la adaptación más fiel y a la
que le eché un ojo hace un par de días. Y para mi sorpresa está bastante
conseguida. Pasando por alto que, quizás, me imaginaba a un Romand con una jeta
diferente a la del gran Daniel Auteuil. Cuestión menor, lo sé. Quejarse de vicio lo
llaman… Porque no vi una foto de Romand hasta después de leer el libro y la
verdad es que tampoco me lo imaginaba como realmente es (o era).
“Cuando uno está metido en ese engranaje de no querer defraudar, la primera mentira lleva a otra y es toda una vida (…) Cuanto más avanzaba la mentira, más dura era revelarla”
Interesante a la par que morbosa historia. Y... quien no ha imaginado una doble vida paralela,eh?
ResponderEliminarPues la verdad es q sí. Pero no como la d este tío...
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