viernes, 31 de octubre de 2008

La trilogía de la frontera


Anteayer culminé la lectura de la conocida como “Trilogía de la Frontera” de Cormac McCarthy. Para muchos el opus mágnum de una de las pocas leyendas vivas que nos quedan en el mundo de las letras. Y es que a cada libro que leo de este tipo más aumenta mi estima por él. Lástima que estemos hablando de un personaje cuya trayectoria esté tocando ya a su fin, por una cuestión de edad. Contentémonos con que éste septuagenario conserve la suficiente lucidez mental para regalarnos un par de obras maestras más antes de dejarnos.

Este majestuoso tríptico desarrollado en esa área de transición que es la Mexamérica se compone de “Todos los hermosos caballos”, “En la frontera” y “Ciudades de llanura” publicadas en 1992, 1994 y 1998 respectivamente. Las tres se enmarcan en ese espacio rural caracterizado por un primitivismo extemporáneo que viene a ser la seña de identidad en toda la obra de McCarthy.

La primera de las novelas, poco o nada tiene que ver con ese engendro diarreico llamado “Todos los caballos bellos” dirigida en el año 2000 por Billy Bob Thornton. Vale que la película se basa –presuntamente- en la novela, pero es que la adaptación es tan patética que llega hasta a ofender. La historia de “Todos los hermosos caballos” se sitúa allá por 1949, en la frontera entre Texas y México. Cuenta la historia de John Grady Cole, un chaval de dieciséis años (¡no como el puto Matt Damon!) que tras la muerte de su abuelo decide huir a México en compañía de su mejor amigo Lacey Rawlins. A lo largo de toda la novela los dos jóvenes se enfrentarán a un mundo salvaje y hostil, debiendo sobreponerse a una marejada de violencia gratuita. El romance entre John Grady y Alejandra (Penélope Cruz en el cine) que lastra irremediablemente la película, no es más que un asunto secundario en una novela que va de otra cosa.

El Segundo volumen de la trilogía se titula “En la frontera” y es, desde mi punto de vista, el mejor de los tres. En este episodio, McCarthy nos remite a un tiempo inmediatamente anterior al de “Todos los hermosos caballos”, diez años concretamente. Centrándose en la historia de dos hermanos adolescentes, Billy y Boyd Parham, cuyas vidas darán un vuelco por culpa de una loba y de un truculento suceso familiar que les obliga a vagabundear por tierras de México en busca de lo que es suyo por derecho. Se trata por lo tanto de una extraña narración épica, monumental en las formas, desgarradora en el fondo y con un final inolvidable. De los que dejan huella.

La última de la saga, “Ciudades de la llanura”, es además de la más corta la más floja de las tres. Si bien proporciona la clave para entenderlo todo. En ella vemos reunidos a los protagonistas de las dos primeras novelas, John Grady por un lado y Billy Parham por el otro. Convertidos en dos antihéroes, con un pasado común de desarraigo y verdadero exilio interior, se darán cita en 1952 en un rancho de Nuevo México que está a punto de ser expropiado por el ejército. Con el mismo escenario fronterizo al fondo, la vida de ambos se verá atravesada por la aparición de unos valores en los que nunca encontraron acomodo. Condenados por una historia que ya no cuenta con ellos, Billy y John Grady devienen así los verdaderos supervivientes de un mundo en el que la lealtad, el valor, el esfuerzo y la vida en contacto con la naturaleza son algo más que una reliquia.

Resaltar que, por encima de los personajes humanos, los caballos tienen un protagonismo fundamental sin el cual no se entendería la historia. En la primera novela John y Lacey son dos jóvenes que trabajan en un rancho como adiestradores de potros, mientras que en la segunda Billy y Boyd son dos chavales que marchan a México a recuperar unos caballos robados. Como ya he mencionado, en la tercera John y Billy se encuentran en un rancho fronterizo y trabajan en la compraventa y adiestramiento equino. Lo gracioso es que antes de leer estas novelas los caballos me importaban un carajo. Y eso que de niño tuve alguna relación con ese mundillo que algún día os contaré. Lo cierto es que ahora y gracias a Cormac McCarthy entiendo a los que se refieren a este mamífero cuadrúpedo como noble animal.

En las tres novelas McCarthy narra sin prisa pero sin pausa y sin necesidad de levantar la voz. Puede hacerlo a través de frases cortas, diálogos lacónicos, construyendo párrafos extensos o incluyendo descripciones que de tan cinematográficas cobran vida propia. Tan destacable como la calidad literaria y la solidez narrativa es el respeto con el que trata a sus personajes. Incluso en los ambientes más sórdidos. Ni la crudeza de la vida, ni la violencia salvaje de algunos episodios apaga su esperanza, abriéndoles caminos insospechados. Y es que, a pesar de la desolación que a veces les abruma, los tipos saben que “con Dios no hay ajuste que valga” y, a la vez, son conscientes de que Dios perdona todo “exceptuando la desesperación” “para eso no hay remedio”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...