I Was a King, “Slow Century”
El primero es este bonito álbum de pop con
guitarras, fruto de la colaboración del combo escandinavo con el divino Norman
Blake. Que de hecho suena más a Teenage Fan Club que lo último de los escoceses y
no parece casualidad. También algo hay de The Byrds, de los Beatles, con ciertos ecos a bandas
del momento como Nap Eyes. Segundo álbum en la trayectoria de un cuarteto de
rubios que podría haber surgido desde algún enclave en la costa californiana, pero nada
más lejos de la realidad. Su lugar en el mundo es el ventoso y frío suroeste
noruego.
Reserva Espiritual de Occidente, “Cristo de la
Atlántida”
Seguimos con esta propuesta de folk-rock espiritual y apocalíptico, que
entronca perfectamente con los universos dibujados por David Tibet al frente de
Current 93. Si bien y en palabras de la banda, también con “las primeras etapas instrumentales de Franco Battiato, la
experimentación desprejuiciada de Pierrot Lunaire o la psicodelia inteligente
de Opus Avantra; retazos de glorias patrias como Música Dispersa, Asfalto o
Lole y Manuel; el romance pausado de Joaquín Díaz o el carácter
extático-místico de Kiko Argüello; la tristeza atávica de las voces de El
Caurel y de la copla; la brutalidad descarnada de Swans, la oscuridad y el
fango de Sunn O))) e incluso una aproximación a lo orquestal que otea desde la
distancia a Henryk Górecki o Krzystof Penderecki…”. Eso y dos huevos duros.
Mike Krol, “Power Chords”
Lo de este gachón es guitarrerismo y distorsión. Fuzz escuela San
Francisco con ciertas cadencias que recuerdan a los primerísimos Strokes. Un disco
repleto de ganchos a los que colgarse y en el que el divertimento campa a sus
anchas. Nada nuevo bajo el sol en la trayectoria de este angelino cuyo timbre de voz recuerda al de Jay Reatard. Once temas inmediatos y pegadizos que os
tienen que molar sí o sí.
Boy Harsher, “Careful”
El esperado regreso del dúo de Northampton
nos devuelve ese synth-pop de corte
minimalista y oscuro, con el que llevan asfaltando su camino desde hace un
lustro. Loops enérgicos, ritmos
machacones y por encima de todo la voz casi susurrada de la señorita Mathews. A
pesar de que el registro está orientado hacia las pistas de baile, el nuevo álbum
incorpora una serie de pasajes atmosféricos que le van la mar de bien a una
propuesta que se enriquece con cada nuevo lanzamiento.
Sharon Van Etten, “Remind Me Tomorrow”
Rotas las reticencias iniciales o
más bien harto de buscar excusas para decir que no me gusta lo que realmente me
encanta... ¡Porque menudo discazo se ha sacao
de la manga la de New Jersey! La maternidad y ese abrazo partío al mundillo de los sintetizadores le ha sentado como un guante. Y sí, hemos perdido a una
cantautora con guitarrita y aquel espíritu folk
de los inicios ya ni está ni se le espera. Pero hemos ganado a una artista mucho
más osada, sin miedo a acercarse a otros universos cómo el de St. Vincent, pero
mejor. Mucho mejor de hecho.
Ryan Bingham, “American Love Song”
La cosa ya comenzó de forma
inmejorable con el adelanto de “Wolves”. Alegato anti bullying en clave personal que anticipaba un álbum en el que el vaquero
de Nuevo México se vuelve a desnudar frente al oyente. Un trabajo muy personal
y bastante político que le reafirma como el mejor country-man de la nueva generación junto a Sturgill Simpson. ¡Y
todo eso antes de cumplir los cuarenta!
Deer Tick, “Mayonnaise”
Pieza complementaria a sus dos
álbumes más recientes, “Deer Tick vol. 1” y “Deer Tick vol.2”, en el cual la
banda de Scott McCauley ofrece versiones alternativas de varias de las pistas
allí incluidas. No contentos con eso, también nos suministran una rica dosis de
nuevo material. Confirmando por enésima vez su estatus dentro del mundillo de
la americana. En la vertiente más
macarra y juguetona, claro está. Y es que siguen siendo los más juerguistas del
bareto.
Sleaford Mods, “Eton Alive”
Paso de alabar más a estos tíos. Williamson
y Fearn son más fiables que el motor de un Audi, una cerveza Bundor o un
ensamble de Grégory Pérez. Siempre ofrecen la misma mierda y siempre coloca. Afilados
y reflexivos pero un tanto más experimentales, por establecer alguna diferencia
con trabajos anteriores. Además es el primero que publican bajo el paraguas de
su propio sello. El año que viene habrá más y también será bueno. ¿Apostamos?
Crocodiles, “Love is Here”
Pues
sí, esto es un discazo, lo diga Agamenón o su porquero. Si lo oyeran lo afirmarían
ambos, de eso estoy seguro. Séptimo largo en la trayectoria de esta particular banda
de pop-punk ruidoso originaria de
San Diego. Los mismos que se las tuvieron tiesas con el célebre sheriff Arpaio.
El dúo conformado por Brandon Welchez y Charles Rowell nos obsequia ahora con un
decálogo de canciones que beben los vientos por bandas como The Jesus and Mary
Chain. Pero también de The Fall o Sonic Youth ¿Por qué no? Álbum variadito, con
un tono general algo más oscuro que anteriores entregas, en el que llama la
atención el genial tratamiento de las guitarras. Vamos, que los riffs son una
puta pasada.
Lee Harvey Osmond, “Mohawk”
Nueva entrega en solitario del veterano
músico canadiense. Como no podía ser de otra manera, todo gravita en torno a
esa voz profunda que le ha dado Dios. Folk-blues
pantanoso, con ramalazos de psicodelia en el que, incluso, se permite el cameo
de un saxo con tintes morphinianos. Disco conceptual que nace fruto de la identidad mohawk recuperada. Y es que, ya
cincuentón, se acaba de enterar de que quienes le criaron no eran sus padres biológicos, ya que unos aborígenes se lo
cedieron a estos en adopción. Gracias a ese descubrimiento tenemos este pedazo
de álbum que entronca con la deriva del último Howe Gelb.
Ladytron, “Ladytron”
Nuevo capítulo de ese pop
abiertamente electrónico y tirando a fome
marca de la casa. La sexta, descontando recopilatorios y discos de remixes. Y es que, ocho años después del
mejorable “Gravity the Seducer”, el cuarteto de Liverpool recupera presencia
con estos trece cortes con algo de colorido adicional respecto a anteriores álbumes.
Lo cual se agradece. Álbum bastante accesible que, sin embargo y tirando de antecedentes,
dudo que capte nuevos adeptos a la causa. También os digo que no defraudará a
ningún acólito. Desde luego que a mí no.
Pedro the Lion, “Phoenix”
Quince añitos nos ha tenido el
señor Bazan huérfanos del proyecto que le dio fama y fortuna. Ese es el tiempo
transcurrido desde que se publicara “Achille’s Heel”, su anterior referencia discográfica
con Pedro the Lion. Supongo que ha merecido la pena, aunque no me hubiese
importado esperar menos. “Phoenix”
contiene todo aquello por lo que amé a
esta banda y lo seguiré haciendo por los siglos de los siglos –Amén-. Trabajo
introspectivo y tristón, en el cual Bazan revive su infancia en la capital de
Arizona. Precioso ejercicio de nostalgia.
Beirut, “Gallipoli”
Zach Condon le da una vueltecita a
su proyecto musical y nos entrega otra lujuriosa combinación de melodías pop, pero
ahora con un carácter protagónico para los instrumentos de cuerda y la sección
de viento. El músico santafecino nos vuelve a mostrar como la riqueza cultural
de la antigua colonia, va mucho más allá de las laderas de la sierra que la
circunda. De ahí esas raíces y ecos fronterizos, pero también los ambientes
orientales, la fanfarria, la mediterraneidad tanto del norte como del sur… Y
todo ello batido y sin dejar grumos. Con naturalidad.
De Staat, “Bubblegum”
Oriundos de Nijmegen, cómo aquel equipo
de mierda con el que gané todas las competiciones habidas y por haber en el PES. Además coleguitas de los
imprescindibles dEUS, que no es cualquier carta de presentación. Agrupación holandesa
por lo tanto, que vuelve a lo grande con este, su séptimo elepé. Un trabajo inclasificable y heterogéneo que integra todo tipo de sonidos tanto de la
música electrónica como del pop y hasta del hip
hop. En temas como “Mona Lisa” recuerdan a hitos del math rock como Battles. Otras van más en la línea de Everything
Everything.
Robert
Forster, “Inferno”
La mitad pensante de los Go-Betweens sigue la línea
de aquel fantástico “Songs to Play” de hace tres años largos. El genio de
Brisbane nos vuelve a obsequiar con una colección de temas, que no hacen sino ampliar
la leyenda de uno de los más grandes compositores vivos. Abusando del piano
hasta límites insospechados en varios de los momentos más
brillantes del disco y bien que me parece. Y que no os engañe la horrorosa
portada. El contenido es gloria bendita. Por momentos roza el cielo y más allá.
Drenge,
“Strange Creatures”
No por esperado menos deseado. Si bien, tengo que
reconocer que las expectativas no se han visto del todo satisfechas y por eso
lo pongo aquí al final, a modo de addenda. Y es que los adelantos en
forma de epé que presentaron
durante el 2018 condensan todo lo mejor de un álbum que
deja atrás el garaje-rock que tan bien les sentaba en los dos álbumes
anteriores. Superado el golpe inicial y tras un par de escuchas más, el disco
se disfruta. Al menos tres cuartas partes de él. O un poco menos, va... Pero a
uno le queda la sensación de que esto podría haber dado mucho más de sí. Oportunidad perdida y es una lástima.
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Buena selecció amigo,y muchas concidencias ¿no seremos parientes?
ResponderEliminarCapaz... Eso y q alguno se lo debo a usted...
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