“Los hombres son como el maíz. El sol los quema, la lluvia los empapa, el invierno los congela y la Caballería los pisotea, pero a pesar de todo continúan creciendo. Y nada de eso importa mientras haya whisky”.El para muchos mejor western de la historia o, en palabras de todo un referente como Thomas Pynchon, una de las mejores novelas americanas de todos los tiempos, es una auténtica barbaridad de libro. Y no hace falta añadir nada más. Es tremendo en todos los sentidos y que no os abrumen sus cerca de setecientas páginas cargadas de intensidad. Porque no le sobra ni le falta una coma. Es perfecta. Entre otras cosas porque no es sólo una novela de género cómo aparenta. O sea, sí que contiene todos los elementos del género que encumbró a Stewart E. White o a Zane Grey, pero es mucho más que una simple historia de cowboys. Si tuviera que explicarla, diría que es un libro sobre la justicia y el poder que se sitúa en un momento histórico –finales del siglo XIX- y un lugar –los confines del Far West, casi en la frontera con México-, como podría haber transcurrido en otra época y hasta en cualquier otra parte del mundo. Y es que el temita de marras tiene vocación universal. Hasta el punto de que “Warlock” puede leerse casi como un ensayo de cómo y porqué surge la justicia. También de cómo se sustancian las relaciones de poder.
“Se había engañado a sí mismo con sus ideales de humanidad y apertura hacia la libertad; porque la paz surge de la guerra, no de la razón. Para instaurar el sindicato tendría que haber sangre y fuego. Así había sido siempre, y las revoluciones las hacían hombres que conquistaban, o morían, y no ideas descoloridas en cerebros grises. La paz se lograba con la espada, los derechos con la espada, la justicia y la libertad con la espada, y la lucha para conquistarlas debían dirigirla hombres con espada y no por seres inútiles que predicaban la razón y la moderación.”Warlock es poco más que un campamento de frontera. Un poblacho surgido en el marco de la conquista del oeste y que aún es tierra de nadie, pero anda en proceso de llegar a ser algo más. Su aspiración es la de convertirse en un pueblo convencional, con el debido reconocimiento oficial, lo que significa que ya no imperará la ley del más fuerte sino las estructuras y la organización de la joven nación norteamericana. Esa tensión entre lo que está por venir y lo que persiste es fundamental para entender la historia. Y le sirve a su autor para contarnos como debió ser la fundación de la sociedad de su país. Ese estatus indefinido durante el proceso de cambio es lo que genera la falta de moral de unos personajes que son, con mucho, lo mejor del libro. Una colección de buscavidas que pasan de héroes a villanos -o simplemente a personajes incómodos-, en menos de lo que canta un gallo. En ocasiones sucede justo lo contrario.
En este sentido, es impresionante el tratamiento de esos personajes. Lo bien definidos que están, tan humanos y creíbles. No hay ligereza o descuido en el trazo, son personas de verdad, repletas de contradicciones, intenciones, motivaciones y un pasado. El de algunos incluso más oscuro que el de Jacko o el de la Madre Teresa de Calcuta. Caracteres de aquellos que encumbran cualquier historia. Desde el ayudante Gannon hasta la mojigata e hipócrita señorita Jessie y su doctor pagafantas. Pasando por Brunk, el vocero oficioso de los mineros, y su antagonista el pérfido McDonald, gerente de la mina Medusa. O Abe McQuown y sus cuatreros del rancho San Pablo, a los que se enfrenta el Comisario Blaisedell –aka “El hombre de las pistolas de oro”. Y el borracho del juez Holloway que junto al loquer del General Peach representan visiones antagonistas de la cosa pública que mejor no desvelaré. O esa extraña pareja que son – o más bien fueron- Kate Dollar y Tom Morgan aka “el Crótalo Negro” de Warlock. Cada uno de ellos con un leitmotiv que los dota, no ya de verosimilitud, sino de auténtica realidad.
“-¡Yaa-júu! ¡Soy el hombre más malvado del Oeste! ¡El Crótalo Negro de Warlock! ¡Mi madre fue una loba gris y mi padre un puma, y los estrangulé a los dos el día en que nací! ¡Yaa-júu! –gritaba-. ¡Mataré a todo el que se mueva, así es que quietos o moriréis, hijos de puta; y si tenéis que moveros, hacedlo a rastras! ¡Puedo escupir a un hombre a cincuenta metros! ¡Tengo rayos en las dos manos, me peino con gatos monteses y me lavo los dientes con alambre de espino!Pese a su densidad, “Warlock” es un libro que atrapa desde el primer instante por ambientación y por historia. La trama principal, pero también unas subtramas tremendamente jugosas. Y como no, gracias a la abundancia de diálogos con mucha miga que dotan al relato de un equilibrio asombroso. Sin olvidarnos del cúmulo de personajes anteriormente mencionados, a cada cual más atractivo y con los que, de una u otra forma, llegamos a empatizar.
“Pero hay algo más –prosiguió frunciendo algo más el entrecejo-. Yo no… Yo…-Algo más aparte de ser más rápido –apuntó Gannon.- Eso es. –Blaisedell pareció aliviado-. Se trata de ser mejor. Un hombre ha de tener orgullo, pero ese orgullo debe sustentarse en una razón. Ha de ser auténtico, como he dicho. –Blaisedell sonrió fugazmente-. Supongo que me entiende. Los dos estáis igualados, en la calle. Es como si dos partes lucharan en el interior de un todo; antes incluso de que nadie saque el Colt. Dentro de uno. Y tienes que saber que eres la parte que va a ganar. Es decir, tienes que estar convencido.-Sí –dijo Gannon, porque lo entendía.-No puede engañarte a ti mismo –concluyó Blaisedell.”
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