El sábado por la noche, en una sala El Loco a rebosar de gente y en medio de un calor asfixiante –¡los encargados del recinto se lo deberían hacer mirar!-, pudimos asistir al concierto de los británicos Kitty, Daisy & Lewis. Se trataba de su segunda aparición por estas tierras de Dios y fue mucho más multitudinaria que la anterior, seguramente por el buen sabor de boca con el que salió la gente de aquel primer concierto en Valencia. El caso es que no acabo de entender el furor que causa esta familia feliz consagrada al rock’n’roll revival, al rockabilly y al blues de corte blando entre mis convecinos. A ver, me explico, su primer disco estaba bien. Suponía un soplo de aire fresco en el mundillo de la música, dicho esto con todas las reservas del mundo ya que la propuesta de los hermanos Durham tiene poco de novedosa. Con todo, el verlos a ellos tres ahí tan guapos y jóvenes, junto a sus papas, homenajeando a gentes como Louis Prima, Louis Jordan o incluso a Elvis Presley y Johnny Cash, tenía su aquel. Pero entonces llegó el éxito comercial, las buenas críticas y muy posiblemente la autocomplacencia. Así que se embarcaron en la grabación de un segundo álbum, aquel al que los críticos musicales suelen referirse como el de consagración… pero no. Y sí, lo sé, yo también he leído por ahí que este disco les reafirma como una de las bandas punteras del panorama internacional y que sus trece cortes son joyitas de profunda calidad rítmica que muestran un inagotable compromiso con la autenticidad. También que ha cautivado a gentes tan dispares como los Eagles of Death Metal, al tío de Coldplay o a la difunta Amy Winehouse (que ahora que lo pienso, no sé cuando coño escuchó el disco). Pero insisto, “Smoking in heaven” es más de lo mismo, pero peor. Joer si es que hay momentos –muchos- en los que suena hasta mal y de no ser por canciones como “Don’t make a fool out of me”, “Messing with my life” y en menor medida el single de presentación “I’m so sorry”, me atrevería a calificarlo como una auténtica mierda. En fin, para gustos los colores.
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Con todo, como os he dicho al comienzo, acudí a verles. Fui junto a un montón de amigos, algunos más entusiastas que otros, pero creo que la mayoría de ellos salieron encantados. A mí simplemente no me disgustó, con lo que ello supone. O sea, que pagar 6 euros para descubrir a alguien y pasar un buen rato no está mal, pero gastarse casi 25 napos y que lo único que se pueda decir al finalizar es “pues no estuvo mal”, es una auténtica putada. Porque no estuvo mal, la verdad, los chiquitos tienen carisma, el sonido fue bastante bueno, la recurrencia a los hits de su primer álbum -“Going up the country”, “Polly put the kettle on”…- fue acertada y la decisión de versionear el “I’ve got my mojo working” de Muddy Waters estuvo genial, pero en general me aburrí y, con las excepciones señaladas, tuve la sensación de que la cosa iba languideciendo hacia el inevitable final. Ni siquiera me emocionó cuando salió a escena ese genio de la trompeta de, ¡86 años! En fin, otra vez será, ¿larga vida a Kitty, Daisy & Lewis?, el tiempo dictará sentencia.
lunes, 3 de octubre de 2011
Revival y sofoco en El Loco
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