Es
evidente que Guadalupe Plata no han inventado la pólvora.
Su fórmula -y
mira que abuso
de esta
palabreja en mis posts
musicales-
apela al blues
de
toda la vida de
Dios.
Música
de raíces negras convenientemente electrificada, tal como hicieran
todos
aquellos hermanos que en los años 30 marcharon
hasta el norte industrial de
los estates
para
ganarse el pan.
En
definitiva y
a lo que iba es que originalidad,
lo
que se dice originalidad en
la receta Guadalupe
Plata,
pues cero
patatero.
Lo
cual no quita que el trío de Úbeda haya sabido llevar todo ese
bagaje de negritud sureña hasta nuestro sur y
cantando en castellano, lo que no es poco, sonando
tremendamente veraces y -¡oh sorpresa!- contemporáneos.
Venían
los chicos capitaneados
por don
Perico de Dios hasta
Valencia para
presentarnos su tercer trabajo. Un disco homónimo, como los dos
anteriores, que
les sitúa de nuevo en el Olimpo del rock surgido de entre las
entrañas de la piel de toro. Álbum con una llamativa portada muy
acorde a la imagineria y a la estética que la banda andaluza se
gasta. Álbum sin titulo como ya he dicho, para no perder la
costumbre, lo cual será una
jodienda para todos aquellos que, dentro de unos años, comiencen a
buscar el material que ahora,
de forma incomprensible,
están
dejando
pasar. Aunque
eso ya es (o será) otra historia. Y no
seré yo quien
se halle en semejante
tesitura.
Ya
llevo unos añitos
deleitándome con esta propuesta aparentemente intrascendente que,
paradojicamente -y aquí me
la juego-,
llegará mucho más lejos que la
practicada por otros
popes del indie
patrio
tan
acostumbrados ellos
a
recibir
ventoleras
y hasta huracanes a
favor de causa. Y
sino tiempo al tiempo.
Todo
transcurrió en el
marco de una
sala Wah Wah que colgó el cartel de no hay billetes, como no podía
ser de otra manera. En un ambiente de sudoración y falta de aire que
le iba la
mar
de bien a lo que allí se venía
a ofrecer.
Nunca
“Rata” y “Huele a rata”, tocadas una a continuación de la
otra, cobrarán tanto sentido como
lo hicieron anoche.
Aunque
bueno, también “Serpientes negras”, sobretodo vistas algunas
actitudes del a veces poco respetable. Muy puntuales, eso sí. Y
en ese contexto fue como Guadalupe Plata fueron
desempolvando
todo su repertorio, desde “Tormenta” a la popular “Calle 24”, desde “Milana” a “Oh! My Bey!”. Hipnotizando a un público con muchas ganas de mandanga que se entregó a los ebdetenses desde
el minuto uno al noventa y tres, descuento en forma de bises incluido. Hasta el punto de que no nos hubiera importado disfrutar
de una prorroga e incluso, si se hubiera terciado, llegar a penaltis. Gran concierto el
ofrecido por los jienenses,
si señor. Uno
de esos en los que cobra sentido aquella afirmación, demasiadas
veces gratuita, de que las bandas crecen en los directos. Guadalupe
Plata sí son una banda de directo. Es más, con el escaso bagaje que
me da el haberles visto un par de veces diré que son sobretodo eso.
No os los perdáis si os pilla cerca y con la cartera llena.
Por
cierto y
ya para acabar, comentar que
los cachivaches que calza el señor Martos son una auténtica pasada.
Agur ratas de dos patas...
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