He leído por ahí que la publicación de “La fábrica de avispas”, debut literario de Iain M. Banks, autor más conocido por sus novelitas sci-fi, supuso un auténtico bombazo en las Islas Británicas. Vamos, que desde ese momento autor y obra pasaron a la difusa categoría del culto literario, si es que eso significa algo hoy día visto lo visto y sobretodo leído lo leído. Y es justo ahora, tres décadas después de su aparición y con el autor ya criando malvas cuando este menda se ha acercado hasta los mundos interiores de Frank Cauldhame, el sociópata adolescente protagonista de la novela.
“Hace años que no mato a nadie y no pienso volver a hacerlo nunca más. Fue solo una mala racha que estaba pasando”. Con esta abrumante lógica de perturbado justifica Frank sus crímenes. Porque el amigo es un asesino familiar que despunta en las ligas menores pero no aspira a llegar hasta el profesionalismo. Al menos eso es lo que él cree, porque sus razonamientos y los descubrimientos a los que iremos asistiendo a lo largo del libro, nos llevan a pensar otra cosa. En este sentido la mencionada fabrica de avispas viene a ser la obra cumbre del universo Frank. Un cachivache oracular en el cual lee el futuro mediante el sufrimiento y muerte de estos insectos. Telita…
Con todo y aunque de lo leído pudieráis extraer lo contrario, no es esta una historia de psychokillers. Es más, Banks ni siquiera se recrea en detalles escabrosos, ni aún a la hora de narrar los estrambóticos crímenes perpetrados por el chavalín.
Entiendo que allá por los ochenta la lectura de esta novela resultara estomagante. Hoy día no me lo parece en absoluto, salvo que seas un cagarrita con el estómago más sensible que el de un koala. Con todo no me ha parecido un mal libro. Y aunque al principio cueste cogerle el ritmo, a medida que van pasando páginas consigue que te sumerjas en el maravilloso mundo de Frank Cauldhame. Uno que no comparte con el resto de la humanidad y a Dios gracias.
martes, 31 de marzo de 2015
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