Tratando de no resultar categórico en mi afirmación, diré que la
sección de largometrajes de producción propia que ofrece el catálogo
de Netflix es, cuando menos, mejorable. Siéndolo diría que el mencionado catálogo es básicamente
mugre. Y es que, si bien es cierto que en materia de documentales su producción
es bastante buena y en lo que respecta al competido mundo de las series suelen ofrecer
productos interesantes, en el asunto de las películas Netflix no parece dar con la
tecla. Para muestra sus dos últimos estrenos: “Annihilation”
de Alex Garland y “Mute” de Duncan Jones. A ver cuál de las dos es más mala.
Cuando vi la segunda película en la todavía incipiente filmografía
del director de “Ex Machina” pensé en lo que dijo aquel abuelete al que otorgaron fama los del APM? Lo que pasa es que después vi “Mudo”, obra del hijísimo -el
perpetrador de esto- y ahí me explotó la cabeza. Releyendo mi entrada a
propósito de “Warcraft”, observo que ya mostraba dudas sobre si Duncan Jones levantaría
cabeza tras semejante mojón. Es obvio que no. Y es que el tío no ha hecho sino hundirse más en ese cenagal de caca en el que anda buceando a costes pagados. Que lo disfrute.
Pero vayamos por partes. Hablemos
primero de “Aniquilación” con Natalie Portman y Oscar Isaac dando asco desde el
minuto uno. Antes que nada mostrar mi sorpresa ante la reacción de bastantes
críticos –no todos, a Dios gracias-, que la consideran como una de las mejores
películas de ciencia ficción de los últimos tiempos. ¿Comparada con qué? Les
preguntaría yo. Si es con “Mute” me callo. Me parece inexplicable lo de las
críticas positivas por varios motivos. Como comentaba con un amigo, es más que
evidente que la cosa es un pastiche o más bien un batiburrillo de referencias
que van desde “La llegada” a la obra de Tarkovski, pasando por “The Descent” y con
momentos David Lynch, pero en malo. O en aún peor, si nos referimos al último
film mencionado. Y ejecutada con el mismo presupuesto del que disponía Villeneuve
para rodar su obra maestra, ¡que tiene cojones la cosa! Que se habrán gastado
la pasta en mariscadas y en alcohol de marcas premium, digo yo… Porque para hacer esta mierdaca,
o dicho de una manera castiza, que para este viaje -que parece una parodia sin
gracia y en clave femenina del emprendido por River Phoenix & Co en “Cuenta conmigo”, aunque con elementos dignos de la infame “Prometheus” y cierto aire a
“El tiempo que queda” de Ozon- no hacían falta tantas alforjas.
Mención aparte merece el desempeño del elenco actoral. Lamentable de principio a fin. Todas y todos se ganan una pedrada que los deje tiesos en alguno de esos parajes multiflorales diseñados con alguna herramienta similar al paint, donde se desarrolla gran parte de la trama. ¿Y qué decir del gusto por los colores desvaídos? Pues que Garland es un pintor frustrado y por eso compone sus escenas cuál lienzo… Al menos eso he leído por ahí… En fin… Lo que sí debe ser es aficionado a los Critters, a los Ghoulies y a todo el animalario presente en la serie B ochentera. Solo así se explica la presencia de los simpáticos, a la par que ridículos, zoomorfos que aparecen hacia el final de la cinta…
En lo de las interpretaciones simbólicas y sentidos metafóricos paso de entrar. Con papas se lo coman.
Mención aparte merece el desempeño del elenco actoral. Lamentable de principio a fin. Todas y todos se ganan una pedrada que los deje tiesos en alguno de esos parajes multiflorales diseñados con alguna herramienta similar al paint, donde se desarrolla gran parte de la trama. ¿Y qué decir del gusto por los colores desvaídos? Pues que Garland es un pintor frustrado y por eso compone sus escenas cuál lienzo… Al menos eso he leído por ahí… En fin… Lo que sí debe ser es aficionado a los Critters, a los Ghoulies y a todo el animalario presente en la serie B ochentera. Solo así se explica la presencia de los simpáticos, a la par que ridículos, zoomorfos que aparecen hacia el final de la cinta…
En lo de las interpretaciones simbólicas y sentidos metafóricos paso de entrar. Con papas se lo coman.
Hasta el póster vintage es cutre... |
Y ahora voy con “Mudo” o la enésima
intentona en recrear el universo “Blade Runner”. Cutremente. O incluso peor que cutremente. Otro
engender en el cuál se han gastado una pasta gansa en no se sabe bien qué.
Y lo que es peor, la primera película de Jones tras la muerte de sus padres, a
quienes se la dedica (no es difícil imaginarse al Duque Blanco y a su primera esposa revolviéndose en sus tumbas por ello). Lo mejor que se puede decir de "Mudo" es que pasa un ratito antes de que te percates de que todo
lo que está pasando en pantalla te importa una mierda. Es bueno que sea así y lo
digo en serio. Si no sería absolutamente imposible tragarse las más de
dos horas de metraje de tamaño bodrio.
Respecto a los protas decir que
aquí están igual de mal o incluso peor que en “Aniquilación”. Pero al menos te
ríes con algunos. Y es que si esa no era la intención del hijísimo a
la hora de idear a Mr. Moustache y a su colega el pedófilo pelofiesta, yo ya no
entiendo nada. No. Probablemente no lo era, para que nos vamos a engañar. Como
tampoco cuando decidió que el papel principal iba a recaer en un absurdo amish 2.0 y que lo iba a interpretar un sueco con cara de andar
cagándose encima durante toda la película. Estamos ante uno de las actuaciones más
lamentables que yo recuerde en mi ya larga trayectoria de cinéfago. Para
haceros una idea, está al nivel del que hacía de emperador del Japón en “El último Samurái”, del Tommy Wiseau de “The Room” o de Mariah Carey en “Glitter”.
Bueno o cualquier rol al cargo de Colin Farrell, con especial mención al oxigenado novio de
Patroclo, “Alexander” por obra y gracia de Oliver
Stone y la madre que lo parió.
Espantosas ambas dos y no merece
la pena añadir más. Bueno sí, que al parecer “Annihilation” no es propiamente
una producción de Netflix sino de la Paramount. Y que al ser estrenada en los
EEUU se metió tal hostia en taquilla que decidieron ahorrarse la distribución internacional y se la endosaron a Netflix. Pues muy bien. Lo mismo me da que me da lo
mismo. Sigue siendo un ñordo catedralicio.
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