The Jayhawks. “Black Roads and Abandoned Motels”
El décimo álbum en la trayectoria de la banda de Minnesota, es
un nuevo muestrario de esa luminosidad melancólica marca de la casa. Un rasgo
que viene caracterizando su música desde tiempos inmemoriales y que los hace no
grandes, sino enormes. Y ello con o sin Olson a los comandos, mal que le pese a
demasiado crítico profesional. Conste que yo también prefiero aquellos Jayhawks.
Eso y que parece evidente que este disco no alcanza el nivel de las obras
surgidas durante el periodo bifronte. Quizás acercarse a ese horizonte resulte imposible.
Pero de ahí a afirmar que estamos ante un disco mediocre, un refrito de cosas o,
como ha insinuado alguno, la última mierda que cagó Pilates, pues como que no
lo veo. Lo cierto es que “Black Roads and Abandoned Motels” me parece un
trabajo notable y hasta glorioso en algunos de sus mejores momentos. Que
tampoco es fácil determinar cuáles son, ya que el nivel de las once canciones es
sumamente parejo. Para bien, se entiende. Casi todas ellas compuestas a medias con
otros artistas. Al parecer con la intención de ser interpretadas por esas voces.
Las de Jakob
Dylan, Dixie Chicks o Ari Hest entre otros. Supongo que también molaran en boca
de los susodichos. Pero no tanto como cuando las canta Gary Louris. O Karen Grotberg y Tim O’Reagan que aquí participan y
mucho de la fiesta.
Profligate “Somewhere Else”
Estos nuevos Profligate, erigidos
en dúo después de que Noah Anthony haya invitado a subirse al carro a Elain
Khan, resultan mucho más interesantes que cuando publicaron “Videotape” o
“Finding the Floor”. Como en ese pasado aún reciente, la cosa sigue transitando
por los derroteros del ambient, lo industrial y hasta la EBM. Si bien, ahora todo se torna un
tanto más denso y oscuro. Y medido y lúcido y tenso y angustioso y nosecuantas cosas más. Deslizándose hacia
postulados propios de la darkwave que
le sientan la mar de bien. Las texturas y sonidos que lo componen, esos ritmos
repetitivos y pegajosos, las disonancias, los zumbidos y crujidos, el juego de
voces chico – chica, que en la mayoría de las veces no es más que un spoken word susurrado, hacen que la
escucha de este álbum se convierta en una experiencia sumamente especial. Maravilloso
rompecabezas sonoro.
Dead Combo “Odeon Hotel”
Accedí a lo nuevo del dúo lisboeta, aquí en modo orquesta tras la incorporación de varios
invitados, gracias a Bboyz como en tantas otras ocasiones. No es que no les
conociera. Cuestión esta imposible tras su aclamada participación en aquel
maravilloso programa gastro-viajero que conducía el fallecido chef Anthony
Bourdain. Lo que pasa es que nunca me los tomé demasiado en serio. Eso hasta
ahora y gracias a la aparición de este tremendo “Odeon Hotel”. El séptimo elepé
de una banda cuyo sonido transita entre la música para películas, el rock
sahariano, el fado, los spaguetti western
e incluso esa cosa a la que llamamos americana.
Gótica en el caso de “I Know, I Alone”, una de las mejores canciones del álbum
y que cuenta con la voz cavernosa de Mark Lanegan al frente. ¡Recitando un
poema de Pessoa en inglés! Otras de mis favoritas son “In a Mellotron”, “The
Egyptian Magician” - que también recuerda un poco a los Gutter Twins, aunque
aquí no cante ni Lanegan ni Dulli ni nadie-, o “Theo’s Walking”.
Jim James “Uniform Distortion”
Como diría mi amigo Txarls, Jaime
al cuadrado nunca decepciona. Ya sea con su banda madre, en proyectos
colaborativos o en solitario -como en el caso que nos ocupa-, el músico de
Louisville siempre tiene buena mierda para ofrecer. Y eso que en este “Uniform
Distortion” se muestra mucho menos experimental que en trabajos anteriores. Porque,
digámoslo ya, estamos ante un disco de lo-fi
guitarrero que transita por los derroteros del rock gringo de toda la vida. Indicado tanto para fans de Neil Young
como de los Drive-by Truckers, si es que se puede ser fan del uno y no de los
otros. El caso es que, al menos yo, le agradezco que en este momento de la vida
se haya dejado de pajas mentales y nos entregue algo tan crudo, rápido y, en
definitiva, rocker como este trabajo.
El quinto en la trayectoria en solitario del amigo Yim, si incluimos los dos álbumes
de versiones que publicó en los años 2007 y 2017. Y sí, por si no se notaba,
certifico que me encanta. Creo que es su mejor obra desde aquellos primeros elepés
de My Morning Jacket. Uno de los claros aspirantes a disco del año para esta
bitácora.
Ovlov “Tru”
Delicioso ejercicio de nostalgia noventera
el que nos regala este cuarteto de Newtown, Connecticut. Un disco labrado a
base de guitarras pesadas y con una sensibilidad que se haya a mitad de camino
entre el shoegaze de gentes como My
Bloody Valentine y el indie-rock de
iconos de (mi) juventud como Pavement o Dinosaur Jr. Muy especialmente en lo
que respecta a este último y es que, si lo que suena en canciones como “Short
Morgan” no es la jazzmaster de J.
Mascis que baje Dios y lo vea. Y si tiene huevos que me lo refute. Le doy también la razón a Bboyz en lo de Cloud Nothings. Dylan Baldi podría formar
parte de Ovlov y a nadie nos extrañaría. En definitiva, que siempre es un
placer toparse con este tipo de sonoridades que tantos buenos recuerdos me traen.
La Ciencia Simple “III V VII”
De las bondades de este “III V
VII”, tercer disco en la aún corta trayectoria de los santiaguinos La Ciencia
Simple, ya di buena cuenta por aquí. Fue con motivo del apabullante directo ofrecido
en la Sala El Farol de Valparaíso a finales de agosto. Venían justamente a presentar
este álbum. Un ejercicio de rock instrumental y experimental en el
que las atmósferas y los muros de sonido son la punta de lanza. Un trabajo tremebundo en el que se aprecia la huella
de Explosions in the Sky, Duster, el narkopop
de Wolfgang Voigt, Slowdive y los primeros This Will Destroy You.
Ought “Room Inside the World”
Ought es la banda de Tim Darcy, trasunto
escuchimizado de Joseph Gordon-Levitt que durante el pasado año debutara en
solitario con “Saturday Night” (Número 16 en mi lista de Lo milloret de lo milloret 2017). Y la verdad es que poco o nada tiene que ver aquello con esto.
La actitud crooner del artista canadiense
en su faceta de solista, se diluye en un proyecto como el de Ought, instalado
en la vanguardia del post-punk modernete
desde hace tres discos. Con ecos a los últimos Girls Names, también a Editors, pero
sobre todo a los primeros álbumes de Interpol. Más en lo que respecta a “Antics” y al “Our Love to Admire” que a “Turn Out
the Bright Lights. Lo cierto es que la banda de Montreal no aporta nada nuevo al género. En el caso de este disco, incluso renuncia a
la senda “experimental” emprendida con “Sun Coming Down”. Entonces se dijo –y
así lo parecía- que estaban tratando de desarrollar un sonido algo más alejado
a la lógica del género. Pero poco o nada queda de aquello. Aunque tampoco
importa. Creo que con “Room Inside the World” han facturado un disco notable
que funciona a la perfección desde la primera a la última canción. De hecho a
mí me gustan más estos Ought “convencionales”. Entre otras cosas porque creo que
es en esta versión, cuando más brilla la profunda voz de Mr. Darcy. Que al
final, como diría el tío de “Sinopsis de Cine”, es lo que le da calidad a la
película.
Moaning s/t
Más post-punk, aunque no sé si tan formal como os decía del disco
anterior. Sí que resulta un tanto más enérgico y oscurete. Banda que surge de
Los Ángeles, California, aunque parezca raro. Una formación que, tal como
anticipan con la elección del nombre, sustenta su sonido en el gemido de
guitarras y en una dimensión vocal bastante fría y lineal. Con esos
ingredientes acaban definiendo una fórmula que en ocasiones me recuerda a los
suecos Holograms, pero en otras a los primeros The Pains of Being Pure at Heart.
Antes de que la china se tirara del carro en marcha. También a algún que otro
icono de la milonga shoegazer (je
je). El caso es que para ser unos pipiolos y este su debut, se les ve curtidos.
Desde luego el que debería pasar a la historia como su álbum homónimo, destila
robustez por los cuatro costados.
Lucrecia Dalt “Anticlines”
Anduve bastante colgado de este extraño
disco de electro-pop espacial tras el que se esconde una ingeniera colombiana
residente en Berlín. Lo etiqueto así por decir algo, ya que lo que suena en los
catorce cortes que integran “Anticlines” puede definirse tal como yo lo he
hecho, o de cualquier otra forma y tampoco pasaría nada. La cosa va de zumbidos,
crujidos, frotado de copas, ruido de grillos, pequeñas explosiones, goteos y
hasta gorjeos, theremines,
sintetizadores… Por encima de todo eso, se respira un halo de misterio que en
ocasiones recuerda a la mismísima Juana Molina. Si bien, lo que hace Lucrecia
Dalt suena más extraño que cualquiera de los discos de la multifacética artista
argentina. Supongo que se trata de explorar. O de explorarse. Y que mejor
manera de hacerlo que tirando de los conocimientos adquiridos
cuando uno es un profesional de la ciencia. No solo como herramienta a la hora
de componer, sino también en aras a construir un imaginario propio. En consonancia,
la parte vocal resulta fundamental. Con esos spoken words en los que la colombiana tira de jerga geológica y nos adentra en los mundos de la física.
Insondables para mí. Si bien, aunque no entienda un carajo, mola un puñao. Believe in me.
Zu93 “Mirror Emperor”
Siempre es grato reencontrarse
con la poesía del señor David Tibet. Cierto es que la tenía aparcada desde hace
tiempo y ni tan siquiera soy capaz de recordar la última vez que me paré a
escuchar alguno de sus trabajos con Current 93. Con todo, el haberme topado con
este proyecto colaborativo entre el músico británico y la banda italiana Zu, es
de lo mejor que me ha pasado durante el 2018. En lo musical, se entiende. Esta
forma de compartir galones se ha concretado en un álbum con aires neofolk, que destaca principalmente por
sus atmósferas densas. Con una instrumentación clásica de cuerdas muy delicada
y una percusión bastante suave, sobre la que se vierte la voz desgarrada de
quien estuviera con los seminales Psychic TV. Aunque “Mirror Emperor” también
incluye sus momentos de electricidad. Pero para nada rompen con el concepto en
torno al cual pivota todo el disco. Ni con las soflamas de este pastor laico al
frente de una orquesta de cámara pagana. Podría haber sido la banda sonora de
las huestes de Juliano “el apóstata” durante la batalla de Ctesifonte. ¡¡¡No flipo yo ni ná!!!
John Prine “The Tree of Forgiveness”
No he seguido demasiado la
trayectoria de John Prine. Su obra no me es absolutamente ajena, pero os
mentiría si dijese que es uno de mis folk-singers
favoritos, de los que nunca se me pasa un lanzamiento. También es verdad que
cuando el tipo comenzó a grabar discos este menda ni había nacido. Sin embargo,
con este último, que debe ser el veintitantos en su larguísima trayectoria, ha
conseguido tocarme en lo más profundo. Y es que estamos ante un trabajo de una sensibilidad y con un lirismo primoroso. Un álbum que debería hacer
las delicias de todos aquellos que se declaran amantes del folk de raíces y del
country a bajas revoluciones. Bueno y de la música en general…qué collons!!! Álbum redondo y muy, pero
que muy, bonito. Otorgándole toda la profundidad que se le puede dar al
término. O sea, que no solo resulta agradable, útil, satisfactorio o
importante, sino que es bello. Enormemente bello. Y es que hay momentos en los
que escuchar a John Prine recitando estrofas, me ha recordado al último Johnny
Cash. Poca broma. Escuchad “Lonesome Friends of Science”, por poner un ejemplo.
O “No Ordinary Blue” que es la que va justo después. También hay algo de Dylan
por ahí. …’enga vaaaa… Ya lo dejo.
King Dude “Music to Make War to”
Dejé escrito en alguna red social,
que este es el mejor disco publicado jamás por el rey coleguita. Al nivel de
sus colaboraciones con Chelsea Wolfe y por encima del “Songs of Flesh &
Blood – In the Key of Life” (2015) que era mi favorito hasta la fecha. Igual me
dejé llevar por la pasión y obnubilado ante la grandeza del nuevo material,
hice de menos cosas como las ya mencionadas, o aquellos maravillosísimos “My
Beloved Ghost” del 2010 y “Burning Daylight” del 2012. Y es que lo de este gachón es muy grande. Surgido de los
poco delicados ambientes blackmetaleros
para emprender un proyecto como este, a medio camino entre el neofolk y la americana. Cruce imposible entre Johnny Cash y Death in June,
pasando por el reverendo Edwards y sus misas oscuras al frente de Wovenhand. Lo
que hace TJ Cowgill con estas canciones para la guerra, es ofrecernos la banda
sonora alternativa de aquella primera temporada de “True Detective”. La buena.
Y con todo el imaginario del gótico sureño a su disposición. Al menos hasta
mitad del álbum. Bueno y también con ese tremendo corte final que es “God like
me”. Lo otro es una suerte experimentación con elementos glam-roqueros -y hasta cabareteros- bastante chula, la verdad.
Vamos, que igual me pasé aseverando que estábamos ante lo mejor de King Dude,
pero nunca tanto. Me reafirmo en que es una puta maravilla cortada en diez trozos.
Un trabajo absolutamente cautivador.
Juliana Hatfield “Juliana Hatfield sings Olivia
Newton-John”
Vale sí, esta elección chirría
por los cuatro costados. Pero es que me parece tal marcianada y quiero tanto a la Hatfield y a la Olivia, ¿qué cómo no
me iba a gustar? Bueno, antes que nada y en lo que respecta a la rubia protagonista
de “Grease” tengo que matizar. Supongo que la atracción viene más por un rollo de
sexualidad adolescente que por cualquier otra cosa. Y es que, por mucho que me
esfuerce -¡y os juro que lo he hecho!-, soy incapaz de ver del tirón ninguna de
sus películas bailongueras -¡Perdóname
Travolta!-. Una vez expuesto esto, vamos al tomate. Y por supuesto que en el
caso de Juliana Hatfield no hay justificación ni tampoco medias tintas. Me declaro
incondicional de la de Maine. Con o sin trío, a cuatro manos junto a Paul
Westerberg, o con los olvidados Blake Babies, por la Juli yo mato. O como se
dice por estos lares, me agarro a combos con quien se tercie -weón culiao CTM!!!-. El disco viene a
ser una relectura de catorce temas de pachanga
popera que la actriz y cantante australiana compuso –o le compusieron-
entre los años setenta y lo primeros ochentas. Una mierdaca de repertorio vaya.
Aun así mola como la Hatfield es capaz de dignificarlos, llevándolos a su territorio.
En alguna ocasión, como con “I Honestly Love You (Reprise)”, “A Little More
Love” o “Xanadu”, los julianiza hasta
tal punto que no desentonarían en cualquiera de sus discos de los noventa.
Luego hay otros cortes, como “Dancin’ ’Round and ‘Round” o “Make a Move on me”,
que podrían venir firmados por la mismísima Courtney Barnett. Y no es broma.
Los Andes “Obras Cumbres”
Bonito ejercicio de armonías
vocales y melodías tarareables el que protagonizan estos veteranos de la escena
bonaerense. Un cuarteto de músicos que confluyen aquí por vez primera para
componer este álbum de power pop enérgico
y de adhesión instantánea. Con un apreciable
repertorio de diez canciones de su propia cosecha, a las que suman un par de
versiones de Phonograph y Teenage Fanclub. Todo ello ejecutado a cuatro voces y
en un bonito castellano con acento trasandino. Disco facilito y resultón. Me
encanta la portada con esa cordillera compuesta a base de deliciosos volcanes
de manjar recubiertos de chocolate.
Chastity “Death Lust”
Como le leí a algún fenómeno en tuister o en llutuve, esto de Chastity viene a ser una reinterpretación del
universo Deftones hecha para millennials.
¡¡¡Pero como chanan mondié!!! Es que
suenan tremendos. O suena, dicho en singular, ya que detrás del proyecto tan
solo anda un chavalín, bastante amargao, nacido
y residente en un poblacho de Ontario. Alguien cuya voz y en sus momentos más
sosegados, me recuerda a David Bazan. Tanto que, al escuchar canciones como
“Suffer”, fantaseo con la posibilidad de que el ex Pedro the Lion la hubiera
compuesto. Aunque para eso debería haber nacido
metalero y no haberse caído dentro de la marmita del slowcore. Ya sé que lo flipo, pero me divierto. “Death
Lust” parece el típico disco de angustia adolescente hecho por un crío con talento
y muchísima actitud. ¿No os suena a aquello que surgió en Seattle a comienzos
de los noventa? Pues eso. Un joven cabreado con el mundo que le ha tocado vivir
y que es capaz de combinar a los mencionados Deftones, con la faceta más
guitarrera de Smashing Pumpkins. Algo bastante evidente en ese temazo que es “Children”,
posiblemente el mejor corte de todos. También le veo algo de los Stone Temple
Pilots en “Heaven Hell Anywhere Else”. Buen
pepino, sí señor.
Ty Segall “Freedom’s Goblin”
Como viene siendo la tónica
habitual, la vendimia en Viñas del Ty está resultando altamente satisfactoria
durante este ejercicio que aún no acaba. Desde aquellos parajes sitos en algún
lugar de California, su enólogo estrella nos ofrenda otra magnífica gama de
productos entre los que se incluye un entretenido ensamble. El “Joy”, de color
picota garagero y ribetes
psicodélicos. Intenso en nariz, fresco en boca, con unos taninos más pulidos,
fruto de la participación del enólogo Tim Pressey, pero con ese punto de acidez
tan del rubiales de Laguna Beach. Con todo, lo más interesante en la producción
2018 de esta reputada bodega, lo hayamos en “Freedom’s Goblin”. Ambicioso
producto que ahonda y mejora todos aquellos aspectos que hacen que los caldos
de esta viña sean una referencia ineludible para cualquier wine lover. Excelente mejunje
en donde la sensibilidad melodiosa que Segall ha cultivado durante años, ha
florecido por completo. Manteniendo intacto ese paso fresco, frutal, con buena
acidez y de sensaciones golosas que forma parte de su espíritu primordial. Un gran
vino de fácil y buen beber y como siempre a un gran precio. ¡Encima esta vez
viene en formato jeroboam! “Viñas del Ty”
confirma que siempre es un valor seguro.
Alberto Montero “La Catedral Sumergida”
Una de las cosas que más lamento
de estar a un océano de distancia de la tierra que me vio nacer, es no poder
asistir a las presentaciones en directo de “La Catedral Sumergida”. Esas performances con acompañamiento
orquestal, desarrolladas en maravillosos parajes poco habituales para estas
lides, como son Les Coves de Sant Josep en la Vall d’Uixò o el teatro romano de
Sagunto. También en la Capilla del Corpus Christi del Convento de Vila Nova de
Gaia, que visto desde aquí, tampoco me quedaba tan lejos. El caso es que me
encanta la voz grave y esa preeminencia del piano tan definitoria en la música
del artista del Puerto de Sagunto. Esa forma tan particular de interpretar el
mundo y entender la música. Con letras llenas de poesía y simbolismos, en el
marco de unas composiciones que recogen influencias bien dispares y que van desde
la psicodelia mediterránea, hasta el folk latinoamericano, pasando por el ñoño
pop de las Vainica Doble o la música de cámara y de liturgia medieval. Una
aventura musical que, en esta ocasión, parte de una reinterpretación libérrima al
Preludio nº 10: La Cathédral Engloutie, de Claude Debussy. Si bien, alla maniera di Alberto, como no podía
ser de otra forma. Configurando un ramillete de paisajes que a veces resultan
acogedores y otras un tanto más áridos. Precioso álbum para tumbarse en la cama
y dejarse embargar.
Fantastic Negrito “Please don’t be Dead”
El
compadre Xavier Amin Dphrepaulezz, que así se llama el menda, es un nigga
with actitude de Oakland. Un buscavidas que se ha pasado la vida
luchando contra el prejuicio, las malas decisiones y la droga, agarrándose a la
música como única tabla de salvación. Lo que pasa es que, a diferencia del Dr.
Dre o Ice Cube, a este muchacho le iban más los guitarrazos que los beats, de ahí que se decantase por esta fórmula
de blues rock vitaminado que bebe del
legado de gentes como R.L. Burnside. Y que entronca con la fórmula que también
practican otros hermanos de luchas como Benjamin Booker, John the Conqueror o
Amos Lee (excepto en lo último que ha grabado). Todo comenzó hace un porrón de
años, pero no estallaría hasta hace tres. Tiny Desk (¡y Bernie Sanders!) mediante, el fantástico negrito pudo salir del ostracismo y
mostrarse en todo su esplendor, lo cual queda confirmado con este, el segundo
elepé de la nueva etapa. Once cortes de eso que el gusta en llamar “rock de
raíces negras para todos”. Vamos, el mencionado blues-rock de toda la vida, con un delicioso toquecito funky y una actitud bastante punkarra.
Bonny Doon “Longwave”
Lo de estos chicos es lo-fi enriquecido con una ligera sensación
de indolencia en la ejecución. Lo cual, curiosamente, resulta la mar de
agradable. En línea con lo que practican otros grupos del momento como Nap Eyes.
Además de mostrar una evidente afinidad con la cara más intimista y hogareña del
Bill Callahan solista. Delicado segundo trabajo al cargo de una joven banda proveniente
de Detroit y a quienes conviene no perder la pista.
The Sha La Das “Love in the Wind”
A estos les he descubierto hace
bien poco y gracias al Facebook de la
Menahan Street Band. Un debut de campanillas el de esta banda compuesta por
tres talentosos hermanos de Staten Island, junto al patriarca del clan
familiar. Acompañados para la ocasión de un buen número de músicos del sello
Daptone, entre ellos, además de miembros de la banda de la calle Menahan, The
Dap-Kings y hasta el puto Charles Bradley. Once temas que transitan por entre los
senderos del soul, el blues y hasta el doo wop y en los que destacan, por encima de todo, las bellas
armonías vocales entonadas por los muchachos Schalda.
Drake “Scorpion”
Drake me ha molado de siempre y
no me pienso justificar por ello. El rapero canadiense publica este 2018 el que
viene a ser su quinto álbum de estudio, siendo lo mejor que le he escuchado
hasta la fecha. Y no se hable más. Un trabajo pantagruélico compuesto por
veinticinco cortes al que no le sobra ni una frase. Estructurado en dos partes
bien diferenciadas. La primera, que es la mejor, más jipjopera si se quiere y la segunda, más en la onda del R&B y el pop practicado por los fellas del Drake. “…I'm sick of these niggas (sick)… Sick of these
niggas (sick, sick)… Hire some help (help)… get rid of these niggas (grr)… Fuck
what it was… it is what it is (what)... Whatever you did… it is what it is…” Tremendo nomás.
¿El tipo es un payaso? Sí. Como el Kanye. Si salió
del instituto Degrassi, qué voleu? Pero que más dará… “It’s the song, not the singer”.
Rolling Blackouts Coastal Fever “Hope Downs”
Emocionante descubrimiento el de
esta banda australiana incluida en el catálogo de Sub Pop. Y sí, ya lo sé
listillos, pero cuando hablo de descubrimiento me estoy refiriendo a mí. Y es
que no está tan alejado ese tiempo en el que la música de RBCF permanecía oculta a mis orejas. Y es penoso, porque ese nombre tan sugestivo
y molón merecía un esfuerzo e indagar hasta llegar a esos dos maravillosos epés
con los que se dieran a conocer. El caso es que bien está lo que bien acaba. O
más vale tarde que nunca. Lo importante ha sido poder disfrutar a tiempo de los
once cortes que integran el primer largo del quinteto de Melbourne. Un gran álbum
de pop con guitarras que se entrelazan, una y otra y otra vez, con las voces de
sus tres vocalistas. No podían faltar los ritmos frenéticos escuela aussie. Ni esas suaves melodías que no
desentonarían en cualquiera de los álbumes de los Go-Betweens. Amén de una fórmula
que los emparentaría, forzando
un poco, con sus también paisanos The Goon Sax. Saliéndonos ya de Australia y prescindiendo
de fórceps, algo se respira de aquellos primeros Strokes.
Damien Jurado “The Horizon Just Laughed”
Que voy a decir yo de un hombre
cuyas melodías me han acompañado desde sus comienzos. Alguien
a quien adoro por su música y al que, además, guardo un cariño especial. Y un imprescindible dentro de la escena mundial desde hace mucho. De ahí que me
resulte difícil no entregarme a cualquiera de sus trabajos. Sobretodo sabiendo
que la impronta se va a mantener y los nuevos temas transmitirán su
inconfundible personalidad. El nuevo álbum tuvo como tarjeta de presentación un
temarro como “Percy Faith”. ¡Qué mejor manera de anticipar toda la grandeza de
lo que venía a continuación! Porque “The Horizon Just Laughed” incluye otra
preciosa colección de canciones en clave folk al estilo Damien Jurado.
Es decir, con esa capacidad de sobrecoger que solo él tiene. No faltan aquí
esas cadencias jazzísticas que comenzaran a colarse en su música desde hace un par de álbumes.
Acercándose incluso a la bossa nova en
un tema como “Marvin Kaplan”. Imperdible como siempre.
Lurk “Fringe”
Y ya para acabar una buena ración
de metal seis o siete –u ocho, o nueve, o diez…- punto cero. “Fringe”, que así
se titula el álbum, es una colección de ocho cantos fúnebres en el marco de
atmósferas opresivas y pesadas. Las que dibujan unos tíos que atienden al
nombre de Lurk y se ubican en Tampere. Death,
Doom, Sludge Metal y demás mandangas tan del gusto del público escandinavo
y también de quien suscribe estas líneas. Ecos que van desde Neurosis hasta los
primeros Paradise Lost. De hecho esta última influencia es la que más me
aproximó al disco, el tercero en la carrera de los fineses. Y es que soy fan
absoluto de la banda de Halifax en todas sus etapas y transiciones, por muy extrañas
que hayan sido a veces. Grata sorpresa la de estos Lurk xé.
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