“La condición mental de Mrs. Verloc tenía el mérito de la simplicidad; pero no era profunda. Estaba demasiado determinada por una idea fija. Cada pliegue y cada rincón de su cerebro estaba lleno del pensamiento de que este hombre, con el que ella había vivido sin disgusto por siete años, se había llevado lejos de ella a ese pobre chico para matarlo… el hombre para el que había crecido adaptándose en cuerpo y alma; el hombre en quien había confiado ¡se llevó al muchacho para matarlo! En su forma, en su substancia, en su efecto, que era universal, alterando incluso el aspecto inanimado de las cosas, era un pensamiento para permanecer y maravillar por siempre jamás.”Publicada en 1907, esta novelita, la décima en el debe de su autor, resulta infinitamente más moderna, compleja y profunda que cualquier novela negra editada hoy día. La historia se desarrolla en un Londres dickensiano y está centrada en la vida de Mr. Verloc y su trabajo como espía. Orondo personaje que participa de los grupos anarquistas activos en la capital británica antes de las revueltas sociales del siglo XX, a la vez que pasa información a la policía y ejerce de agente provocador de alguna embajada indeterminada. Todo ello tras la tapadera de una pequeña tienda de productos “sospechosos” y al abrigo de una “feliz” familia compuesta por la abnegada esposa, una adusta suegra y un cuñado retrasado que apenas si puede hacer los recados sin perderse. Aunque al final, lo más interesante es como Conrad es capaz de hacernos sentir la inestabilidad moral que azota a los diferentes personajes.
Todo lo que os diga de ella es poco.
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