Hablemos de series, va. Así podréis
acusarme de cuentista cuando alardee, por enésima vez, de que yo no pierdo el
tiempo en esos menesteres. Conste que esta va por cuenta del Rojo, que fue
quien insistió en que la viera. La serie en cuestión se titula “Bloodline”,
está en Netflix y consta de tres temporadas.
A bote pronto, no sé que nota ponerle a este dramón y casi thriller familiar, ya que comienza muy bien pero acaba de forma lamentable.
Con todo y pese al mal sabor de boca final, muy especialmente por culpa de los dos
últimos y delirantes episodios, la valoración general no es mala. Vamos, que la
he disfrutado. Excepto el cierre. Lo cual me motiva a colgar esta entrada.
La temporada inicial fue estrenada
en la plataforma de entretenimiento allá por el año 2015. Y lo cierto es que debieron
dejarse los cuartos en ella. El elenco actoral es magnífico, sobresaliendo el tristón
de Kyle Chandler en el papel protagónico y también ese fantástico actor
australiano llamado Ben Mendelsohn que hace del hermano mayor -¿Cómo olvidar “Animal Kingdom” (David Michod, 2010)?-. También cuenta con dos veteranos de la escena
como son Sissy Spacek y Sam Shepard en el papel de los patriarcas del clan. Y un
interesante ramillete de secundarios entre los que destaca la presencia de la “desaparecida”
Clhoë Sevigny y más adelante, a partir de la segunda temporada, de John
Leguizamo. También salen la tipa de “Mandy” y la prota de “La Llorona” (cinta
que no he visto, ni creo que vea).
La historia sigue la vida de la
familia Rayburn, propietarios de un residencial de lujo sito en los Cayos de
Florida, a pocos kilómetros de la rutilante Miami. El mismo enclave en el que se desarrollaba la mítica “Cayo Largo”("Key Largo", 1948), dirigida por John Huston y protagonizada por Humphrey Bogart. De
hecho incluye algunos guiños a la misma durante la segunda temporada. Todo comienza cuando, con motivo de la fiesta de aniversario del matrimonio, el
hijo mayor y oveja negra del clan vuelve a casa. Rápidamente comienzan
los problemas en una familia de apariencia idílica, ejemplo perfecto de aquello
del “American way of life”, pero que esconde un oscuro pasado. A los recelos
iniciales ante el regreso del hijo pródigo, se une el que este se vea
involucrado en el mundillo del hampa local. Obligando al clan a tomar cartas en
el asunto. El problema es que, para proteger el legado familiar, los hermanos
irán adentrándose en una espiral corrosiva de mentiras y secretos inconfesables
que parece no tener fin.
La primera temporada es magnífica.
En todos los sentidos vaya. De hecho y según he leído, recibió muy buenas
críticas e incluso algún premio a las actuaciones de Chandler y Mendelsohn. No
me extraña. En ella se nos presenta a los papás Rayburn y a sus cuatro hijos,
además de las respectivas familias y allegados. Asistimos a la complejidad de
cada uno de los personajes sobre los que pivota la trama. Que es lo que los
mueve o hasta remueve. En todos ellos abundan los claroscuros y responden a múltiples
y variados intereses. Sin embargo, impera un extraño vínculo de fidelidad
familiar. La historia se cuece a fuego lento. Pero es un ritmo justificado que acaba
desembocando en un infartante final que, de alguna manera, ya se venía
anticipando a base de flashforwards.
Digamos que la tensión va in crescendo episodio
tras episodio. Y que engancha un huevo.
La
segunda temporada retoma las cosas allí donde quedaron tras la tragedia que
cerró la primera. Si bien, si existía alguna posibilidad de
enmienda para los Rayburn, ahora sabemos que ya no hay vuelta atrás. No es tan
brillante como la anterior, pero no por ello mala. Aparecen nuevos caracteres,
algunos de los cuales resultan más que interesantes. El tórrido ambiente de la
Florida sigue marcando el paso a unos personajes que se adentran cada vez más
en un camino plagado de errores, engaños y terribles crímenes. ¿Cuál es el
problema? Pues que todo acaba resultando demasiado enrevesado. Un exceso de
giros y sorpresas hace que la verosimilitud de la historia se resienta. Y abusa de los flashbacks. Algunos son puro artificio y carecen de sentido.
Con
todo hasta aquí ni tan mal. Luego llega la tercera temporada y en algún momento
te paras y piensas, ¿Pero qué mierda es esto? ¿En qué cojones se ha transformado? Según parece, la serie no había alcanzado el éxito esperado y de
ahí que, lo que iban a ser cinco temporadas se redujesen a solo tres. Esta última habría de condensar todo lo que quedaba por explicar pero en muchos menos
episodios. Y a Dios gracias visto el resultado porque... Marededeusinyor…
Qué manera de embarrarlo todo. Y es una pena, porque mira que la cosa comenzó bien… Lo peor es que hasta el quinto episodio de la temporada aún se aprecia cierta decencia. A partir de ahí los
directores sucumben al desastre llegando a dar vergüenza ajena. Y es que, tan importantes son los preliminares como saber acabar bien.
¿La
recomiendo? Y yo que sé… Haced lo que os dé la gana. O echadle un ojo a la
primera temporada que es muy buena y a ver que tal. Al fin y al cabo lo de después no le importó a nadie. Ni siquiera a los creadores del engender.
Pero que bien te explicas gachón y que envidia me da. A mi por eso no me ecargan sèries, que las Lió.
ResponderEliminarVeré la primera temporada sin gagarantizarte nada, pues a mi lo que me Mata de las series es esa obligación de pasar por vaja sí o sí. Pero vaya, que ya lo hago cuando mi pareja se emperra jajajajaja
Ya me contará usted que tal... Y ojo que le avisé de tó lo malo, eh!
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