Intentando organizar mi cada vez mayor
archivo fotográfico, me he topado con este bonito recuerdo de un viaje que
realicé hace unos años. En la foto, lanzada con mi pírrica cámara de por aquel
entonces, se ve a un grupito de vendedoras en el mercadillo dominical de Bac
Ha, al norte de Vietnam. Sita a unos sesenta kilómetros de Lao-Cai, frontera
natural entre China y Vietnam, el poblado de Bac Ha se inserta en una zona
montañosa alrededor de la cual hay numerosas aldeas habitadas por diferentes
minorías étnicas. La diversidad es una característica del norte de Vietnam, en
donde se congregan más de treinta etnias diferentes entre las que se encuentran
los H’mong negros o floreados, los Dzao rojos o negros, los Zay, los Thai, etc.… Aunque sin ningún género de dudas, los más llamativos
de todos ellos son los H’mong floreados,
especialmente las mujeres, que van ataviadas con espectaculares trajes de
colores, fabricados por ellas mismas con cáñamo y tiras bordadas. Precisamente
a esta etnia pertenecen las señoras de la foto que da pie a esta entrada,
omnipresentes en todo el mercado.
El mercado sólo se celebra los domingos y a él acuden gentes
provenientes de aldeas lejanas que se acercan hasta allí con el propósito de comprar
y vender todo tipo de productos: ganado, comida, tejidos… aunque las tribus de
la Cochinchina son capaces de autoabastecerse de prácticamente todo lo que
necesitan, con una única excepción: la sal. Pero el mercado no sirve tan sólo como
zoco en el cual hacer negocio, la gente aprovecha para coincidir con sus familiares
y amigos de otras tribus y fomentar las relaciones sociales. ¡Incluso es un
lugar ideal para encontrar pareja! Al parecer los chicos jóvenes bajan hasta el
mercado con esa intención y la tradición dicta que cuando les gusta una chica,
se la llevan a su casa, en donde habrá de permanecer durante tres días sin
salir, alimentada por los padres de él. Si la chica se come la comida, eso significa
que acepta al chico, pero si no lo hace, al tercer día la dejan marchar y el
chaval habrá de aceptar que le han dado calabazas. En fin, las cosas de las
tribus
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