miércoles, 14 de abril de 2010

El origen (de la bestia)


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Leerse cualquier cosa escrita por Thomas Bernhard supone, de entrada, asumir un riesgo. Si tu estado de ánimo no es el adecuado, mejor no lo hagas, no sea cosa que te dé por suicidarte, como al perfeccionista arquitecto de “Corrección” (1975), la obra más celebrada del polémico escritor austriaco. Y es que las temáticas bernhardianas abundan en lo miserable de la condición humana, cebándose con en el gregarismo cerril que a él mismo le tocó padecer, sin dejar títere con cabeza, repletas de malrollismo y malsana ironía... en fin, un reto para cualquier lector. Encima, no es Bernhard un escritor fácil de entender por su peculiar estilo, caracterizado por el uso de frases reiterativas y encadenadas, sin utilizar ni un solo punto y aparte. Además de su gusto por los pequeños detalles, relatados con una precisión quasi-obsesiva.

En el caso que nos ocupa, la novela “El origen”, estamos ante un ataque brutal contra el sistema educativo en general, contra el nacionalsocialismo y la cultura católica que tanto le marcó en su infancia, pero sobretodo contra la bella y musical Salzburgo, su ciudad, en la que cada año unas dos mil personas intentan poner fin a su vida y una décima parte lo consiguen - “Mi ciudad de origen es en realidad una enfermedad mortal, con la que sus habitantes nacen o a la que son arrastrados y, si en el momento decisivo no se van, se suicidan súbitamente”.

Con este libro se inicia la saga autobiográfica de Bernhard. La excavación en sus años de adolescencia en la ciudad de Mozart, donde se crió y estudió y en donde padeció los rigores de la época. - “La ciudad, poblada de dos clases de personas, los que hacen negocios y sus víctimas, sólo es habitable, para el que aprende o estudia, de forma dolorosa, una forma que turba a cualquier naturaleza, con el tiempo la disturba y la perturba y, muy a menudo, sólo de forma alevosa y mortal”.

Como veis Salzburgo para Bernhard, al igual que el Bronx para Enric González, es un lugar habitable como los cojones de cerdo son comestibles, depende de gustos o del hambre que se tenga. Cuestión esta que no fue bien asimilada por sus compatriotas, muy críticos con las palabras del escritor.   

El libro se estructura en dos capítulos, “Grünkranz”, en el cual se habla del Salzburgo nazi y “El tío Franz”, ya después de la guerra y con el catolicismo campando a sus anchas. En ambos casos la visión que da Bernhard es devastadora… salvaje... burraca… brutal... “En el fondo no había absolutamente ninguna diferencia entre el sistema nacionalsocialista y el católico en el internado, todo tenía sólo otra mano de pintura y todo tenía sólo otras denominaciones, pero las secuencias y las consecuencias eran las mismas”.

Se quedó a gusto el gachón…

2 comentarios:

  1. Intersantísima propuesta.Lo buscaré porque desde que me recomendaste aquellos autores malditos hace un tiempo,de los cuáles me han gustado todos,tengo tus recomendaciones literarias en un pedestal.

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  2. Este es un poco desagradable... no es exactamente un autor que me apasione, aunque sea un genio. Si te pillas algo, que sea cortito, ya que el tipo es denso e incomodo de leer como pocos.

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