miércoles, 18 de mayo de 2011

Los Panero, vaya tropa

Sí hay una familia de malditos dentro de la intelectualidad española, esa es la de los Panero. La estirpe de Leopoldo Panero, un poeta genial según dicen los que saben de esto, pero a la sazón marcado por venderse al franquismo, hasta el punto de haber pasado a la historia como “el poeta del régimen”. Fruto de su matrimonio con Felicidad Blanc, nacieron tres hijos, Juan Luis el mayor, Leopoldo María el del medio y José Moisés, el pequeño, el famoso Michi Panero al que casi conoció Nacho Vegas. Unos niños que pese a ser criados en el seno de una familia acomodada, con todas las posibilidades a su alcance, acabarían por malbaratar su hermoso futuro. Y eso que su madre, estando vivo aún Don Leopoldo, declaró en algún periódico del régimen que procuraba por todos los medios que sus hijos no siguieran la vocación del padre, ya que el matrimonio “deseaba unos hijos normales”. Vaya si lo consiguió. No sé cual de los tres era/es menos normal. Acabaron siendo todos poetas atormentados. Incluso el menor de ellos, pese a no tener obra escrita. Y es que tan sólo con escucharle hablar uno llega a la conclusión de que, seguramente, era el más grande de los tres. Vaya joya se perdieron las editoriales de este país.

Saco a colación a esta insigne familia astorgana porque ayer, en algún canal de pago que ahora no recuerdo, estaban echando “Después de tantos años”. Se trata de la continuación de “El desencanto”, mítico documental dirigido por Jaime Chavarri en 1976 y en el cual se nos aproxima a la contradictoria y sórdida figura del patriarca de los Panero, asistiendo a las diferencias familiares existente entre su mujer y sus vástagos. Considerada por muchos como “la película de la Transición”, la terrible visión de esta saga familiar se verá complementada veinte años después por el fallecido Ricardo Franco con la citada “Después de tantos años”. Un director que se embarcó en este proyecto, al igual que ocurrió en el caso de Chavarri, instigado por Michi Panero.

En cuanto a calidad, los documentales no son comparables. El primero es una joya del cine español, por el fondo y también por como se nos cuenta, mientras que el segundo no es más que una curiosidad que se ve con cierto interés, principalmente para apreciar el nivel de decrepitud alcanzado por los hijos de Leopoldo Panero y Felicidad Blanc. Un ocaso que en el caso de Juan Luis Panero no es tan acuciado como en sus hermanos. Juan Luis, el mayor de la familia, calificado por su hermano Leopoldo María como “mala persona, un verdadero hijo de puta, pero está bien como poeta.” A quien más cuesta comprender de los tres. Con quien es más difícil empatizar. No es así en el caso de Leopoldo María Panero, el que cuenta con una obra más reconocida. Un esquizofrénico, paranoico y suicida, cuyo declive se aprecia claramente no sólo en lo físico, sino también en como se expresa y en las  palabras que utiliza para ello durante el segundo documental. El tío que dijo aquello de “yo me destruyo para saber que soy yo y no todos ellos”, veinte años después, recluido en un sanatorio del País Vasco, no hace más que lanzar exabruptos contra todo bicho viviente. De hecho reparte especialmente para los miembros de su familia, su padre “el cerdo”, su madre “la prostituta”, Juan Luis “un hijo de puta” y Michi “el que más me fastidia”.

Sólo el último de los hermanos, Michi, no se dedicó “profesionalmente” a la poesía. De hecho nunca tuvo una profesión conocida haciendo bueno aquello que él mismo señalaba en “El desencanto”: “Los Panero debieron nacer con algún gen que los incapacita para trabajar. Y no es cosa de ahora, de esta generación, los Panero no han hecho nada de provecho desde hace tres generaciones al menos”. Pese a ser el hermano pequeño es el único muerto hasta el momento. Fue en 2004, víctima de un cáncer. Aunque su caída a los infiernos, fruto en gran parte de la mala vida, ya se podía apreciar en 1994 durante el rodaje de “Después de tantos años”. De hecho el contraste entre este Michi Panero y el que aparece en “El desencanto” es impresionante. Estremece ver como se ha deteriorado tanto en esas dos décadas y en lugar de 41 años parece haber cumplido ya los 60. Con todo es este el que más simpatías despierta de todos ellos. Por aquello de “en esta vida se puede ser de todo menos un coñazo” pero también por ilustrar sucintamente la triste historia de su familia, el “fin de raza” de los Panero, con la siguiente reflexión: “Que bonito era todo es una especie de mentira que se dice sistemáticamente uno a sí mismo, quizás para ocultar que todo ha sido un fracaso” (…) “Ni era bonito entonces, ni era bonito ahora y posiblemente sea mucho peor pasado mañana…” En fin, descanse en paz, si es que puede... y le dejan.

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