Sí hay una familia de
malditos dentro de la intelectualidad española, esa es la de los Panero. La
estirpe de Leopoldo Panero, un poeta genial según dicen los que saben de esto,
pero a la sazón marcado por venderse al franquismo, hasta el punto de haber
pasado a la historia como “el poeta del régimen”. Fruto de su matrimonio con
Felicidad Blanc, nacieron tres hijos, Juan Luis el mayor, Leopoldo María el del
medio y José Moisés, el pequeño, el famoso Michi Panero al que casi conoció Nacho Vegas. Unos niños que pese a ser criados en el seno de una familia
acomodada, con todas las posibilidades a
su alcance, acabarían por malbaratar su hermoso futuro. Y eso que su madre,
estando vivo aún Don Leopoldo, declaró en algún periódico del régimen que
procuraba por todos los medios que sus hijos no siguieran la vocación del padre,
ya que el matrimonio “deseaba unos hijos normales”. Vaya si lo consiguió. No sé
cual de los tres era/es menos normal. Acabaron siendo todos poetas atormentados.
Incluso el menor de ellos, pese a no tener obra escrita. Y es que tan sólo con escucharle hablar uno llega a la conclusión de que, seguramente, era el
más grande de los tres. Vaya joya se perdieron las editoriales de este país.
Saco a colación a esta insigne familia astorgana porque ayer, en algún canal de pago que ahora no recuerdo, estaban echando “Después de tantos años”. Se trata de la continuación de “El desencanto”, mítico documental dirigido por Jaime Chavarri en 1976 y en el cual se nos aproxima a la contradictoria y sórdida figura del patriarca de los Panero, asistiendo a las diferencias familiares existente entre su mujer y sus vástagos. Considerada por muchos como “la película de la Transición”, la terrible visión de esta saga familiar se verá complementada veinte años después por el fallecido Ricardo Franco con la citada “Después de tantos años”. Un director que se embarcó en este proyecto, al igual que ocurrió en el caso de Chavarri, instigado por Michi Panero.
Saco a colación a esta insigne familia astorgana porque ayer, en algún canal de pago que ahora no recuerdo, estaban echando “Después de tantos años”. Se trata de la continuación de “El desencanto”, mítico documental dirigido por Jaime Chavarri en 1976 y en el cual se nos aproxima a la contradictoria y sórdida figura del patriarca de los Panero, asistiendo a las diferencias familiares existente entre su mujer y sus vástagos. Considerada por muchos como “la película de la Transición”, la terrible visión de esta saga familiar se verá complementada veinte años después por el fallecido Ricardo Franco con la citada “Después de tantos años”. Un director que se embarcó en este proyecto, al igual que ocurrió en el caso de Chavarri, instigado por Michi Panero.
En cuanto a calidad, los
documentales no son comparables. El primero es una joya del cine español, por
el fondo y también por como se nos cuenta, mientras que el segundo no es más
que una curiosidad que se ve con cierto interés, principalmente para apreciar
el nivel de decrepitud alcanzado por los hijos de Leopoldo Panero y Felicidad
Blanc. Un ocaso que en el caso de Juan
Luis Panero no es tan acuciado como en sus hermanos. Juan Luis, el mayor
de la familia, calificado por su hermano Leopoldo María como “mala
persona, un verdadero hijo de puta, pero está bien como poeta.” A
quien más cuesta comprender de los tres. Con quien es más difícil empatizar. No
es así en el caso de Leopoldo María
Panero, el que cuenta con una obra más reconocida. Un esquizofrénico, paranoico
y suicida, cuyo declive se aprecia claramente no sólo en lo físico, sino también
en como se expresa y en las palabras que
utiliza para ello durante el segundo documental. El tío que dijo aquello de “yo me destruyo para saber que soy yo y no
todos ellos”, veinte años después, recluido en un sanatorio del País Vasco,
no hace más que lanzar exabruptos contra todo bicho viviente. De hecho reparte
especialmente para los miembros de su familia, su padre “el cerdo”, su madre “la prostituta”, Juan Luis “un hijo de puta” y Michi “el que más me fastidia”.
Sólo el último de los
hermanos, Michi, no se dedicó “profesionalmente”
a la poesía. De hecho nunca tuvo una profesión conocida haciendo bueno aquello
que él mismo señalaba en “El desencanto”: “Los
Panero debieron nacer con algún gen que los incapacita para trabajar. Y no es
cosa de ahora, de esta generación, los Panero no han hecho nada de provecho
desde hace tres generaciones al menos”. Pese a ser el hermano pequeño es el
único muerto hasta el momento. Fue en 2004, víctima de un cáncer. Aunque su
caída a los infiernos, fruto en gran parte de la mala vida, ya se podía
apreciar en 1994 durante el rodaje de “Después de tantos años”. De hecho el
contraste entre este Michi Panero y el que aparece en “El desencanto” es
impresionante. Estremece ver como se ha deteriorado tanto en esas dos décadas y en
lugar de 41 años parece haber cumplido ya los 60. Con todo es este el que más simpatías
despierta de todos ellos. Por aquello de “en
esta vida se puede ser de todo menos un coñazo” pero también por ilustrar sucintamente
la triste historia de su familia, el “fin
de raza” de los Panero, con la siguiente reflexión: “Que bonito era todo es una especie de mentira que se dice
sistemáticamente uno a sí mismo, quizás para ocultar que todo ha sido un
fracaso” (…) “Ni era bonito entonces, ni era bonito ahora y posiblemente sea
mucho peor pasado mañana…” En fin, descanse en paz, si es que puede... y le dejan.
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