viernes, 27 de abril de 2012
Educación siberiana
Uno siempre pensó que ser siberiano no debía molar. Vivir en esas tierras sumamente gélidas, parajes inhóspitos en los que malviven cazadores solitarios al estilo Dersu Uzala, pues como que no me seduce. Además es que, cuando hablamos de Siberia, lo primero que nos viene a la cabeza son los miles de deportados por Stalin y el régimen soviético. Los Ivan Denisovich de turno, condenados a morir de frío o por desfallecimiento en los durísimos campos de trabajo ideados por el bigotudo dictador. Sin embargo, según acabo de descubrir, también es posible encontrar por allí “idílicas” comunidades capaces de poner frente a la adversidad y ser felices en comunión con la naturaleza. Y no me estoy refiriendo a esa mancha de frikis seguidores del mal llamado Jesús de Siberia, sino a los urcas, una comunidad de “criminales honestos” en la que está permitido robar y matar por motivos justificados. Firmes opositores al régimen soviético, fueron deportados en masa por Stalin, pero al ser oriundos de Siberia, los urcas fueron desterrados a Transnitria en la parte europea de la URSS. ¿Pero que es Transnitria? Pues una larga franja de terreno situada entre Moldavia y Ucrania, que aún hoy día es tierra de nadie —en 1990 declaró su independencia, pero ningún estado la reconoce—. Un territorio que se caracteriza por ser pasto de corruptelas, bandas criminales y contrabandistas de armas.
Entre estos urcas deportados nació Nikolai “Kolima” Lilin, cuya epopeya personal viene recogida en una extraordinaria novela titulada “Educación Siberiana”. Utilizando un tono enormemente cercano, el libro nos introduce en la extraordinaria historia de los urcas siberianos, su idiosincrasia, su particular escala de valores regida por el odio al estado y a la policía rusa, la veneración a sus ancianos, la libertad individual, la ortodoxia religiosa, la defensa de los discapacitados y el desprecio por los drogadictos, violadores y homosexuales. Con todo lo que pueda parecer, el universo urca llega a ser fascinante: esos ambientes dominados por la jerarquía criminal, la violencia por motivos de honor, la espartana justicia administrada por la propia comunidad, los múltiples códigos de conducta y el mundo de los tatuajes siberianos cargados de significado.
En otro orden de cosas decir que la educación de Lilin me ha recordado mucho a la de Eddie Bunker, pero en clave rusa, por lo tanto más fría y con mayores dosis de crueldad.
Un muy buen libro. Y en muchos aspectos, tremendamente cinematográfico.
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