miércoles, 25 de abril de 2012

Wimbledon Green


Wimbledon Green es un tipo obeso que siempre va ataviado con un traje anticuado y un ridículo sombrerito, al que nadie conoce demasiado bien. Sabemos de su pasión por los cómics, no en balde se autoproclama “el mayor coleccionista del mundo”, y también conocemos que consiguió zanjar el mejor acuerdo de intercambio de cómics de la historia del coleccionismo, pero poco más.

Siguiendo la misma técnica que perfeccionaría en “George Sprott: 1894 – 1975”, Gregory Gallant (aka Seth), fantástico historetista e ilustrador de quien ya os hablé aquí, recrea en esta novela gráfica un mundo bastante absurdo y con altas dosis de surrealismo en donde sus protagonistas, con Wimbledon Green a la cabeza, son esclavos de sus pasiones. Al igual que ocurría en “George Sprott…” estamos ante un falso documental sobre un tipo cuya historia vamos conociendo, de forma fragmentaria, a través de las opiniones emitidas por aquellos que lo conocieron o de alguna manera trabaron relación con él. Y es que los libreros especializados, los inversores norteamericanos o los coleccionistas rivales de Green siempre sospecharon de este hombre y de su fantabulosa colección. Ese es el motivo de que no se corten un pelo a la hora de disertar acerca de las intenciones del orondo personaje, de su significado papel dentro de la “escena”, de su enorme ego, e incluso lleguen a cuestionarse aspectos relativos a su identidad.

El problema es que la lectura de “Wimbledon Green” me ha llegado tarde y mal. Lo digo porque esta obra es anterior a “George Sprott: 1894 – 1975”, a la que se parece demasiado. Una novela gráfica que me encantó y que, según yo lo veo, es bastante mejor que esta. No sé que hubiese pensado si las editoriales españolas hubiesen seguido la secuencia lógica, editando primero esta novela –aparecida originalmente en EEUU a finales de 2005- y después "George Sprott...", pero lo que sí sé es que esa técnica documentalista y ese intento por contar una historia larga a través de numerosas historias cortas que tanto me impactó aquella primera vez, pues ahora ya no. Más aún cuando, tanto el protagonista como su historia, son mucho menos interesantes. Supongo que con “Wimbledon Green” Seth intentó experimentar nuevas formas narrativas y que, probablemente, de no haberlo hecho, no habría podido idear obritas maestras como la mencionada historia del señor Sprott. Lo cierto es que el resultado obtenido en “Wimbledon Green” no va más allá de un mero ejercicio iniciático, imperfecto, no carente de interés, pero bastante regulero. En definitiva, una obra menor de este interesante autor canadiense. Decepcionante.

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