Hoy se cumple un año del nacimiento del Movimiento 15-M. La cosa, que se forjó a raíz de una serie de protestas pacíficas en diferentes ciudades españolas, adquirió gran significación para una sociedad como ésta, abonada al inmovilismo. Un hito histórico y, porque no decirlo, muy ilusionante. Casi por primera vez en nuestra historia, gentes de todo tipo y condición tomaron las calles para reclamar una democracia más participativa, alejada del clásico bipartidismo y del dominio de los bancos y multinacionales. La cosa adquirió una dimensión tal que traspasó nuestras fronteras; el hashtag #spanishrevolution se convirtió en un fenómeno en Internet, popularizado en medio mundo a los pocos días. Todo esto hizo que nos sintiéramos muy bien, orgullosos por una vez de ser de donde somos.
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Hoy es 15 de mayo y, como he indicado al comienzo, se cumple el primer aniversario de aquello. La prima de riesgo anda disparada, la tasa de paro se acerca a la increíble cifra de seis millones -¡¡¡entre los jóvenes bordea el 50%!!!-, los bancos siguen llevándoselo crudo y ni se inmutan, los salarios cada vez son más bajos (para el que tiene trabajo), los recortes en servicios públicos continúan, Krugman nos amenaza con la salida del euro y el “corralito”, Rajoy ni está ni se le espera… ¿y de toda la ilusión que nos generó el 15-M que se ha derivado? Pues prácticamente nada. Volvemos a tomar la calle, llenamos las plazas con ingeniosos eslóganes -“no hay pan para tanto chorizo”, “lo llaman democracia pero no lo es”, “no nos falta dinero nos sobran ladrones”, “Nos habéis dejado sin nada ahora lo queremos todo”…-, montamos caceroladas, nos desnudamos delante de la policía, nos pasamos la mano por la espalda encantados de habernos conocido, pero ¿y que más? Sabemos de donde venimos pero, ¿hacia donde vamos? Estábamos indignados... sí ...seguimos indignados... de acuerdo ...no nos callarán, ¡okey Mackey! ...peroooooooooooooooo ¡¿qué coño vamos a hacer para que esto cambie?! Es decir: y ahora, ¿qué? Y, ¿cuál va a ser el futuro del movimiento 15-M?
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Hoy es 15 de mayo y, como he indicado al comienzo, se cumple el primer aniversario de aquello. La prima de riesgo anda disparada, la tasa de paro se acerca a la increíble cifra de seis millones -¡¡¡entre los jóvenes bordea el 50%!!!-, los bancos siguen llevándoselo crudo y ni se inmutan, los salarios cada vez son más bajos (para el que tiene trabajo), los recortes en servicios públicos continúan, Krugman nos amenaza con la salida del euro y el “corralito”, Rajoy ni está ni se le espera… ¿y de toda la ilusión que nos generó el 15-M que se ha derivado? Pues prácticamente nada. Volvemos a tomar la calle, llenamos las plazas con ingeniosos eslóganes -“no hay pan para tanto chorizo”, “lo llaman democracia pero no lo es”, “no nos falta dinero nos sobran ladrones”, “Nos habéis dejado sin nada ahora lo queremos todo”…-, montamos caceroladas, nos desnudamos delante de la policía, nos pasamos la mano por la espalda encantados de habernos conocido, pero ¿y que más? Sabemos de donde venimos pero, ¿hacia donde vamos? Estábamos indignados... sí ...seguimos indignados... de acuerdo ...no nos callarán, ¡okey Mackey! ...peroooooooooooooooo ¡¿qué coño vamos a hacer para que esto cambie?! Es decir: y ahora, ¿qué? Y, ¿cuál va a ser el futuro del movimiento 15-M?
Y es que, tras las multitudinarias protestas no ha surgido un programa definido, más allá de tres o cuatro proclamas con las que todos podemos estar más o menos de acuerdo. Y si hablamos de los logros conseguidos, ¿pues que queréis que os diga?, tan sólo cabe calificarlos de discretos. Hay quien piensa que precisamente es gracias a esa indefinición, a esa inexistencia de objetivos concretos, el que se haya conseguido aglutinar a una amplísima tipología de indignados. Pues muy bien… El problema es que ante la inexistencia de ese programa de referencia, el movimiento no pasará de ser una mera pataleta, una interesante y necesaria muestra de rabia colectiva que se irá diluyendo con el tiempo. Mucha gesticulación pero poco contenido. De ahí que algunas voces entre los indignados ya hayan planteado la posibilidad de dotar al movimiento 15-M de algún tipo de forma jurídico-asociativa con la que actuar frente a los poderes fácticos e influir sobre las decisiones político-económicas que nos afectan a todos. Si bien, según se desprende de las últimas informaciones aparecidas en prensa, aún no se ha decidido nada y además parece que no existe demasiado entendimiento. Y es una lástima porque, o de ahí surge algo concreto ya -y no tiene porque ser un partido político, como algunos interesadamente apuntan-, o esto se nos muere.
Según yo lo veo, por desgracia, hay demasiada gente feliz de formar parte de un movimiento que parece consagrado al mahdismo. Rechazan la penosa realidad en la que vivimos y ansían un cambio radical, pero ese intento de renovación total de la sociedad la fían al advenimiento de algo indeterminado que aún está por llegar. Y en esas estamos, esperando al Mesías -sea lo que sea, sea quien sea-, con la esperanza de que con su regreso al mundo se instaure una nueva época de bondad y justicia en la tierra. Coño, ¡y yo que lo vea! Aunque me temo que el año que viene por estas fechas estaremos más o menos igual que hoy. Bueno, vistas las previsiones de económicas, estaremos hasta peor. Y nos citaremos en lugares públicos para celebrar el segundo aniversario de aquella cosa tan bonita, mientras el mundo se derrumba a nuestro alrededor. Eso sí, nos sentiremos muy orgullosos de nuestra lucha pacífica, inocente, despolitizada y sobretodo -y ojalá me equivoque- baldía.
Una última reflexión y con esto acabo. No sé como lo veréis vosotros pero, en mi opinión, al sistema tan sólo se le puede combatir desde dentro. Hay que formar parte del tinglado y hacer política para cambiar las cosas. Eso, claro está, si queremos encauzarlo todo desde una vertiente pacífica. También podemos prescindir de ello, montar una revolución y liarnos a pedradas. Y esas son las dos opciones y pare usted de contar. Saliendo a las calles para levantar las palmas, tocar los bongos o sentarnos frente a las instancias oficiales, no nos va a llevar más allá del punto en el cual nos encontramos ahora. ¡Que sí! ¡que sí!, que estuvo muy bien, fue importante, bonito, necesario y todo lo que queráis, pero hoy día, un año después, es manifiestamente insuficiente. Seamos honestos y reconozcamos que con eso se ha conseguido bien poco y si no somos capaces de dar un paso adelante, no parece que vayamos a conseguir mucho más.
Aqui vamos a acabar a hostias.
ResponderEliminar#estosololoresolvemosapedradas
ResponderEliminarEsta vez, y sin que sirva de precedente, estoy totalmente de acuerdo contigo y con todo. Pero entre las dos opciones que planteas, combatir el sistema desde dentro o montar una "revolusión", pues que quieres que te diga, a bote pronto me dan ganas más de lo segundo que de lo primero, pero claro, ya sabemos como acaban las revoluciones de piedras contra tamques... Me voy a mojar un poco más, y te diré que pienso que la opción "desde dentro" es la mejor de entre todas las (malas) opciones.
ResponderEliminarP.d. Valiente artículo, no todos lo sabrán encajar.
B.