Anoche, viendo el programa homenaje a Ramón Sampedro preparado por el equipo de Salvados, el viejo profesor recordaba la anécdota del jornalero y el cacique que tanto le gustaba repetir. "En mi hambre mando yo” le espetó un jornalero a un cacique en los años de la República en Andalucía, rechazando el dinero que este le daba para que votase por la opción política que al cacique le interesaba. La anécdota la cuenta Salvador de Madariaga en un libro llamado “España” de 1931 y bien podría referirse a estos nuevos tiempos, porque vamos camino de encontrarnos como aquel jornalero anónimo.
Así que en nuestra hambre mandamos nosotros aunque también, al menos aquí en Valencia, un poquito Bancaja -aka Bankia aka lamaraqueelsvaparir-. Y es que la que han liado los jerifaltes de la entidad bancaria indígena es fina. No han dado una a derechas y como les hemos dejado, así nos luce el pelo. Estos pensamientos tóxicos me asaltaron al recorrer las salas que la Fundación Bancaja ha destinado a dos exposiciones: “Tentación-Es: Marilyn” y “Picasso. Fauno. Centauro. Minotauro”. Eso y algo mucho peor. Me vino a la cabeza una imagen de Bancaja, obscenamente transmutada en jornalero andaluz, diciendo aquello que este le espetó al señorito de turno:
“En mi hambre mando yo pringaos y por eso voy a cerrar un porrón de oficinas y gran parte de la plantilla se irá a la puta calle”. “Por eso la acción social de la entidad va por los aires y más aún tras la sentencia del TSJ que nos obliga a comernos otra estafa made in la terreta como el Valencia CF”.Vale tíos, ya sé que a veces flipo, pero es que el panorama que ofrece la nueva Fundación Bancaja es absolutamente desolador. Y lo peor es que parece que la cosa no va a mejorar a medio plazo. La entidad sigue sin tener unos presupuestos claros que le sirvan de guía a la hora de saber de qué dinero dispondrá para funcionar así que, como era presumible, la programación cultural de la Fundación se está resintiendo y mucho. Con todo, reconozco que no me esperaba que el deterioro fuera tan evidente.
Y es que como he apuntado anteriormente, me acerqué hasta el Centro Cultural Bancaja para visitar las dos exposiciones que ahora mismo tienen en cartel. Y salí de allí completamente desolado. La primera ocupa la primera planta del centro y se titula “Picasso. Fauno. Centauro. Minotauro”. Reúne una selección de cincuenta grabados procedentes, en su mayoría, de los fondos de la Colección Bancaja y se supone que ofrece un recorrido por la visión que Picasso tuvo de estas figuras de la mitología clásica como instrumento para comunicar sus ideas y emociones. Tal vez sea así, pero eso no quita que un servidor, tras perder diez o quince minutos de su vida viendo las láminas (cinco de ellos en una proyección explicativa sobre la "Minotauromaquia" de 1935, sin duda lo mejor de la muestra y eso que esta obra no estaba entre las expuestas), salga de la sala con una enorme sensación de estafa. No son más que obritas menores del pintor malagueño, a veces meros esbozos, que no pasarían de ser material de relleno en cualquier exposición medio seria.
¡Y la de Picasso es la buena! Porque la segunda de las exposiciones titulada “Tentación-Es: Marilyn”, en la segunda planta del edificio, es aún peor. Se trata de una muestra fotográfica sobre “la ambición rubia” realizada en colaboración con la prestigiosa agencia Magnum Photos. A través del objetivo de siete conocidos fotógrafos de la agencia -Eve Arnold, Bruce Davidson, Elliott Erwitt, Philippe Halsman, Eric Hartmann, Bob Henriques e Inge Morath- vemos a una Marilyn sensual y despampanante como era ella, encumbrándose como superstar. El problema radica en el escaso impacto que producen la mayoría de las fotografías expuestas. O bien ya las has visto mil y una veces, o bien pertenecen a escenas de rodaje de “Vidas rebeldes (The Misfits)”.
Para más inri la visita es de pago. Lo cual no importaría si la cosa revistiera algún interés, pero pagar dos euros por esto, cuando exposiciones infinitamente mejores - como esta, esta y sobretodo esta otra- fueron totalmente gratuitas, pues como que no lo entiendo.
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