La
última
de Dave Eggers es una historia siniestramente
verosímil sobre una
corporación todopoderosa que, a la postre, sirve al autor
para
alertarnos
sobre
los
peligros
de la era digital. Ambientada
en el presente o como mucho en un futuro no
muy lejano,
la novela es sátira y thriller
por partes iguales. Aunque por encima de todo busca que el
lector
reflexione sobre las amenazas contra la privacidad, la libertad y la
democracia a lo que nos puede conducir la utopía digital. Esa
Arcadia feliz dataficada
en la que nuestra vida como individuos
podría
llegar anularse.
Vale,
lo sé, todo suena muy denso y malrollero, pero no
es para tanto y el
libro nos
permite seguir
el hilo de una forma bastante ágil y
sin necesidad de abrirnos las venas al final de cada capítulo. Más
que nada porque con
el transcurrir de las
páginas,
nos vamos dando cuenta de que la mayoría de los elementos de
esta
distopía orwelliana
están ya presentes entre
nosotros en este mismo instante.
[¿¿¿Qué qué??? ¿lo ha arreglado el gachó o no?]
[¿¿¿Qué qué??? ¿lo ha arreglado el gachó o no?]
Todo
eso lo vivimos a través de Mae Holland, una joven recién
contratada por el Círculo, la mega-empresa mencionada al comienzo, con infinidad de negocios y pleitos en los que se respira la idea de crear un mundo con identidades virtuales
unívocas y veraces, amén de conseguir que todos seamos trasparentes
a través de la red. Todo ello a través de un innovador sistema
operativo capaz de unificar direcciones de correo, redes sociales,
operaciones bancarias y contraseñas de usuarios.
El
caso es que, entusiasmada
con la modernidad y la actividad de la compañía, nuestra
heroína se va alejando
cada vez más de su familia, amigos y vida al margen del Círculo. En paralelo con ello, el rol de Mae dentro de la compañía va adquiriendo una absoluta visibilidad, hasta el punto de que prácticamente todos sus movimientos y conversaciones son de absoluto dominio
público.
Al final, como no podía ser de otra forma, lo que comenzó siendo una historia de superación e idealismo acaba por convertirse en una puta pesadilla con moraleja: El Gran Hermano ya está aquí y somos nosotros mismos.
Al final, como no podía ser de otra forma, lo que comenzó siendo una historia de superación e idealismo acaba por convertirse en una puta pesadilla con moraleja: El Gran Hermano ya está aquí y somos nosotros mismos.
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