Eso de
venirse del pueblo a la capi tiene sus ventajas en forma de ganancias, pero también lleva
implícito una serie de pérdidas. Algunas evidentes desde el primer
minuto, pero de otras, como ocurre en demasiadas ocasiones y con
asuntos de mayor calado, no te das cuenta hasta mucho después de
haberlas perdido. Tampoco quiero darle a esto una carga de
profundidad que, al menos a día de hoy, no siento. Ni es momento de
remedar el típico listado de pros y contras con los que afrontar la
comparación campo - ciudad. Tan solo trato de introducir una
entrada, que va de una cosa tan liviana y a la vez tan importante
como un concierto de música. Cuestión mucho más banal y menos
trascendente que las saudades generadas por alejarse del terruño. Si
bien esto último no lo tengo tan claro. Lo de la trascendencia,
digo.
Mi
pueblo no es demasiado grande, aunque en los últimos años ha
crecido los suyo. No está demasiado lejos de aquí y sin embargo me
dejo caer de uvas a peras. Recurriendo al gran Kiko Veneno os diré
que lo mismo lo echo de menos que antes lo echaba de más. El pasado
sábado por la noche fue buen ejemplo de lo primero. Sucedió en el
transcurso del maravilloso recital que Pablo und Destruktion ofreció
en la sala Wah Wah. Fue a causa de una sensación que se apoderó de
mí desde que don Pablo comenzó a recitar las primeras estrofas de
“El aire puro” y que no me abandonaría hasta los últimos
compases del recital. Un sentimiento que, para poder verbalizarlo, me
lleva a utilizar ese aborronar tan de la terreta y que tan
abandonado tenía en el cap i casal. Porque en el poble uno se aborrona, mientras que en Valencia, a lo más que llego es a que
se me pongan los pelillos de punta. Y sí, ya lo sé eminentes
traductores internetiles, que eso o lo de la "gallina de piel.l" -el
Johan dixit- vendría a ser lo mismo... Pero no. Porque el Pablemos
de la música patria me dejó aborronat con su show del sábado
noche. Y esa sensación, que aún evoco ahora mientras suscribo
estas líneas, es mucho más que su equivalente en castellano. ¡Es que
se te pongan los pelos como escarpias y dos huevos duros! La pell
de borró como le gustaba repetir a un colega cada vez que se
sentía estremecido por algo. Y creedme si os digo que no eran muchas
las veces.
Dejando
lo paja mental para luego, hablemos del concierto. Además porque lo
del aborronament fue después, ya que antes se subieron al escenario
Mr. Perfumme y su banda de locos quienes desparramaron todo su caudal
creativo. Con esa particular visión de la chanson popular, en la que
se aprecia la herencia del bolero, la vena del tango, las cadencias
del blues y una suerte de cabaret totalmente desprejuiciado. Vamos,
lo que vienen a ser las señas de identidad de este proyecto
valenciano único e inimitable dentro de una escena local huérfana
de este tipo de engenders. El caso es que, a pesar de que el
encuentro no llegó a la categoría de aborronant, sí fue
tremendamente divertido. ¡E incluso algo más! La conseguida
atmósfera jaranesca no puede ni debe ocultar esas trazas de emoción y
hasta de lirismo que engrandecen la fórmula musical. Sobresaliendo
esto último en varios de los cortes interpretados durante la velada
como “Hagamos el amor” - con esos coros a capela del comienzo-,
“Búscate otro patrón”, “Empleado del mes”, “Santo pastor
alemán” o ese “Amoramoramor” que da título a su último
álbum.
Después
fue el momento de Pablo und Destruktion. Esa suerte de crooner
barroco y visceral al que alguien inscribió en el registro civil
como Pablo García Díaz hace unas tres décadas. Un self made man
gijonés que, con tan solo tres discos a sus espaldas, ya ocupa un
lugar en mi panteón de ídolos del rock y otro en el de poetas con
guitarrita. Cantautor de talento inconmensurable, con una garra y una
personalidad que ya la quisieran para sí otros artistas más
bregados. Con un estilo personal que bebe de muchas y diversas
fuentes, algunas tan obvias como Nick Cave y sus murder ballads o la
poética underground de Javier Corcobado. Otras lógicas por su
procedencia geográfica, como las que van desde la tradición lírica
y la tonada montañesa hasta la obra de su convecino Nacho Vegas.
También las trovas de mi paisano Paco Muñoz y hasta la tradición
folk singer norteamericana. Con esos pasajes que orientan su
propuesta hacia la Bauhaus y el post-punk primigenio, pero siempre
con un halo de grandilocuencia de corte raphaelista.
Y con
estas credenciales se plantó Pablo a recitar, con esa portentosa voz
que Dios le ha dado, todas esas maravillosas composiciones que
integran su ya amplio cancionero. “A veces la vida es hermosa”,
“Califato”, “Mis animales”, "Extranjera", “Ganas de arder”, “Los días
nos tragarán”, “Busero español”, “Powder”, “Pierde los
dientes España”, “Limonov, desde Asturias al infierno”, “Por
cada rayo que cae”, todas ellas sonaron a gloria bendita por obra y
gracia de ese geniecillo escuchimizado con bigotito que Asturias ha
regalado al mundo. Además interpretadas junto a una fantástica
banda en la que destacó sobremanera la presencia de una vigorosa
violinista descalza. ¡Formidable! Como la guitarra con arco en manos
de don Javier Bejarano. Una tremebunda representación de canciones
íntimas e intimistas, intensas y desgarradas, no exentas de la
necesaria cota de dulzura, en las que Pablo nos habla del amor, de la
política, de la filosofía, de espiritualidad, ¡e incluso de religión!
Un concierto épico. Una noche para enmarcar.
"Y antes de que arda nuestra pielprometo hacerte una casa en ValdediósAhí los dos podríamos correrde noche entre ganado y eucaliptosTendríamos frío pero no séya sabes no perder el equilibrioEn cualquier caso entregó mi carnéde socio en el club del precipicio"
Pell
de boggrroooó, Àlex.
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Las fotos en b/n son de este tío para La Gramola de Keith.
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Las fotos en b/n son de este tío para La Gramola de Keith.
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