miércoles, 10 de febrero de 2016

Pablo und Destruktion vs Mr. Perfumme en la Wah Wah

Eso de venirse del pueblo a la capi tiene sus ventajas en forma de ganancias, pero también lleva implícito una serie de pérdidas. Algunas evidentes desde el primer minuto, pero de otras, como ocurre en demasiadas ocasiones y con asuntos de mayor calado, no te das cuenta hasta mucho después de haberlas perdido. Tampoco quiero darle a esto una carga de profundidad que, al menos a día de hoy, no siento. Ni es momento de remedar el típico listado de pros y contras con los que afrontar la comparación campo - ciudad. Tan solo trato de introducir una entrada, que va de una cosa tan liviana y a la vez tan importante como un concierto de música. Cuestión mucho más banal y menos trascendente que las saudades generadas por alejarse del terruño. Si bien esto último no lo tengo tan claro. Lo de la trascendencia, digo.

Mi pueblo no es demasiado grande, aunque en los últimos años ha crecido los suyo. No está demasiado lejos de aquí y sin embargo me dejo caer de uvas a peras. Recurriendo al gran Kiko Veneno os diré que lo mismo lo echo de menos que antes lo echaba de más. El pasado sábado por la noche fue buen ejemplo de lo primero. Sucedió en el transcurso del maravilloso recital que Pablo und Destruktion ofreció en la sala Wah Wah. Fue a causa de una sensación que se apoderó de mí desde que don Pablo comenzó a recitar las primeras estrofas de “El aire puro” y que no me abandonaría hasta los últimos compases del recital. Un sentimiento que, para poder verbalizarlo, me lleva a utilizar ese aborronar tan de la terreta y que tan abandonado tenía en el cap i casal. Porque en el poble uno se aborrona, mientras que en Valencia, a lo más que llego es a que se me pongan los pelillos de punta. Y sí, ya lo sé eminentes traductores internetiles, que eso o lo de la "gallina de piel.l" -el Johan dixit- vendría a ser lo mismo... Pero no. Porque el Pablemos de la música patria me dejó aborronat con su show del sábado noche. Y esa sensación, que aún evoco ahora mientras suscribo estas líneas, es mucho más que su equivalente en castellano. ¡Es que se te pongan los pelos como escarpias y dos huevos duros! La pell de borró como le gustaba repetir a un colega cada vez que se sentía estremecido por algo. Y creedme si os digo que no eran muchas las veces. 
 

Dejando lo paja mental para luego, hablemos del concierto. Además porque lo del aborronament fue después, ya que antes se subieron al escenario Mr. Perfumme y su banda de locos quienes desparramaron todo su caudal creativo. Con esa particular visión de la chanson popular, en la que se aprecia la herencia del bolero, la vena del tango, las cadencias del blues y una suerte de cabaret totalmente desprejuiciado. Vamos, lo que vienen a ser las señas de identidad de este proyecto valenciano único e inimitable dentro de una escena local huérfana de este tipo de engenders. El caso es que, a pesar de que el encuentro no llegó a la categoría de aborronant, sí fue tremendamente divertido. ¡E incluso algo más! La conseguida atmósfera jaranesca no puede ni debe ocultar esas trazas de emoción y hasta de lirismo que engrandecen la fórmula musical. Sobresaliendo esto último en varios de los cortes interpretados durante la velada como “Hagamos el amor” - con esos coros a capela del comienzo-, “Búscate otro patrón”, “Empleado del mes”, “Santo pastor alemán” o ese “Amoramoramor” que da título a su último álbum.
Después fue el momento de Pablo und Destruktion. Esa suerte de crooner barroco y visceral al que alguien inscribió en el registro civil como Pablo García Díaz hace unas tres décadas. Un self made man gijonés que, con tan solo tres discos a sus espaldas, ya ocupa un lugar en mi panteón de ídolos del rock y otro en el de poetas con guitarrita. Cantautor de talento inconmensurable, con una garra y una personalidad que ya la quisieran para sí otros artistas más bregados. Con un estilo personal que bebe de muchas y diversas fuentes, algunas tan obvias como Nick Cave y sus murder ballads o la poética underground de Javier Corcobado. Otras lógicas por su procedencia geográfica, como las que van desde la tradición lírica y la tonada montañesa hasta la obra de su convecino Nacho Vegas. También las trovas de mi paisano Paco Muñoz y hasta la tradición folk singer norteamericana. Con esos pasajes que orientan su propuesta hacia la Bauhaus y el post-punk primigenio, pero siempre con un halo de grandilocuencia de corte raphaelista.

Y con estas credenciales se plantó Pablo a recitar, con esa portentosa voz que Dios le ha dado, todas esas maravillosas composiciones que integran su ya amplio cancionero. “A veces la vida es hermosa”, “Califato”, “Mis animales”, "Extranjera", “Ganas de arder”, “Los días nos tragarán”, “Busero español”, “Powder”, “Pierde los dientes España”, “Limonov, desde Asturias al infierno”, “Por cada rayo que cae”, todas ellas sonaron a gloria bendita por obra y gracia de ese geniecillo escuchimizado con bigotito que Asturias ha regalado al mundo. Además interpretadas junto a una fantástica banda en la que destacó sobremanera la presencia de una vigorosa violinista descalza. ¡Formidable! Como la guitarra con arco en manos de don Javier Bejarano. Una tremebunda representación de canciones íntimas e intimistas, intensas y desgarradas, no exentas de la necesaria cota de dulzura, en las que Pablo nos habla del amor, de la política, de la filosofía, de espiritualidad, ¡e incluso de religión!

Un concierto épico. Una noche para enmarcar.
"Y antes de que arda nuestra piel
prometo hacerte una casa en Valdediós
Ahí los dos podríamos correr
de noche entre ganado y eucaliptos
Tendríamos frío pero no sé
ya sabes no perder el equilibrio
En cualquier caso entregó mi carné
de socio en el club del precipicio"
Pell de boggrroooó, Àlex. 



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Las fotos en b/n son de este tío para La Gramola de Keith. 

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