A lo que iba, que el viernes pasado experimenté por primera vez lo que supone asistir a un show del cuarteto post-metalero de Barna. ¡Y hostia puta! Mereció hasta el último céntimo de euro de la entrada. ¡Que barbaridad, Dios! Y eso que, en disco, nunca me han atraído demasiado. A pesar de haberles dado múltiples oportunidades, sobretodo a raíz de la insistencia de algún amigo. Bien es cierto que su último elepé, “Circadia” del pasado 2016, está bastante guapo. Mejor que el “Ocean Cosmonauts” vaya. Pero aún así, tampoco me parece la polla Montoya. Pero nada importa. Pude comprobar que el directo de estos tipos lo engrandece todo. Es apabullante. Técnicamente impecables. Emocionalmente sobrecogedores. Y ruidosos como una colonia de chicharras metida en una caja de zapatos. En serio, si podéis asistir a alguno de sus conciertos, hacedlo. Son tremendos
Antes de la batalla instrumental que nos liaron los Jardín, se despacharon a gusto sus paisanos Ànteros. Quinteto conformado por miembros (o ex-miembros) de diferentes bandas del país entre los que destaca don Víctor García-Tapia de Toundra. Hasta el concierto no les había escuchado más que un tema, o quizás dos. Lo de estos chicos es post-metal y screamo de lo más frontal, con referencias a lo más granadito del género. ¿Isis por ejemplo? ‘enga va. Buen bolo también el que protagonizaron. De hecho aún me pitan los oídos de esa noche.
Y hasta aquí puedo leer.
¡Larga vida al metal y a todos sus vástagos!
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