martes, 23 de julio de 2019

Canto fúnebre por el arte de las musas. Sobre expedir certificados de defunción anticipadamente y otras mandangas


Ya son varios los amigos, conocidos y otras gentes del Facebook a quienes he leído o escuchado manifestarse sobre la supuesta mala cosecha musical del año en curso. El asunto no es nuevo. El sonsonete viene repitiéndose año tras año y mucho me temo que el que viene será lo mismo. Quién sabe si hasta peor. Hay quienes afirman con un dolor para nada impostado, que la música está atravesando su peor momento creativo. Al menos en su historia reciente, porque ya sabemos cómo funciona el asunto y lo socorrido que son los bucles melancólicos. Por lo que mi respecta y parafraseando a Les Luthiers, cualquier tiempo pasado fue anterior. Lo de si fue mejor o peor podemos discutirlo con unos vinos. Y vale, ya lo sé, de ahí a decir que estos defiendan que el negocio ha muerto, como doy a entender con el título de la entrada, media un trecho. Pero vaya, que viendo la tendencia, todo se andará.

A ver, como sabréis los que me seguís por aquí, suelo elaborar listas de recomendaciones discográficas tremendamente subjetivas y aún más discutibles. Haciendo recuento de lo que llevo comentado este año, ya me salen más de treinta referencias. ¡Y eso que aún quedan meses para cerrar el año! Quizás mi problema es que sigo disfrutando de escarbar allí donde haga falta y no me importa rendirme a propuestas de diverso pelaje. Transitando incluso por senderos por los que juré no pasar. Siguiendo la luz de las luciérnagas, como una vez comentamos con el Crespo. Así pues, ¿qué queréis que os diga? ¿Que la remesa de discos y canciones de este 2019 es peor que la de 1965, que la del 76 o que la de hace diez años? Pues ni lo sé ni me importa. Digo yo que a lo mejor el problema no es tanto categorizar como aceptar que, por lo que sea, hemos perdido el apetito, o no podemos darnos el tiempo suficiente, o ya no hay ganas de investigar y preferimos volver a aquellas cosas que tan felices nos hicieron antaño. También se puede optar por la técnica del amigo Gus. Un pringao que venía conmigo al instituto y que tenía un númerus clausus de coleguitas anotados en una libreta. La mítica AAG o Asociación de Amigos de Gus. Tal cual. Y me diréis, ¿esto que tiene que ver? Pues que el tipo defendia la existencia de un cupo inalterable de amiguetes que funcionaba en base al dejen salir antes de entrar. Una gilipollez superlativa, vaya. Pero me he topado con quien lo aplica a esto de la música. Ver para creer. 

Recuerdo que cuando era un crío e iba a la playa con mis padres, utilizaba el fardapollas que me habían comprado en algún mercadillo y me veía hasta bien. De hecho me encantaba ir así, como mi padre, primer ídolo como el de cualquier niño chico. Con el transcurrir de los años opté por alargar los camales del traje de baño al igual que todos los de mi edad. Y así fue como empecé a ver ridículo a mi padre y a sus amigos, empeñados en lucir su tradicional bañador slip. Ahora que tengo la edad que tendría mi padre por aquel entonces, soy yo quien avergüenzo a las nuevas generaciones, usando un bañador demasiado largo para sus estándares. Y es que todos nos quedamos anclados en algo en algún momento de nuestra vida. Algunos seguimos usando el mismo modelo de bañador, mientras que otros siguen defendiendo que la música se acabó con los Beatles, los Rolling o Led Zeppelin. Pero al igual que se siguen diseñando bañadores chulos, también afloran propuestas de buen rock, pop, rap, metal, punk... y hasta nuevos géneros y estilos. Que ahora que lo pienso, igual es un poco eso. Demasiada gente pasa de cualquier melodía, armonía o ritmo que se aleje un ápice de lo que lleva escuchando toda la vida. Y oye, que me parece de puta madre, pero que a ti no te interese algo no significa que sea una mierda. En todo caso y vistas las cosas, podría ser hasta peor. Hay quienes defienden estas mismas tesis pero poniendo a U2 en el cénit de la creación musical. Que hay que tenerlos…

Por lo que a mí respecta, sigo gozando con lo que viene y esperezándome por lo que vendrá. Tengo mis ídolos, claro, mis referentes a los que retorno cuando me apetece y en los que me refugio cuando más lo necesito. También soy presa de prejuicios e inquinas muchas más veces de las que me gustaría. Pero me mantengo inasequible al desaliento. Tampoco necesito esa convulsión en el panorama musical que muchos reclaman. A ver, que si se nos viene otra nueva ola, ¡de puta madre! Pero tampoco la necesito. Y es que, como dijo Laporta aquella vez, ¡que no estamos tan mal hombre! Eso y que paso de pedirle peras al olmo, lo que tampoco significa que sea conformista. Mierda hay a raudales, pero antes también. Con todo y con eso siguen apareciendo joyitas, solo es cuestión de saber donde cavar y hacerlo hasta que sangren las manos. En esa búsqueda constante me sigo topando con cantidad de elepés que me alegran la existencia. Si son mejores o peores que los de antes, ya lo valoraré el día que haga recuento de mi paso por este mundo. Y aún falta para eso. Espero. Confío. Cruzo los dedos. 
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Dejo esto por aquí. De descubrimiento tiene bien poco, pero como es lo que andaba escuchando...

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