Los relatos de Lucia Berlin cuentan su vida. Más o
menos. Así lo reconoció uno de sus hijos al poco de morir esta. Manifestando
que todas las historias escritas por su madre son verdaderas: “no
necesariamente autobiográficas, pero por poco”. Y eso es lo que encontramos
en este “Manual para mujeres de la limpieza”, lo que se conoce como autoficción. Cuarenta y tres
episodios en la vida de la Berlin en los que esta modificó mínimamente la
realidad, con criterio y vocación artística. Y que no son sino los milagros de una
alcohólica aquejada de escoliosis, con una infancia ligada a la minería y una complicada
relación con su madre y su hermana. Alguien que se casó tres veces y vivió en
otras tantas ciudades y países, que parió cuatro hijos y tuvo que trabajar
duramente para mantenerlos. Trayectoria inquieta que le llevó a hacer de maestra
y profesora, de telefonista, de mujer de la limpieza o de auxiliar de
enfermería, extrayendo de todos esos oficios un material
pintoresco y variado para sus relatos.
Sin embargo el éxito le fue esquivo en vida. Siendo
ahora, más de una década después de su deceso, cuando se la reverencia como a
un genio literario. Llegando a ser calificada en el 2016, año de su redescubrimiento,
como el secreto mejor guardado de la literatura norteamericana. ¡Y eso con una escasa
producción de sesenta y seis cuentos! Una auténtica revolución que llevó a que
este manual fuese incluido entre los libros del año para el New
York Times, el New Yorker, The Guardian o el Boston Globe. También para El País, creo recordar.
En todo caso, lo primero que me llamó la atención
de esta compilación es que, de lo que menos habla, es de mujeres de la
limpieza. Y vale, ya he explicado que ese fue solo uno de los numerosos oficios
que desempeñó esta alaskeña. Pero reconozco que a mí, ese título, que se corresponde
con el de uno de los mejores cuentos de la antología, me llevó a engaño. Si
bien algunos de los mejores pasajes en la vida de Berlin tienen que ver con el
desempeño de tan ingrato oficio. Por ejemplo el que se relata en la historia que
abre el libro y que se titula “Lavandería Ángel”. O ya hacia el final en un
relato titulado “Luto”.
Por otro lado, si hay algo que me ha gustado en su estilo, es como incorpora el humor en sucesos que, a priori, parecen poco propicios para ello. Como narra una vida desastrada con absoluta normalidad, sin hacerse rollos, ni ocultar nada. Riéndose de todo y aceptando las cosas como vienen. También mola como se advierte el tránsito de la juventud a la vejez de la autora con la disposición de los cuentos. Si bien introduciré un pero a esto último. Creo que las historias van de más a menos en lo que al interés se refiere. Vamos, que las mejores están al principio, entre la infancia y la juventud.
Por otro lado, si hay algo que me ha gustado en su estilo, es como incorpora el humor en sucesos que, a priori, parecen poco propicios para ello. Como narra una vida desastrada con absoluta normalidad, sin hacerse rollos, ni ocultar nada. Riéndose de todo y aceptando las cosas como vienen. También mola como se advierte el tránsito de la juventud a la vejez de la autora con la disposición de los cuentos. Si bien introduciré un pero a esto último. Creo que las historias van de más a menos en lo que al interés se refiere. Vamos, que las mejores están al principio, entre la infancia y la juventud.
Tras petarlo hace un par de años y pasado ya el hype, se hace evidente que Lucía no es ese Chéjov con quien se la comparaba y a quien ella
misma reclamaba como modelo. Pero vaya, que la señora deja un buen puñado de cuentos bastante
chulos y esta antología, así en general, es más que decente. Los mejores,
además de los ya mencionados, son “Su primera desintoxicación”, “Temps perdu”, “Melina”,
“El Dr. H.A. Moynihan”, “Dentelladas de tigre”, “Atracción sexual”, “Penas”, “Amigos”,
“Silencio” y “Carmen”.
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