No hace mucho y a través de las redes, un amigo me
agradeció el que le hubiese dado a conocer a Nicolas Winding Refn. No me
acuerdo bien de la situación, pero sé que tenía algo que ver con la trilogía
“Pusher”, con la que el de Copenhague debutara tras las cámaras a mediados de
los noventa. Por lo que a mí respecta, NWR se convirtió en uno de mis favoritos
desde el día que quedé patidifuso con “Drive” y así dejara constancia de ello. Un poco antes también hablé por aquí de “Bronson” y hace menos de “The Neon Demon”, extraña versión de Blancanieves en clave posmoderna, gore y sin final feliz, que
tantas similitudes guarda con la serie de la que ahora paso a hablar. Porque
sí, esta es otra columna sobre la excelsa obra de este cuarentón amigo de
Jodorowsky y a quien la vocación le vino tras el visionado de “La matanza de Texas”. Qué mejor motivo que el estreno de “Too Old to Die Young”, un elegante western urbano
que podría ser un spin-off de “Drive” pero no lo es y que
entusiasmará tanto a amantes de las tramas criminales, como a los apasionados al
cine marcianet. Pero sobre todo a los devotos a la causa liderada por el
realizador danés, entre los que me incluyo. Amén.
La ficción se estrenó a mitad del mes pasado y a través de Amazon
Prime Video, uno de esos servicios de streaming en los que todo se cuece.
Bueno, ahí y en Netflix, en Hulu o a través de servicios específicos de canales
como HBO o CBS, además de plataformas de transmisión
como SlingTV, PlayStation Vue y el cada vez más
caro YouTube TV. De todos esos solo tengo el Netflix y el básico de HBO,
así que os podéis imaginar cómo llegué a esta serie en la que NWR es el productor
ejecutivo, guionista, showrunner y por supuesto director. Contando con
la inestimable ayuda del afamado guionista de cómics Ed Brubaker, responsable
de “Daredevil”, “Batman” o los “X-Men” entre otros.
La
historia sobre la que orbita todo es la de un afligido policía que, junto al tipo
que mató a su compañero, se encuentra a sí mismo en un submundo repleto
de yakuzas, miembros de un cártel mexicano, pandillas jamaicanas, redes
de prostitución y pederastia, productores de snuff movies, videntes y
santeros, además de justicieros de la noche. Demasiado viejo para morir joven es un thriller burraco e híper-estilizado
que se centra en la ciudad de los Ángeles si bien no elude visitar territorios
más al sur. Nos habla del proceso de transformación de un grupo de personajes,
entre los que se encuentran el policía y el niño bien metido a vengador antes mencionado,
pero también un ex agente del FBI moribundo y una huérfana acogida por un capo
de la droga, cuando estos deciden cambiar de vida y convertirse en una suerte
de samuráis contemporáneos. Entendiendo esto último en clave Jeff Costello, el
mítico protagonista de “El Silencio de un Hombre” de Jean-Pierre Melville. Lo cual,
por cierto, supone un nexo de unión entre la figura del detective y el conductor de “Drive”, quién también remitía al personaje interpretado por
Alain Delon. De hecho Miles Teller –“Whiplash”- da vida a un personaje
prácticamente idéntico al que interpretó Ryan Gosling en sus colaboraciones con
Refn. Un pistolero inexpresivo, solitario y parco en palabras. También es
verdad que este se muestra un tanto más fiero y despiadado que aquel mecánico aspirante
a campeón de la NASCAR.
La estética y el ritmo siguen la línea de las
tres últimas películas de Refn, tan celebradas como denostadas. La historia se divide
en diez episodios en los que da la sensación de que ha hecho lo que le
ha venido en gana. Comenzando por la variable extensión de los mismos. Y es que
los hay de casi dos horas, mientras que el último dura apenas treinta minutos,
sumando cerca de trece horas de metraje en total. En algunos pasan un montón de
cosas, pero en otros casi nada. Bien es cierto que siempre incluyen uno o varios
de esos momentos en los que se desata la violencia y que son tan habituales en
el cine del director danés. Coinciden también en esas largas y lentas escenas
donde los personajes se toman todo el tiempo del mundo para actuar o hablar. Conversaciones
que, de haberlas, se limitan a pocas palabras o frases cortas. Alguna vez asistimos
a extensos soliloquios en forma de reflexiones en voz alta, que plantean
escenarios próximos a los mundos de David Lynch. Alguna escena grotesca me reafirma en este punto. Dicho lo cual, una
recomendación: Sed pacientes. La espera compensa.
Con todo, lo mejor que puede decirse del nuevo trabajo
de NWR es que es un puto festín visual. La fotografía es
espectacular, con ese diseño de luz tan particular y esos colores de alto contraste a los que Refn asigna una gama de emociones bien definida. También los
títulos de crédito son una puta pasada, en la línea retro ochentas tan de su
gusto. Como la banda sonora, encargada de nuevo a Cliff Martínez y en la que,
además de las composiciones de quien fuera bataca en los Red Hot Chili
Peppers, también suenan temas de Goldfrapp, 999, New Order, The Skatalites, Barry
Manilow, Jimmy Angel, Sarabande o Judas Priest.
Y eso es todo lo que tenía que contar. Aparte de insistir en que le echéis
un ojo. Que sí, estoy seguro de que habrá críticas de trazo grueso en las que eminentes
juntaletras de la cosa fílmica dirán que es demasiado larga o que es más
de lo mismo o bla bla bla y no sé qué pollas más. Luego está el típico desubicado que os dirá que se aburrió como las ostras. Pues muy bien… 'enga va,
acepto que haya a quienes no les apasione porque sean incapaces de entrar en la
historia. Yo mismo, al comienzo, me debatía entre si “Too Old to Die Young” iba para obra maestra o era una mierda sideral. Lo que sí tuve claro desde el minuto uno, es que estaba ante una sacada de chorra de dimensiones extraordinarias. Y aunque solo fuera por eso ya
debéis verla. Y vaya, ahora puedo decir que si no es una puta obra maestra, se le acerca mucho. Si no al tiempo. Avisados
estáis.
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