Reconozco que tengo especial debilidad por Cormac
McCarthy. De manera que, todos los años espero con ansia que la inspiración del
genio colme mis expectativas, en forma de nuevo material publicado. Considerado
de forma unánime como una leyenda viva de las letras norteamericanas, este
tejano de adopción (nació en Knoxville - Tennessee) aumenta su reconocimiento
internacional y alcanza mayor repercusión mediática obra tras obra. En parte gracias
al interés que sus historias despiertan en Hollywood, donde ya se anuncian adaptaciones
que verán la luz en los próximos años. Aunque sobre todo tras la concesión del Pullitzer 2008 a su última novela, la
excelente “La carretera”. El caso es que McCarthy ha pasado en poco tiempo de
ser un autor semidesconocido, a superventas. Especialmente tras la publicación
de su premiada última novela, pero ya desde antes con la publicación de la
excelentemente adaptada al mundo del celuloide “No es país para viejos” (J.
Coen, E. Coen - 2007). De todas formas, no se ha de olvidar que esta condición
de figura de culto, ajeno a la mayoría de los lectores, estuvo propiciada por
su propia actuación en relación a su obra. Manteniéndose esquivo a las
entrevistas y a la promoción, además de no mostrarse a través de los medios
hasta bien entrado en años y ya con un buen puñado de novelas en la mochila.
De entre todos sus libros, destaca la novela épica “Meridiano
de Sangre”, publicada en 1985. Siendo para muchos, entre los que me incluyo, la
obra cumbre de su carrera literaria. Al menos hasta el momento. En ella, el
autor nos sitúa en los paisajes desolados propios del western crepuscular, mostrándonos una Mexamérica –región que comprende el norte de México y los estados
de Texas, Nuevo México, Arizona y California- de carácter eminentemente rural.
Un inmenso espacio a caballo entre dos países que se caracteriza por esas
grandes extensiones desérticas o semidesérticas, con aislados núcleos habitados,
poblada por una fauna compuesta de vaqueros y granjeros carentes de escrúpulos,
predicadores corruptos, mercenarios ávidos de dinero fácil, borrachos y
vagabundos e indios salvajes. Un universo plagado de tipos duros que no
dudarían en pegarte un tiro por la espalda si con ello van a conseguir un mísero
dólar. Aunque probablemente también lo harían sin necesidad de obtener nada a
cambio, por puro divertimento. O aburrimiento.
Nos hallamos ante una narración absolutamente desmedida, basada en hechos históricos en esa zona fronteriza durante el Siglo XIX. Un grupo de mercenarios norteamericanos se adentra en México, al dictado de las autoridades mexicanas y las del estado de Texas, con el objetivo de acabar con el mayor número de indios posible. El grupo paramilitar está guiado por el temible John Glanton y el desconcertante juez Holden, que acaba por ser el verdadero protagonista de la historia. La expedición, que arrasa con todo lo que encuentra a su paso, va a ver cómo su situación cambia cuando la espiral de violencia en la que se mueven, les lleve a eliminar incluso a los mexicanos que les pagan. Su itinerario por el desierto, inicialmente en busca de los indios y más adelante en una huida hacia ninguna parte, se convierte en una delirante recreación de una geografía hostil que se configura como un personaje más de esta historia. Todo ello bajo la estricta mirada del mencionado juez. Enorme figura que se erige como una suerte de dios arbitrario, todopoderoso y cruel capaz de condenar a todo aquel que se cruce en su camino.
"Me vas a esconder ahora.
¿A esconder?
Sí. El chaval escupió.
No puedes esconderte, dijo. ¿Dónde te vas a esconder?
¿Volverá Glanton?
No sé.
Este es un sitio horrible para morir.
Dime uno que no lo sea."Simplemente brutal.
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