Seguimos
con la vorágine futbolera que nos embarga en estos días de Mundial. El genial
titular de El Mundo al que me referí
ayer, me ha llevado a recordar una divertida anécdota sobre rivalidades
futbolísticas que le leí/oí (creo) a Enric González. Y digo creo, porque ahora
mismo no obra en mis manos “Historias del calcio”,
ese magnífico compendio de artículos escritos por González para El País sobre la Serie
A italiana y
cuya lectura recomendé hace ya un tiempo.
Al
parecer, a la hora de meter el dedito en el ojo ajeno, la hinchada del Hellas Verona es una de las más hijas de
puta. Se podría pensar que los civilizados residentes de la rica ciudad del
norte, en la que vivieron su romance Romeo y Julieta, sacan sus peores instintos
cada vez que acuden al Stadio Marcantonio
Bentegodi. Cuestión esta que, por desgracia, no es exclusiva de los
veroneses. En fin, a lo que iba. Hace ya unos años, cuando el Diego (Maradona) aún
jugaba en el Nápoles, hubo un domingo
en el que el Verona se enfrentaba al entonces
poderoso equipo napolitano. Los veroneses, con toda la mala follá del mundo, además de insultar y burlarse de sus vecinos
pobres del sur –“negros, gitanos, esto es
Italia africanos…”- les dedicaron un
ofensivo cartel que rezaba tal que así: "Forza
Vesuvio". Lo que los tifosi
del Verona pedían era que el volcán
Vesuvio, a cuyos pies se encuentra Nápoles, arrasase de una puñetera vez esa
ciudad. Obviamente eso no sentó nada bien a los napolitanos, que no dejaron que
la cosa acabara ahí. Cuando unos meses después al Verona le tocó devolverle la visita al Nápoles, las autoridades se esperaban lo peor, por lo que
extremaron las medidas de seguridad para un partido calificado de máximo
riesgo. Sin embargo, cuando el once veronés saltó al campo, no ocurrió nada. La
gente se mantuvo tranquilamente sentada en sus asientos, sin apenas silbar, casi
sin hablar y sin hacer ruido, pero desplegando un gigantesco cartelón con el
siguiente mensaje: "Giulietta'na zoccola e Romeo un gran cornuto”
(Julieta era una zorra y Romeo un gran cornudo).
Así que, mientras los del norte se reían de los del sur -la zona menos
desarrollada y rica de Italia- con malas formas y peores palabras, éstos últimos, supuestamente menos cultivados,
les respondieron con finas ironías, aludiendo al sacrosanto símbolo de la ciudad
de Verona, los dos jóvenes amantes creados por la pluma de William Shakespeare,
en el fondo una puta y un cornudo, lo cual es una verdad como un templo.
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