viernes, 2 de julio de 2010

Aaltra

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Cerveceando la otra noche con unos amigos y tras agotar todos los temas relacionados con la Selección nacional y su periplo mundialista, salió a la palestra la película Aaltra, producción franco-belga dirigida e interpretada por Benoit Delépine y Gustave Kervern en el año 2004. Joder y me alegró la noche, ¡m’a que soy fácil de contentar! Y es que, no sé porque extraño motivo, mis recuerdos sobre esta maravillosa bizarrada se mantenían ocultos en algún rincón oscuro de mi quijotera. ¡Con lo que me gustó en su momento! Y eso que la vi casi por casualidad, sin esperar nada y únicamente por que estaba apadrinada por el gran Aki Kaurismäki. Pero ya desde las primeras escenas sabía que me iba a gustar.

Se trata de una road movie protagonizada por dos vecinos, que viven en algún paraje rural al norte de Francia y que no se pueden ni ver. Su odio es tal que reducen su vida a buscar la  confrontación, viendo como pueden joder más a su “queridísimo” vecino. Hasta tal punto que un día, en el transcurso de una violenta discusión, un remolque agrícola los atropella y les deja parapléjicos. Ahí comenzará su particular reconciliación. Tras abandonar el cuarto que comparten en el hospital y desechar, cada uno por su cuenta, la idea de suicidio, coincidirán en la misma estación de ferrocarril. Allí convendrán realizar un viaje hasta Finlandia, para cantarle las cuarenta a los fabricantes de la maquinaria agrícola responsable de su accidente y además obtener una compensación económica. A partir de aquí es cuando se inicia la odisea, un largo viaje que los llevará por varios países, a bordo de sus sillitas de ruedas. Como imaginaréis, en esas condiciones el trayecto se tornará en algo sumamente complicado. Aunque lo mejor aún está por venir y me refiero al cúmulo de situaciones esperpénticas, cuando no directamente marcianas, que se van a dar.

Muy valorada por la crítica de los diferentes certámenes a los que se presentó, pero con una escasísima distribución en cines, la película supuso para mí un grandísimo descubrimiento. Y es que ese par de mimos, malcarados y desagradables, destilan mala leche en cantidades industriales, ¡pero hacen gracia! Todo lo que vemos en la película es muy triste en el fondo, pero te ríes un huevo. Y es que sus co-directores (y co-protagonistas) han sabido sacar humor de situaciones que en principio no parecen favorables a ello. Eso sí, humor negro, ¡negrísimo!... capaz de alquitranar toda la red de carreteras del Estado.

Y ese final…

2 comentarios:

  1. Sí, señor. Yo era uno de esos cerveceros y me reafirmo: ¡peliculón! Humos más negro que la muerte, es decir: humor de verdad.

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  2. Gran peli sí señor, gracias por recordármela... A sus pies.

    Olus Semser

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