miércoles, 17 de agosto de 2011

El barro reposa... pero la sangre es vagabunda...



América: Espié cuatro años de nuestra historia. Fue una larga vigilancia móvil y un chantaje de patada en la puerta. Tenía licencia para robar y libertad de acción. Seguí a gente. Pinché teléfonos, grabé conversaciones y recorrí en elipses los grandes acontecimientos. Me mantuve en la sombra. Mi vigilancia enlaza el Entonces con el Ahora de una manera nunca antes revelada. Yo estuve allí. Mi reportaje se basa en rumores creíbles y en información privilegiada. Un enorme rastro de documentos permite su verificación. Este libro recoge expedientes públicos robados y diarios personales usurpados. Es una suma de aventura personal y cuarenta años de aprendizaje. Soy un albacea literario y un agente provocador. Hice lo que hice y vi lo que vi y de lo demás me fui enterando a lo largo de la historia. Veracidad de escritura pura y contenido de revista de escándalos: es esta conjunción lo que le da la chispa. Lleváis dentro la semilla de la credulidad. Recordáis el tiempo que abarca esta narración y captáis la conspiración. Estoy aquí para deciros que todo es verdad y que no es en absoluto como pensáis. Leeréis con cierta reticencia y al final capitularéis. Las páginas siguientes os obligarán a sucumbir. Voy a contároslo todo.
Con esta nota de Don “el pariguayo” Crutchfield comienza “Sangre vagabunda”, despedida y cierre de la Trilogía Americana de James Ellroy. La enésima obra maestra de quien muy posiblemente sea el mejor autor vivo del género negro. Ya han pasado dieciséis años desde que el angelino se embarcara en esta aventura con la publicación de “América, según el mismo reconoce, inspirado por la lectura de la novela Librade Don DeLillo. Al igual que ocurre en la segunda parte, Ellroy recurre a esa maravillosa prosa, casi telegráfica, trufada de frases cortas y palabras todavía más cortas, en ocasiones sincopadas, que se han convertido en su seña de identidad. En cada capítulo nos ofrece la visión de un nuevo personaje, una nueva localización, un nuevo acontecimiento protagonizado por supervivientes de Seis de los grandes, como Wayne Tedrow Jr o Dwight Holly, o por nuevos personajes incorporados a la trama como la activista Joan Rosen Klein o el miembro del DPLA Scottie Bennett, además de por los habituales personajes históricos -Edgar Hoover, los chicos de la Mafia con Carlos Marcello al frente...- que otorgan a “Sangre vagabunda” y a toda la Trilogía esa latitud histórica que tanto parece gustar a Ellroy. Como ocurría con las dos novelas anteriores, no es este un libro fácil de leer. La lectura es complicada y no nace del placer, sino de la obsesión por conocer, por saber, por comprender esta trama compuesta por cientos de micro-historias que van sobre sexo, mujeres, racismo, política, drogas, activismo, corrupción, crimen, poder, religión y hasta esoterismo. También nace de la atracción que suscitan sus poliédricos personajes... y por esa mágica manera de escribir que el Altísimo (¡o quien coño haya por ahí arriba!) le ha concedido a James Ellroy.

Recuerdo que con motivo de la presentación mundial de “Sangre vagabunda”, Ellroy concedió algunas entrevistas en las que hizo gala de su prepotencia. Llegando a afirmar que este libro es una puta obra maestra de la literatura. Vale que el tío es un gilipollas de tomo y lomo y que su pose de perdonavidas resulta inaguantable, pero como he dicho antes, escribe como los ángeles y “Sangre vagabunda” es un pasote. Imprescindible.

El barro reposa, pero la sangre es vagabunda;
y el aliento es un bien que no perdura.
Levanta, muchacho; tiempo habrá de dormir
cuando el viaje finalmente concluya.
[A. E. Housman]

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