Para un servidor hablar de
los Jayhawks supone automáticamente esbozar una sonrisa. Retrotraerme a los
tiempos del “Rainy Day Music” (2003), deliciosa compilación de canciones que
parece como si llevaran sonando toda la vida dentro de mi cabeza. Y es que su
hasta hace poco último y maravilloso álbum es una obra magna de principio a fin.
La banda sonora perfecta para días lluviosos y no tan lluviosos. Comento esto
último porque, para mí, el Rainy Day Music siempre estará asociado al hasta
ahora mejor verano de mi vida. Días de vino y rosas en los que no podía parar
de tararear “Tailspin”, “Save it for a rainy day”, “All the right reasons” o
los ojos de Sarah Jane “…I see the happy
times again” Un discazo redondo, repleto de preciosas a la par que sencillas
composiciones, en las que se resume todo lo bueno que es capaz de ofrecernos la
actual música de raíces norteamericana, llámesele “country alternativo”, “nuevo
country” o simplemente “americana”. Y
vale, sí, ya sé que en este disco no estaba Mark Olson, co-fundador y alma mater junto a Gary Louris de la
banda de Minneapolis. Y también sé que los más puristas consideran que la
alargada sombra del “Tomorrow the Green Grass” (1995) empequeñeció a este álbum. No seré yo
quien minusvalore otro discazo como “Tomorrow the Green Grass”, pero sinceramente “Rainy
Day Music” me parece mejor.
Eso hasta ahora y de ahí
el motivo del presente post. Porque
los Jayhawks se han lanzado nuevamente a la carretera para presentarnos su nueva
grabación, una barbaridad de disco titulado “Mockingbird Time”. Creo
que no exagero al afirmar que está al nivel del “Rainy Day Music”, postulándose
desde ya como posible disco del año. Doce cortes de un altísimo nivel que
amenazan con convertir a la banda liderada por Olson y Louris, juntos de nuevo,
en una auténtica leyenda, si es que no lo eran ya. En fin, que no entiendo como
estos monstruos no se hinchan a vender discos y si lo hacen gentes como Lady Cagá. ¡Que mundo! ¡Qué Universo!
¡Larga vida a The Jayhawks!
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