En estos calurosos días olímpicos, en los que sorprendentes nadadoras son capaces de ir más rápido que sus homólogos masculinos (y encima sus federaciones se jactan de ello), o que veteranos ciclistas arrasan en la lucha contra el crono después de ganar el puto Tour de Francia (¡hito histórico donde los haya!), pese a que en anteriores ediciones de los Juegos Olímpicos no pasaban de ser meros pistards (de los buenos, cierto, pero pistards al fin y al cabo), me viene a la cabeza el recuerdo de la mítica “Hormone” Krieger.
Para los que no lo/la recordéis, Andreas Krieger es una antigua lanzadora de peso de la Alemana Oriental que ganó la medalla de oro en el campeonato europeo de atletismo de 1986. Esto último lo hizo como Heidi Krieger, pero a fuerza de meterse esteroides acabo por “masculinizarse”, de ahí que, una vez retirada y viendo que la chuta le había dejado con todos los rasgos de un hombre -excepto la pilila-, sintió la necesidad de hacerse una cirugía de reasignación sexual y cambiar su nombre por el de Andreas. Todavía recuerdo la estampa de esta musculada nibelunguen con la bola agarrada a punto de lanzar. Llegué a fantasear con que semejante mostrenco fuera capaz de sacarla fuera del estadio.
Okey man, lo sé, que acusar de dopaje a alguien sin aportar pruebas es jodido y puede llegar a ser hasta ruin pero es que hay cosas dificilmente asumibles. Ese doble rasero imperante según que deportes, según que nacionalidades, según el evento y en donde se celebre, ya sabéis. Eso y que uno, que ya tiene una edad, se acuerda de la famosa sopa de tortuga con la que Ma Junren -responsable del medio fondo chino durante el mundial de atletismo de Stuttgart- justificó el fantabuloso éxito de sus desconocidas corredoras (ganaron el 1.500, los 3.000 y 10.000 metros con la gorra. En esta última distancia, Wang Junxia batió tres veces el récord del mundo y en la final de los 3.000 cinco corredoras batieron el récord del mundo que tenía diez años de antigüedad). También el recuerdo de las maravillosas plusmarcas de Florence Griffith en los 100 y 200 metros lisos, inabarcables hasta para una dopada confesa como Marion Jones. Eso y que uno no deja de sorprenderse ante el hecho de que no haya prueba de natación que se dispute –y que se precie - en la cual se batan hasta tres o cuatro récords del mundo. Circunstancia que se justifica por la mejoras en las técnicas de entrenamiento, los nuevos tejidos usados para elaborar los bañadores, la mayor precisión de los cronometrajes… sí, sí, ya…
Luego está lo de que el tío que ganó el Dakar sea capaz de pillar el bronce en tiro al plato (¡Telita!). Aunque eso es otra historia. Una historia que dice muy poco de según que deportes y que cuestiona claramente su consideración de olímpicos.
Hala, hasta aquí hemos llegado...
…y me había prometido no hablar sobre la abanderada sudafricana y no lo he hecho. Por eso os enlazo este peaso vídeo (je je):
- atención a partir del minuto 03:57 -
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