miércoles, 29 de agosto de 2012

¿Juego con lo qué?


Anteayer y justo después de comer, presa del hastío existencial que me atrapa cuando estoy haciendo la digestión, decidí que lo mejor era entretenerme viendo tele. Sí, ya lo sé, ¿qué esperaba sacar de ello? ¡Pues no lo sé! …pero dejadme que os cuente, puede que hasta os mole. Bien, la cosa es que, huérfano de ciclismo -era jornada de descanso en la Vuelta-, me dediqué a hacer zapping por si me enganchaba a algo. Reconozco que estuve apunto de apagar la caja tonta y pegarme una siesta, porque la cosa no podía pintar peor: gentes relatando sucesos intrascendentes u opinando sobre cuestiones de infinitesimal importancia; mónguers ciclados hasta las cejas que pretendían ligar con barbies de tetas imposibles y morros inenarrables (unos y otras con evidentes carencias intelectuales); gritones profesionales haciendo las delicias del marujeo presente en plató; reposiciones de series malas que ya lo eran cuando supuestamente se "estilaban"; pseudo-abogados y pseudo-economistas, de esos que arreglan las cosas en dos patás y que, como afirma un eminente bloguero, sueltan tal cantidad de tonterías que si estas generasen electricidad, en España estaría resuelto el problema energético por lustros...
…eso, hasta que di con un canal en el cual suelen programar películas de acción. Y aquí es cuando empieza lo bueno.

Porque los amigachos del Canal Hollywood (creo que así se llama ese reducto de la cinefilia de pago) habían decidido programar en horario de sobremesa la mítica cinta de chinatas esquizofrénicos "Juego con la muerte", perpetrada por Robert Clouse. La peli de la que os hablo fue estrenada en 1978 y está protagonizada por Bruce Lee (¿cómo no?). Pero no es cualquier peli de mamporros marca de la casa, sino el legado cinematográfico del mayor icono de las artes marciales de todos los tiempos. Y es que "Juego con la muerte" fue estrenada cinco años después del fallecimiento de Lee, amen de ser (o pretender ser) una especie de homenaje al trágico final del hombre que acuño aquello del "be water my friend". Quizás por eso a su director no le importó demasiado el contar con escasos cincuenta minutos de rodaje con el jeto del auténtico Bruce Lee, ¡para eso está el material de archivo joer! (eso y los dobles y los efectos especiales de andar por casa… en fin, ya me entendéis). Vamos, que al final de la carrera al tipo le sobraron minutos para rodar su obra, incluyendo tan solo parte del metraje pre-deceso. Como no podía ser de otra forma la película les quedó de un chapucero que pa'qué. Y no os riáis, ya sé que estoy hablando de una película de Bruce Lee con todo lo (malo) que eso supone. Pero es que cuando afirmo que "Juego con la muerte" es chapucera, quiero decir que es chapucera hasta para los estándares de una peli de Bruce Lee!!! ¡Canelita fina! Lo que me flipa (y abro reflexión) es que necesitaran de un equipo formado por hasta diez guionistas (sí, 10) para parir este cagarro. Quizás el hecho de que el principal de ellos responda al nombre de Carlos Barriga (y no va de coña), nos aclare algo. Ya sabemos lo que se estaba tocando el susodicho cuando debía estar ocupado en hilar de una manera más o menos coherente los hitos que conforman la trama de este "clásico" del cine de artes marciales.


Ea! ...ya lo he soltado!!! Y es que "Juego con la muerte" viene a ser una de las mayores mierdas que cagó Pilates, al nivel de cosas tales como "The Ashes of time (redux)" o "Restless", tan del gusto de algunos de mis mejores amigos y de otros muchos (demasiados) modernos. En ella Bruce Lee (o sus dobles) encarnan a su alter ego Billy Lo (nótese la originalidad del nombre), una estrella del cine de acción coaccionada por un sindicato del crimen para que trabaje para ellos. Como veréis la originalidad del producto no se agota con la elección del nombre del personaje principal, sino que además le dan un rol de prota de pelis de Kung-fu (justo lo que Bruce era), que se ve envuelto en un lío que recuerda sospechosamente a la propia biografía de Bruce Lee (que fue acosado por las tríadas chinas en sus inicios). Tras la negativa de Lo, los mafiosos deciden deshacerse de él haciendo que le disparen en medio de un rodaje con un arma que se suponía de fogueo. Su muerte conmociona al mundo entero, sucediéndose las escenas de dolor protagonizadas por desconsolados fans, para las cuales Robert Crouse, en un ejercicio de prestidigitación digno de ser reconocido, tiró mano de imágenes reales tomadas durante el auténtico funeral de Bruce Lee. Pero a diferencia de Bruce Lee, el amigo Billy Lo no murió. Siguió vivito y coleando a pesar de que (¡y hete aquí con la clave de todo!) había recibido un disparo en pleno rostro. Gracias a una milagrosa operación quirúrgica que le viene de perillas al director de esta aberración fílmica, que hallará así expedito el camino al uso y abuso de dobles con dudoso parecido con el actor hongkonés, bien provistos (eso sí) de barbas falsas y gafotas de sol. Eso por no hablar del recurso a otro tipo de artificios como el empleo de máscaras o la genialidad del sticker con el careto de Bruce sobre un espejo en el cual se refleja su doble (lo incrusto a continuación, tenéis que verlo), que nos dan una idea de a que cosa nos enfrentamos.
(min. 01:05 - la genialidad)

Siguiendo con la narración (wtf!?), como os había dicho, Billy Lo ha sobrevivido y aprovecha el que todo quisque lo de por muerto para planear su revancha. Y justo a partir de aquí es cuando Bruce Lee (el auténtico y los fake) destapa(n) el tarro de las esencias y comienza(n) a soltar hostias a diestro y siniestro. En un final que se plantea como algo épico pero no lo es, se enfrenta, uno tras otro, a diferentes adversarios con distintos estilos de lucha interpretados por los amiguetes del productor. Por cierto que, en alguna de estas escenas, Bruce Lee aparece ataviado con el famoso chándal amarillo con rayas negras utilizado por Uma Thurman en "Kill Bill" (no hace falta decir que se trata de un homenaje -otro más- de Quentin Tarantino al cine de artes marciales). Al final de todo se topará con un enemigo de su altura (y no es literal), en la que viene a ser una de las escenas de lucha más recordadas del género. Un combate que, a priori, se presentaba desigual, porque el malo maloso era, ni más ni menos, que el enorme Kareem Abdul Jabbar. ¡Toma Geroma pastillas de goma! Obvia decir que el mítico 33 de los Lakers pilla más que Mortadelo.

En fin, que me eché unas risas viendo esta "maravilla" del séptimo arte. Una buena manera de pasar la tarde huyendo de este calor insoportable que nos toca sufrir por esta terreta de emprendedores de chichinabo.

...y otro día más.  

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