Anteayer y justo después de comer, presa del
hastío existencial que me atrapa cuando estoy haciendo la digestión, decidí que
lo mejor era entretenerme viendo tele. Sí, ya lo sé, ¿qué esperaba sacar de
ello? ¡Pues no lo sé! …pero dejadme que os cuente, puede que hasta os mole.
Bien, la cosa es que, huérfano de ciclismo -era jornada de descanso en la
Vuelta-, me dediqué a hacer zapping por si me enganchaba a algo. Reconozco que
estuve apunto de apagar la caja tonta y pegarme una siesta, porque la cosa no
podía pintar peor: gentes relatando sucesos intrascendentes u opinando sobre
cuestiones de infinitesimal importancia; mónguers ciclados hasta las cejas que
pretendían ligar con barbies de tetas imposibles y morros inenarrables (unos y
otras con evidentes carencias intelectuales); gritones profesionales haciendo
las delicias del marujeo presente en plató; reposiciones de series malas que ya
lo eran cuando supuestamente se "estilaban"; pseudo-abogados y
pseudo-economistas, de esos que arreglan las cosas en dos patás y que, como
afirma un eminente bloguero, sueltan tal cantidad de tonterías que si estas
generasen electricidad, en España estaría resuelto el problema energético por
lustros...
…eso, hasta que di con un canal en el cual
suelen programar películas de acción. Y aquí es cuando empieza lo bueno.
Porque los amigachos del Canal Hollywood (creo que
así se llama ese reducto de la cinefilia de pago) habían decidido programar en
horario de sobremesa la mítica cinta de chinatas esquizofrénicos "Juego
con la muerte", perpetrada por Robert Clouse. La peli de la que os hablo
fue estrenada en 1978 y está protagonizada por Bruce Lee (¿cómo no?). Pero no
es cualquier peli de mamporros marca de la casa, sino el legado cinematográfico
del mayor icono de las artes marciales de todos los tiempos. Y es que
"Juego con la muerte" fue estrenada cinco años después del fallecimiento
de Lee, amen de ser (o pretender ser) una especie de homenaje al trágico final
del hombre que acuño aquello del "be water my friend". Quizás por eso a su director no le importó demasiado el contar con escasos cincuenta minutos
de rodaje con el jeto del auténtico Bruce Lee, ¡para eso está el material de
archivo joer! (eso y los dobles y los efectos especiales de andar por casa… en fin, ya me entendéis).
Vamos, que al final de la carrera al tipo le sobraron minutos para rodar su
obra, incluyendo tan solo parte del metraje pre-deceso. Como no
podía ser de otra forma la película les quedó de un chapucero que pa'qué. Y no
os riáis, ya sé que estoy hablando de una película de Bruce Lee con todo lo
(malo) que eso supone. Pero es que cuando afirmo que "Juego con la muerte"
es chapucera, quiero decir que es chapucera hasta para los estándares de una
peli de Bruce Lee!!! ¡Canelita fina! Lo que me flipa (y abro reflexión) es que
necesitaran de un equipo formado por hasta diez guionistas (sí, 10) para parir
este cagarro. Quizás el hecho de que el principal de ellos responda al nombre
de Carlos Barriga (y no va de coña), nos aclare algo. Ya sabemos lo que se
estaba tocando el susodicho cuando debía estar ocupado en hilar de una manera más o
menos coherente los hitos que conforman la trama de este "clásico"
del cine de artes marciales.
Ea! ...ya lo he soltado!!! Y es que "Juego con
la muerte" viene a ser una de las mayores mierdas que cagó Pilates, al nivel de cosas tales como "The Ashes of time (redux)" o
"Restless", tan del gusto de algunos de mis mejores amigos y de otros muchos (demasiados) modernos. En ella Bruce Lee (o sus dobles) encarnan a su alter ego Billy Lo
(nótese la originalidad del nombre), una estrella del cine de acción
coaccionada por un sindicato del crimen para que trabaje para ellos. Como veréis
la originalidad del producto no se agota con la elección del nombre del
personaje principal, sino que además le dan un rol de prota de pelis de Kung-fu
(justo lo que Bruce era), que se ve envuelto en un lío que recuerda
sospechosamente a la propia biografía de Bruce Lee (que fue acosado por las
tríadas chinas en sus inicios). Tras la negativa de Lo, los mafiosos deciden
deshacerse de él haciendo que le disparen en medio de un rodaje con un arma que
se suponía de fogueo. Su muerte conmociona al mundo entero, sucediéndose las
escenas de dolor protagonizadas por desconsolados fans, para las cuales Robert
Crouse, en un ejercicio de prestidigitación digno de ser reconocido, tiró mano
de imágenes reales tomadas durante el auténtico funeral de Bruce Lee. Pero a
diferencia de Bruce Lee, el amigo Billy Lo no murió. Siguió vivito y coleando a
pesar de que (¡y hete aquí con la clave de todo!) había recibido un disparo en
pleno rostro. Gracias a una milagrosa operación quirúrgica que le viene de
perillas al director de esta aberración fílmica, que hallará así expedito el camino
al uso y abuso de dobles con dudoso parecido con el actor hongkonés, bien
provistos (eso sí) de barbas falsas y gafotas de sol. Eso por no hablar
del recurso a otro tipo de artificios como el empleo de máscaras o la
genialidad del sticker con el careto de Bruce sobre un espejo en el cual se
refleja su doble (lo incrusto a continuación, tenéis que verlo), que nos dan una
idea de a que cosa nos enfrentamos.
(min. 01:05 - la genialidad)
Siguiendo con la narración (wtf!?), como os
había dicho, Billy Lo ha sobrevivido y aprovecha el que todo quisque lo de por
muerto para planear su revancha. Y justo a partir de aquí es cuando Bruce Lee
(el auténtico y los fake) destapa(n) el tarro de las esencias y comienza(n) a
soltar hostias a diestro y siniestro. En un final que se plantea como algo
épico pero no lo es, se enfrenta, uno tras otro, a diferentes adversarios con
distintos estilos de lucha interpretados por los amiguetes del productor. Por
cierto que, en alguna de estas escenas, Bruce Lee aparece ataviado con el famoso chándal amarillo con rayas negras utilizado por Uma Thurman en "Kill Bill"
(no hace falta decir que se trata de un homenaje -otro más- de Quentin
Tarantino al cine de artes marciales). Al final de todo se topará con un
enemigo de su altura (y no es literal), en la que viene a ser una de las
escenas de lucha más recordadas del género. Un combate que, a priori, se
presentaba desigual, porque el malo maloso era, ni más ni menos, que el enorme
Kareem Abdul Jabbar. ¡Toma Geroma pastillas de goma! Obvia decir que el mítico
33 de los Lakers pilla más que Mortadelo.
En fin, que me eché unas risas viendo esta "maravilla" del séptimo arte. Una buena manera de pasar la tarde huyendo de este calor
insoportable que nos toca sufrir por esta terreta de emprendedores de chichinabo.
...y otro día más.
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