A ver.
El que la visita de Ezra Furman esté pasando casi desapercibida para
tantísima gente de esta país, inclusive dentro de selectos
ambientes musicales, no tiene perdón de Dios. Menos aún en el caso
de estos últimos, repletos de eruditos de la cosa tan proclives a
pontificar en sus columnas, foros de Internet y hasta conversaciones
de barra de bar -musical o no-. Y es que con menos de treinta años y
seis álbumes sobre la chepa -los tres primeros junto a The Harpoons-
la que está liando este chaval es de aúpa. No solo porque sus
discos, especialmente los dos últimos, sean una puta maravilla, sino
también y muy especialmente debido a su exuberante directo. Algo
digno de ser visto.
Os lo
digo yo, que fui uno de los pocos privilegiados -¡no había ni media
sala!- que asistió al desparrame pop-rock-punk-garage y dos huevos
duros que el de Evanston protagonizó en el Teatre La Rambleta
durante la noche del pasado martes. No creo que ni una sola persona
entre los presentes saliera defraudada. ¡Para quedarse inmune ante
tamaño arsenal! Veintidós torpedos musicales con los que el tipo se
metió a todo quisque en la butxaca.
Y eso
que asistí con la expectativa muy alta, lo cual tiene sus riesgos.
Pero dio absolutamente igual. Este hombre está muy por encima de
todo eso. Da la sensación de que se halla en su momento y justamente
por eso es justo ahora cuando hay que verle y gozarle. También es
verdad que, mi enamoramiento es tal, que aún si vuelve ya más
talludito y viviendo de las rentas, con el ansia, la rabia y hasta la
inspiración tamizada, también acudiré a su encuentro. Solo sea por
comprobar cuanto se perdió en el fuego y sobretodo para disfrutar de
lo que quede, que seguro será mucho.
He
mencionado antes que sus dos últimos discos me parecen grandiosos.
Asombrosos, añadiría. Porque están repletos de cortes a cada cual
más diferente, conformando así una enorme madeja que hace imposible
etiquetar su música. Evidentemente el tipo está abierto a todo tipo
de ideas y tendencias. Se acerca a ellas, las deglute, luego las
digiere y al final nos presenta esa transformación en forma de
canciones, a veces delicadas y otras absolutamente desgarradoras. De
ahí que se haya querido ver en su música el sello de unos Violent
Femmes, Paul Simon, Jonathan Richman, los Beatles, los New York Dolls
y por supuesto el puto David Bowie. La marca de este último es
visible hasta en la pose que Furman adopta sobre el tablao -aquí en
Valencia apareció con pelo azul, labios pintados y ataviado con un
enorme collar de perlas. Tan solo echamos en falta la faldita
exhibida en otros parajes. La próxima vez será-. Todo esto para
señalar el mayúsculo acierto que supuso, a mi parecer, que el
noventa por cien de la actuación estuviese consagrada a enaltecer
los cortes del “Day of the Dog” (2013) y el recientemente
publicado “Perpetual Motion People” (2015). Un álbum este último
que, lo anticipo, aparecerá muy -pero que muy- arriba en el ranking
de recomendaciones musicales de TCBUP al cierre de ejercicio.
La
cosa comenzó sosegada, con “Day of the Dog”, pero rápidamente
se aceleró con varios cañonazos incluidos en ese mismo disco como
“Anything Can Happen”, “I Wanna Destroy Myself”, “Caroline
Jones” (cara B del single “My Zero”) y un
par de aportaciones extraídas de “The Year of No Returning” (2012) – en
concreto “American Soil”, que sonó como un trueno, y “Bad
Man”-. En este primer bloque también tuvimos la suerte de
disfrutar de una versión sosegada de “And Maybe God is a Train”,
que, si bien la prefiero en su formato original, demostró la
capacidad de reinvención que tiene el andrógino geniecillo.
En el
segundo bloque se aglutinaron varios de los platos fuertes de la
velada. Cosas tan brillantes y a la vez tan diferentes como “Lousy
Connection”, “My Body Was Made”, “Wobbly”, “Haunted
Head”, “Tip of a Match” y la delicada “Ordinary Life”,
canción que, según nos contó el propio artista -no sé si medio en
broma- escribió en un momento bastante jodido en el cual decidía
sobre su permanencia en el mundo de los vivos. También se paseó por
allí el jitazo por excelencia de la corta pero larga trayectoria de
Ezra Furman: “My Zero”. Lástima que fuese justo aquí -y solo aquí- cuando “The Boyfriends”, cómplices musicales del susodicho
de un tiempo a esta parte, se desajustasen un poco. Ni siquiera creo que fuese culpa del principal implicado, el saxofonista Tim Sandusky, quien con su instrumento es el responsable de aportar esos toques
tan elegantes e intensos característicos del universo Furman. Para finalizar y descontando el asunto de
los bises, sonaron “The Mall”, “At the Bottom of the Ocean” y
poniendo todo aquello patas pa'rriba ese himno titulado “Tell'em
All to Go to Hell”.
Después vino la sorpresa en forma de bises. Y digo sorpresa no por el consabido teatrillo que esta práctica absolutamente desvirtuada, pero por todos aceptada, supone. Tampoco por la euforizante despedida a través de “Restless Year”, momento esperado hasta por el menos avezado entre los allí presentes. Me refiero a la libérrima adaptación del “Crown of Love” de los Arcade Fire que se sacaron de la manga Mr. Furman y sus novios, amén de la presentación a pelo -vamos, el peliazul pero sin banda de acompañamiento- de una nueva canción titulada “Penetrate” o “Penetration”.
Y hasta aquí.... Eso
es todo lo que os tenía que contar. Tan solo me queda darle las gracias
al artista por recordarnos que la música, aún hoy día, sigue
siendo el mejor antídoto contra la depresión. Sobretodo en los
tiempos de zozobra que nos está tocando vivir.
Pensaba que el concierto estaría bien, pero fue aún mejor. Uno de los mejores – sino el mejor- del año 2015.
Aiiiiiinssss Sulo, ese placer de salir flotando de una sala, después de los Drones y su salvajismo reptante molaba saltar cual niños con juguete nuevo. Este disco y su directo ha conseguido que vuelva a repasar discografías olvidadas. El doble de un jovencísimo emilio Aragón pero más irreverente; con esa sonrisa entre lo inocente y percerso; me noqueó, .
ResponderEliminarAhora, puestos a pedir podía haber tocado alguna de los harpoons, que el segundo me mola un montón.
Jajajajaj... No me había percatado del simil con Milikito. Bien tirado. La verdad es que el concierto fue increible y aún hoy, casi una semana después, sigo eufórico a causa de tamaño acontecimiento. Quizás tengas razón en que se echó en falta algo más de su primera obra con los Harpoons, pero bueno, es que sus 2 últimos elepés me molan tanto que hasta me dio igual...
ResponderEliminarSalut...