jueves, 5 de noviembre de 2015

Exposición de Munch en el Thyssen

De esto no os había hablado y la verdad es que no tengo excusa. Y es que, ya han pasado varias semanas desde que aterricé en Madrid y tuve la inmensa suerte de toparme con esta maravillosa muestra dedicada a la figura más prominente del arte noruego. Así que, como imploraba el monje Salvatore, inolvidable personaje de “El nombre de la Rosa”, “penitenciagite!!!”

Como reza en la imagen que ilustra esta entrada, me estoy refiriendo a la exposición “Edvard Munch, Arquetipos”, del Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. La primera retrospectiva del autor de “El Grito” en España en tres décadas y para la que se han reunido la friolera de ochenta obras, algunas de ellas muy conocidas. Una cifra más que suficiente para repasar todas y cada una de las obsesiones de este angustiado pintor y grabador, referente incuestionable para los expresionistas alemanes de principios del Siglo XX.

Al parecer Munch decía de sí mismo que, del mismo modo que Leonardo estudiaba la anatomía humana y para ello diseccionó cuerpos, él intentaba diseccionar las almas. De ahí que los temas más frecuentes en su obra sean aquellos relacionados con los sentimientos y las tragedias. Supongo que ese es el motivo por el cual la exposición del Thyssen se estructura en diferentes secciones a partir de arquetipos emocionales. Representados por seres humanos a los que vemos -o simplemente vislumbramos- en diferentes escenarios, manifestando obsesiones existenciales como el amor, el deseo, los celos, la ansiedad o la muerte, amén de estados anímicos como la melancolía, la pasión o la sumisión.

Entre todas las secciones destaca sobremanera, o al menos así me lo pareció a mí, la dedicada al pánico. Y entre las obras que la integran “Ansiedad” de 1896, una de las versiones que hay de “El Grito” de 1893 y “Pánico en Oslo” de 1917. Tres representaciones en las que el entorno urbano aparece como un lugar estresante y agitado, donde el hombre se ve sometido a una experiencia traumática.

También me impresionaron los cuadros cuya temática es la muerte. Como esa “Niña Enferma” de 1907 pintado a base de gruesos empastes, con lo que el pintor de Loten quiso simbolizar la materialidad de la carne deteriorada de los muertos. Y que decir de los encuadrados en el espacio dedicado a la melancolía, con “Atardecer” (1888) y “Melancolía” (1891) a la cabeza. Obras en las que Munch nos muestra a la naturaleza como espejo de las emociones más profundas.

En definitiva, una maravillosa muestra que, si no me equivoco, estará expuesta hasta mitad de enero y que, si tienes tiempo y dinero -tampoco tanto- no deberías perderte. Desde luego que, si te pilla por Madrid o alrededores, no tendría sentido que no fueras. Suloki dixit.

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