De
esto no os había hablado y la verdad es que no tengo excusa.
Y es que, ya han pasado varias semanas desde que aterricé en Madrid
y tuve la inmensa suerte de toparme con esta maravillosa muestra
dedicada a la figura más prominente del arte noruego. Así que, como
imploraba el monje Salvatore, inolvidable personaje de “El
nombre de la Rosa”, “penitenciagite!!!”
Como
reza en la imagen que ilustra esta entrada, me estoy refiriendo a la
exposición “Edvard Munch, Arquetipos”, del Museo
Thyssen-Bornemisza de Madrid. La primera retrospectiva del autor de
“El Grito” en España en tres décadas y para la que se han
reunido la friolera de ochenta obras, algunas de ellas muy conocidas.
Una cifra más que suficiente para repasar todas y cada una de las
obsesiones de este angustiado pintor y grabador, referente
incuestionable para los expresionistas alemanes de principios del
Siglo XX.
Al
parecer Munch decía de sí mismo que, del mismo modo que Leonardo
estudiaba la anatomía humana y para ello diseccionó cuerpos, él
intentaba diseccionar las almas. De ahí que los temas más
frecuentes en su obra sean aquellos relacionados con los sentimientos
y las tragedias. Supongo que ese es el motivo por el cual la
exposición del Thyssen se estructura en diferentes secciones a
partir de arquetipos emocionales. Representados por seres humanos a
los que vemos -o simplemente vislumbramos- en diferentes escenarios,
manifestando obsesiones existenciales como el amor, el deseo, los
celos, la ansiedad o la muerte, amén de estados anímicos como la
melancolía, la pasión o la sumisión.
Entre
todas las secciones destaca sobremanera, o al menos así me lo
pareció a mí, la dedicada al pánico. Y entre las obras que la
integran “Ansiedad” de 1896, una de las versiones que hay de “El
Grito” de 1893 y “Pánico en Oslo” de 1917. Tres
representaciones en las que el entorno urbano aparece como un lugar
estresante y agitado, donde el hombre se ve sometido a una
experiencia traumática.
También
me impresionaron los cuadros cuya temática es la muerte. Como esa
“Niña Enferma” de 1907 pintado a base de gruesos empastes, con
lo que el pintor de Loten quiso simbolizar la materialidad de la
carne deteriorada de los muertos. Y que decir de los encuadrados en
el espacio dedicado a la melancolía, con “Atardecer” (1888) y
“Melancolía” (1891) a la cabeza. Obras en las que Munch nos
muestra a la naturaleza como espejo de las emociones más
profundas.
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