¿Cómo
no estremecerse ante la voz rota de Bob Dylan relatando las penurias
del campesino Hollis Brown? La historia de ese mísero habitante de
sur de los Estates quien, desesperado y fuera de sí, decide terminar
con su angustia vital, la de su mujer y la de sus hijos a disparo de
escopeta. Cómo olvidar ese memorable final...
“There's seven people dead
On a south Dakota farm
There's seven people dead
On a south Dakota farm
Somewhere in the distance
There's seven new people born.”
Pues
bien, la mítica balada de Hollis Brown -incluida en el álbum “The
Times They Are A-Changin'” del maestro Dylan- parece haber servido
de inspiración a cinco tipos de NYC liderados por un tal Mike
Montali. Al menos eso es lo que se deduce del nombre que han escogido
para darse a conocer a través del mundo. Hollis Brown, una banda de
rock que, tras unos primeros escarceos cercanos al garage
neoyorquino, se embarcó rumbo a Nashville para capturar su actual
sonido. Mucho más coherente con su elección nominal, todo sea
dicho.
Lo
cierto es que de aquel viaje/viraje surge el actual sonido de Hollis
Brown. Una suerte de rock sureño un tanto suavizado, recogiendo
notas del blues tradicional de los Apalaches, pero sin prescindir de
las melodías pop. Un rock con marcado acento clásico que suena
mucho mejor en directo que enlatado, como dejaron patente en el
concierto ofrecido el pasado jueves noche en la sala El Loco. Y es
que, por lo que a mí respecta, las canciones incluidas en este “3
Shots” presentado a comienzos del verano, tercer álbum en su aún
corta trayectoria descontando el disco de versiones de la Velvet, es
un paso atrás respecto a “Ride on the Train” de 2013. Vamos, que
desde la primera audición tuve la sensación de que gran parte de
aquellas promesas de futuro se habían desvanecido. Por supuesto que
las comparaciones con Deer Tick y/o Diamond Rugs -John McCauley por
partida doble-, llegan a resultar hasta ofensivas. Y la de Dylan mejor
ni comentarla. Pero es que en la música, como pasa con los NBA, hay
que utilizar el comparativo con sumo cuidado. Sino después pasa lo
que pasa... Que la lista de olvidables rebosa tanto de
nuevos Dylan como de nuevos Jordan.
En
fin, a lo que iba, oseasé el conciertillo. Estuvo bien, así que me
parece de justicia dejar eso claro. Y todo a pesar de que gran parte
del setlist exhibido no me interesa lo más mínimo. Tampoco tengo
nada que oponer a la entrega del quinteto esa noche. También tienen en su haber el conseguir crear cierto ambiente rockero en la sala, en confluencia
con un público que, en demasiadas ocasiones y ante bandas de mayor
envergadura, no ha sido capaz de sentir ni de padecer. Me viene a la
cabeza el conciertazo ofrecido por Howlin' Rain hace ya cinco años
en ese mismo recinto. El caso es que, pasando por alto todo eso, lo
pasé bien. Por momentos hasta muy bien. Especialmente cuando sonaron
“Rain Dance”, “Ride on the Train”, “Sandy” y las
versiones de la Velvet Underground y Roy Orbison. En menor medida,
también con “3 Shots” y “Mi amor”, canciones que en el disco
me parecen discretitas, tirando a truño.
No, si
al final me ha quedado una crítica apañada y moderadamente
loatoria. ¡Fíjate tú! Y está bien que así sea. ¡Larga vida al rock'n'roll!
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