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Para que os hagáis una idea de a lo que juegan los payos, tocaron sobre veinte canciones en menos de una hora. Así del tirón y sin parar más que unos segundos en lo que, supongo, fue su particular homenaje al paripé de los bises. ¡Ahí es ná! Y es que la fórmula es similar a la de aquella primera ola punkarra que despatarrara la escena musical en plenos setenta. Descerrajar un corte tras otro cual francotirador en el sitio de Alepo. Con todo, las influencias no se agotan con las ya mencionadas. Amén de las cadencias ramonianas de gran parte de los temas incluidos en el setlist y esa pose a lo Johnny Rotten que se gasta el vocalista, hay algo más que nos remite a los Undertones pero también, porqué no, a aquellos primeros Strokes. A los buenos, ya sabéis a lo que me refiero.
Así pues, todo muy guay. Un show desenfadado, energizante, buenrollero y algo guarrete pero sin abusar, que me hizo caer en mi particular bucle melancólico. Y es que cómo no añorar aquellos tiempos en los que uno podía darlo todo sin tener que arrepentirse durante el resto de la semana. Juventud divino tesoro maifrén. Aún así, larga vida a los Cyanide Pills, ¡coño! No a los teloneros. Que eran más malos que el capitán del Costa Concordia.
Anda que me avisas macarroni!! Lo que has colgado esta mañana en el tendero, tan chulo como para hincarle el diente y guiñar cual Lima tropical. Chulo, chulo de verdad!!
ResponderEliminarJEJEJE.. I'm sorry. De hecho tocaban al día siguiente en Barna. La próxima vez. Aún no son muy famosos y supongo que hay esperanza.
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