La verdad
es que en esta trama distópica en la que andamos enfrascados y en la que aquello
de la suspensión de la incredulidad funciona regular, estamos pasando por alto
un sinfín de cosas importantes. Quizás porque nos cuesta concebir que todo es real
como la vida misma, porque es justamente eso, la vida misma. Pero su apariencia
–y que me perdonen los expertos- no podría ser más peliculera. Y no de una peli
buena precisamente. ¿Os acordáis de aquellos tiempos en los que nos reíamos de
los chinos? ¡Qué’sageraos con el coronavirus mondié! ¡Si es una puta gripe mal curá! En fin… Penitenziagite.
Hablando
de recordar, ahora me viene a la cabeza el último disco de Throbbing Gristle
que me agencié. Y está hilado con lo anterior, no os asustéis. No hace tanto
de la compra. Fue en una efímera tienda de vinilos que abrió en un barrio pijo
del Cap i Casal. Una reedición de un
álbum mítico que ya tenía en otro formato, pero me apeteció llevarme tras una distendida
charla con el vendedor. También me acuerdo que, años antes, un fenómeno con
aspiraciones a gurú musical pretendió colarme la misma edición como si de un original
se tratara. El conato de agresión se produjo en un chiringuito que estaba –o está-
en una céntrica calle de Barcelona en la que hay –o había- otros espacios del mismo
palo. La verdad es que la anécdota da para otra entrada.
El caso
es que, en estos días de desasosiego e infección, en los que hemos pasado de
creernos a pies juntillas al Dr. Simón a cagarnos en sus muertos, uno de estos últimos
–aunque no por coronavirus- ha sido el señor/señora Genesis P. Orridge. Y está
bien recordarlo aquí. Vaya, que sería bastante injusto pasar por alto tamaña
pérdida. Al menos en un espacio con ínfulas culturales. Porque este andrógino
personaje, miembro fundador y líder espiritual de los mencionados Throbbing
Gristle, es una de las cosas más chulas que le ha pasado al mundo del arte –sí,
del arte- y no solo de la música. Un tipo controvertido y problemático que
acaba de pasar a mejor vida, según parece, tras una larga lucha contra la
leucemia.
El asunto
y a eso es a lo que iba, es que Genesis la ha palmao y esto también parece ficción. Porque creía que era un personaje
inmortal, como los vampiros estilizados de las sagas creadas por Anne Rice. O como Jordi Hurtado. Con
esta muerte, junto a la de gente como Mark E. Smith hace un par de años, se nos
están yendo casi todos los referentes del underground
sin que se atisbe mucho más en el horizonte. Y no consta que nadie
esté postulando a las vacantes, lo que más que una realidad es un puto drama.
No os voy
a engañar, a los Gristle llegué tarde y mal, como a tantas otras cosas en esta
vida. Es más, hay discos de la banda británica que apenas si he escuchado. Respecto
a sus míticas performances, repletas
de sexo, defecaciones, mutilaciones y demás cuestiones contrarias a la moral y
al sistema de valores tradicional, tan solo he leído cosas. Bueno, algún vídeo
he visto. Teniendo en cuenta que Genesis, Chris Carter, Cosey Fanni Tutti
y “Sleazy” Christopherson configuraron esto como un proyecto escénico
artístico, por encima de la cuestión musical, pues ya me contaréis…
Con todo,
aunque sea a la distancia y a través de un altavoz, me lo he pasado de puta
madre con su mierda desquiciada. Sobre todo los primeros discos, con los que
si me he dado el tiempo… Esos sonidos atonales, esquizoides y provocadores... Y especialmente “20 Jazz Funk Greats” de 1979, su ópus magnum, que es el álbum
del que os hablaba un poco más arriba. Aquel en el que mejor se plasma el
espíritu dadaísta de una banda que no admite comparaciones. Un trabajo que no
incluye nada de jazz, ni de funk y mucho menos cualquier atisbo de éxito. Ni
siquiera las veinte canciones que promete. Con esa portada que parece la de un
grupo de música facilona, con los cuatro miembros de la banda acicalados para la ocasión, posando
frente a un bonito paisaje. En algún momento supe que aquello que se ve al
fondo es una playa de Sussex que causa furor entre los suicidas. Así pues el
envoltorio supone la primera provocación de un trabajo de “terrorismo sonoro” (tal cual lo definió el mítico Jon Savage), que sentaría las bases de la
electrónica experimental en años venideros.
Throbbing
Gristle se separarían poco tiempo después de publicar este disco. El fallecido
Genesis P. Orridge (Q.E.P.D.) fundaría los no menos míticos Psychic TV e
iniciaría un proceso de transformación corporal en aras a parecerse cada vez
más a su esposa. Y más allá de lo brutal del proyecto personal, en lo meramente musical la cosa ya me interesa menos. Que también puede ser que no lo haya oído lo suficiente… Es verdad que es en esta etapa cuando se produjo la recordada
actuación en el programa de la Chamorro. Pero yo era un niño, xé. Sorry.
Y este es
mi humilde homenaje a Genesis P. Orridge y a los Throbbing Gristle…
Bueno, esto también…
Bueno, esto también…
¿A que chana la camisa? |
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Que por
cierto “Throbbing Gristle” vendría a significar erección, en jerga de Yorkshire. Y en España, quien homenajeara con más éxito a la acción de erguir o erigir el pene,
con agrandamiento y estado firme, sería el hijo del Fary -En el mundillo de la música, que os veo venir-. Creo que con eso está todo
dicho.
(Os dejo el vídeo enlazado, pero no os hagáis daño… Lo digo en serio).
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