miércoles, 31 de julio de 2013

El T.M.C. Run

Hoy toca escribir sobre baloncesto, mi deporte favorito de siempre y del que hablo bien poco a excepción de aquellas ocasiones en las que se entremezclan tedio, birra y Voro (y/o Kaixeta). Aunque bueno, más que de basket, el asunto a tratar por esta entrada tiene que ver con el mundo del pseudo-basket o sea, la puta NBA. Si amigos, lastimosamente vais a tener que dedicarle unos minutos a esa falsa competición repleta de gorilas hormonados que no pasarían el antidoping ni diez años después de morir y en la que importa muchísimo más el aspecto comercial que el competitivo. Pero bueno, hubo un tiempo en que no era tal que así, o al menos eso es lo que algunos creíamos.

El caso es que ayer, tras un interesante cruce de comentarios feisbuqueros con el compadre Txarls, salieron a la palestra los Golden State Warriors y el mítico T.M.C. Run. “¿Y ezo que ej?”, se preguntarán los más jóvenes del lugar. Pues ni más ni menos que una de las cosas más maravillosas que jamás le hayan ocurrido al deporte de la canasta. Y como todo lo bueno, pues fue breve -que coño breve, ¡brevíiiiiiiisimo! Vamos, que se redujo a dos temporadas regulares. Justo el tiempo en el que coincidieron en el seno del equipo de la bahía de San Francisco Mr. Tim Hardaway, el Sr. Mitch Richmond y Monsieur Chris Mullin. Todo comenzó con el draft del año 89, con la elección de Hardaway en el puesto 14 de la primera ronda por parte de los Warriors. Allí se encontró con Richmond, que había llegado al equipo la temporada anterior, y con “el mal peinado” de Chris Mullin, alma mater de la franquicia. Entrenados por Don Nelson, esos Warriors practicaban un baloncesto rápido y espectacular que fue bautizado como el run & gun, agradecido estilo de juego que convirtió al T.M.C. Run en el trío más anotador de la liga. Gracias a eso la popularidad del T.M.C. Run -T por Tim, M por Mitch y C por Chris, en la onda Run D.M.C.- fue mayúscula, consiguiendo que algunos nos aficionáramos de verdad a la NBA. Pero como he dicho antes, lo bueno siempre se termina pronto. En esta caso en 1991 cuando los Warriors, en una de esos trapicheos extraños tan habituales en el deporte profesional norteamericano, enviaron a Mitch Richmond y a Les Jepsen a los Kings a cambio del novato Billy Owens. Cagada mayúscula. Error histórico. Y es que con ello se deshizo por siempre jamás ese mágico e irrepetible trío de jugones que tantas noches en vela me hizo pasar. 

Reconozco que con esa decisión algo murió dentro de mí. Y desde luego la relación con esa pseudo-competición deportiva, nunca volvería a ser la misma, por muchos Stephen Curry, Klay Thompson o David Lee que asomen la cabecita. Con todo y con eso, aún hoy día, cuando me da por tragarme algún partido de la NBA, con sus saltimbanquis, sus farsantes, sus fantasmones y con el balones a Will como modus vivendi de todas y cada una de las franquicias, sigo apoyando a los Warriors. Así que, 'enga!!! Go Warriors, go!

martes, 30 de julio de 2013

"El regreso", de Alistair Macleod

Como no podía ser de otra forma, la contraportada de este libro se acoge a las habituales exageraciones fruto de la mente mercantilizada de un editor ávido de ganancias en forma de libros vendidos [“Estos pausados y maravillosos cuentos -vibrantes y audaces-, aparentemente simples, pero de una extraordinaria destreza y precisión son, sin duda, pequeñas obras maestras.”] Pues bien, en esta ocasión y a diferencia de otra muchas, la aparente exageración no es tal. Y sí, ya sé que es bastante común que la prosa de este humilde bloguero tienda al barroquismo, recurriendo a adjetivos tales como “maravilloso”, “fantabuloso”, “mágico”, “prodigioso”, “soberbio”, “excelente”, “hechizante”... en fin, ya sabéis. Pero creedme si os digo que en lo que respecta a esta novela no solo son adecuados, sino que se antojan insuficientes. Así que buscad el libro, comprarlo, leedlo, disfrutadlo y después regalárselo a alguien. Os haréis un gran favor y le haréis un gran favor.

Porque “El regreso” es una obra magna. Una portentosa recopilación de relatos al cargo de Alistair Macleod, veterano escritor canadiense de quien aún no me había leído nada. Entre otras cosas porque nadie, llámese persona blog periódico o web, me lo había presentado y tan solo recuerdo una mínima reseña en las páginas del Babelia que, si bien captó mi atención, no fue tanto como para perder el culo buscando la obra de este buen hombre. Ahora sé que “todo admirador de relatos cortos deseará leer y conservar este volumen” (Joyce Carol Oates dixit). Amén sista'.

Los siete cuentos incluidos en este volumen (a cada cual más bonito, más impactante, más desgarrador, más enorme...) tienen en común una serie de cosas. La primera de ellas la localización geográfica. Se desarrollan física y mentalmente en la “Isla” de Macleod, que no es otro sitio que el Cabo Bretón, en Nueva Escocia, costa canadiense. Además en todos ellos uno de los temas que se explora, o más bien el TEMA (así, con mayúsculas) del cual se nos habla es el del vínculo al terruño, a las gentes, a lo que uno es y por lo que uno es, pero sin eludir el reverso tenebroso de esa gran verdad, los abismos insalvables que de ese mismo vínculo se derivan y como eso marca la relación entre padres, hijos y hermanos. Se trata de historias de mineros y pescadores, de sus mujeres y sus vástagos, de sus vidas marcadas por los recuerdos y los mitos que se trajeron desde el viejo continente. El narrador suele ser un joven que, repleto de anhelos y aspiraciones, huye desde su pueblo a la ciudad para después ver desde fuera a sus viejos, a los adultos que allí se quedaron como rocas empeñadas en resistir todo tipo de embates. Todo eso siendo conscientes de que algún día ellos también serán adultos y acabarán inexorablemente transformados en una de esas inquebrantables rocas que pueblan la costa de Nueva Escocia. Como ya intuiréis existe un poso de tristeza en cada uno de los relatos. Pero una tristeza bella, una tristeza que es bonita de contemplar, que engancha como lo hace la vida, esa batalla perdida de antemano.

Como os he dicho anteriormente todos los relatos son magníficos, impecables desde el primero al último, si bien los mejores, al menos para mí, son los dos últimos que se titulan “El pesquero” y “El camino a Punta Rankin”. El primero nos habla de los recuerdos de infancia y juventud de un joven profesor, presentándonos a su estricta madre y a su soñador padre, propietario de un barco que era el sustento de la economía familiar. El segundo, “El camino a Punta Rankin”, es la historia de alguien que vuelve sobre sus pasos para cerrar el círculo de la vida. Una fantástica manera de cerrar esta colección de relatos melancólicos, tristes, elegantes, sobrecogedores, preciosos e imprescindibles.

miércoles, 24 de julio de 2013

Limónov, genio y figura (hasta la sepultura)

Fantástica biografía de este enfant terrible de las letras y la política rusa la que ha escrito Emmanuel Carrère -extraño a la par que poderoso cronista y guionista y realizador...-. Un tipo al que debemos esa maravillosa bizarrada titulada “La moustache” (2005) -de la que algún día os hablaré- y que también participa de una de las series más interesantes que nos ofrece el actual panorama televisivo -y de la que ya os hablé aquí mismo-.

Conocer a un nuevo autor a través de su vida, en lugar de su obra, no es la mejor forma. También es cierto que una buena biografía puede ser la puerta de entrada al universo del artista. Ese ha sido mi caso respecto a este Eduard/Eddie/Edichka Limónov -“bautizado” como Eduard Veniaminovich Savenko-. Un escritor, político, aventurero y vividor ruso, fundador y líder del ilegalizado Partido Nacional Bolchevique (los nazbol), de quien espero agenciarme en breve alguna de sus obras. Un tipo desmesurado, estrafalario e histriónico cuya biografía real parece una obra de ficción, la invención de un autor brillante e imaginativo como Carrère. Pero no. Lo que se cuenta en “Limónov” es real. La peripecia vital casi inverosímil de este personaje, lo cual también le da a Carrère para trazar el retrato de la caída de la URSS y el advenimiento de esta nueva Rusia manejada con puño de hierro por Vladimir Vladimirovich y todos sus hijos de Putin.

Eduard y Elena, ¿su gran amor?
El caso es que Edichka fue un poeta y un pendenciero en su juventud. Nacido cerca de Nizhny Nóvgorod en el seno de una familia militar de baja graduación que prontamente hubo de emigrar hasta un suburbio de Járkov. Allí, tras coquetear con la delincuencia de baja estofa, acabaría relacionándose con la disidencia y el artisteo de segundo nivel. Adquiriendo cierta fama como poeta underground primero en Ucrania y más tarde en Moscú. Al final se vería obligado a exiliarse a los EEUU, en donde malvivió como vagabundo, se prostituyó, fue mayordomo de un millonario y escribió un par de novelas autobiográficas. Siguió haciéndolo cuando se marchó a París y allí alcanzó cierta notoriedad con la aparición de una escandalosa novela sobre sus andanzas por el lado salvaje titulada “Al poeta ruso le gustan los negrazos”. Aprovechó su paso por Francia para relacionarse con los círculos literarios franceses, incluyendo a personajes de dudosa catadura moral como Jean-Edern Hallier o Jean Marie Le Pen. No sabemos muy bien ni como ni porqué, pero de allí saltó hasta los Balcanes en donde abrazó con fervor la causa serbia. De hecho colaboró activamente en el cerco al que los chetniks sometieron a la ciudad de Sarajevo. Tras la caída de la URSS regresó hasta su país, o mejor dicho a esa Rusia post-comunista que no era capaz de reconocer. Allí se dedicará principalmente a la política, fundando un partido que fue prohibido y una revista subversiva titulada “Limonka”. Se introdujo en el mundo de la meditación en Kazajstán y, finalmente acabó en la cárcel por tentativa de golpe de estado. Siguió escribiendo libros, alcanzó el nirvana y al salir se convirtió en opositor a Putin. Entre medias se cogió unas cuantas curdas, puso a parir a todo bicho viviente, se enamoró dos o tres veces, se casó otras tantas y folló todo lo que pudo y más.

Bandera del Partido Nacional
Bolchevique
Y estas son grosso modo las aventuras y desventuras de Eduard Limónov. Un tipo fascinante y detestable por partes iguales, mitad héroe romántico y mitad majadero, tan contradictorio y desconcertante que se convierte por derecho propio en carne de novela y en el protagonista de esta espléndida narración galardonada con un montón de premios en Francia.

Sueño con una insurrección violenta. Nunca seré un Nabokov, no correré nunca detrás de las mariposas por las praderas suizas, con piernas anglófonas y velludas. Que me den un millón y compraré armas y provocaré una sublevación en cualquier país”  
-Diario de un fracasado-

martes, 23 de julio de 2013

Incubus - The Warmth

Hubo un tiempo en el que estos tíos lo hacían bien y hasta muy bien. Eso era cuando Brandon Boyd y sus adláteres andaban menos preocupados en bajar bragas que en hacer música. En fin, tampoco les reprocho nada, la vida viene a ser una cuestión de elecciones y prioridades y de estas puede haber tantas como culos en el mundo.

Aprovechando el tirón que a principios de los 90 tenía aquella cosa etiquetada como nu-metal (o chandal metal, que mola más), capitaneada por gentes como Korn o los Deftones, Incubus mostraron sus credenciales y prontamente se hicieron con un lugar significado dentro de la escena. Gran parte de la culpa la tuvo el apoyo prestado por Jonathan Davis, vocalista de Korn, quien tras escuchar su maqueta de presentación decidió invitarles para que actuaran como teloneros en la gira europea que Korn estaban a puntito de comenzar. Y de ahí al estrellato... Primero lanzando un buen álbum como “S.C.I.E.N.C.E.” y después pariendo su obra cumbre hasta el momento, el “Make yourself”, publicado a finales del año 99. 

¡Y eso es lo más grande que han hecho Incubus en una trayectoria que dura ya más de 20 años! Diez de los cuales no han servido para nada. Y es que tras el glorioso periplo 1999 – 2001 hasta el día de hoy, la obra del quinteto de Calabasas (CA) se ha convertido en un páramo de desolación para todos aquellos que, como un servidor, alguna vez disfrutamos de su ecléctica propuesta musical. Eso sí, a las titis les pone mogollón ese Brandon moreno y guapetón que tanto aparece en los programas de la Mtv. ¡Que pena maifrén!

Pero siempre nos quedará la buena música, que la hubo. Especialmente dentro del mencionado “Make yourself”, un gran disco repleto de enormes canciones. Y destacando entre todas ellas esta preciosidad llamada “The Warmth” (que, por cierto, tiene un título apropiadísimo para la que nos está cayendo en esta semanita infernal).


I'd like to close my eyes, go numb
but there's a cold wind coming from
the top of the highest high-rise today.

It's not a breeze 'cause it blows hard.

Yes and it wants me to discard the humanity I know,

watch the warmth blow away.


So don't let the world bring you down.

Not everyone here is that fucked up and cold.

Remember why you came and while you're alive

experience the warmth before you grow old.



So do you think I should adhere to that pressing new frontier?

And leave in my wake a trail of fear?
Or should I hold my head up high
and throw a wrench in spokes by
leaving the air behind me clear?

So don't let the world bring you down.
Not everyone here is that fucked up and cold.
Remember why you came and while you're alive
experience the warmth before you go.

So don't let the world bring you down.
Not everyone here is that fucked up and cold.
Remember why you came and while you're alive
experience the warmth before you grow old.

Before you grow old.
Where did it go? (x4) 

sábado, 20 de julio de 2013

El cantante de gospel, de Harry Crews

Harry Crews es un mito, un escritor de culto, quizás -aunque tan solo quizás- el más maldito de todos los autores de culto de las letras norteamericanas  Sin embargo no encontrareis mención suya ni en las grandes enciclopedias, ni en la Historia Universal de la literatura, ni en los textos de los principales eruditos. Es más, es bastante posible que ni siquiera lo encontréis en la librería de vuestro barrio y mucho menos en la biblioteca municipal, más que nada porque, hasta el momento, solo un par de sus obras han sido traducidas al castellano. Da lo mismo. Chuck Palahniuk, Irvine Welsh, Donald Ray Pollock o más cerca de (casi) todos nosotros Kiko Amat, no pueden estar equivocados. El señor Crews es Dios, ¡el fuckin' master! 

Nacido en ese sur rural que tan extraño, violento y paleto nos resulta a los que vivimos atravesando el océano, su historia comienza un 7 de junio de 1935 al final de un camino de tierra en el condado de Bacon, Georgia. Hijo de granjeros pobres incapaces de alimentar a su prole, su infancia y la de sus hermanos estuvo marcada por las carencias, el infortunio y la miseria. Su padre murió de un ataque al corazón cuando tan solo tenía veintiún meses. Su madre volvió a casarse con un borracho violento y maltratador. El propio Crews describe la frágil situación familiar que le tocó padecer de la siguiente forma: “El mundo que circunscribía a la gente de la que yo procedía contaba con tan poco margen de error, tan poco margen para la mala suerte, que cuando algo iba mal, casi siempre ocurría algo que empeoraba la cosa aún más. Era un mundo en el que la supervivencia dependía de un crudo valor, un coraje que nacía de la desesperación y mantenido por la ausencia de alternativas”. Crews padeció dos importantes reveses físicos siendo aún un niño. A los cinco años le acometió una extraña fiebre que le obligó a guardar cama durante más de seis meses. Un año después y en el curso de un juego infantil llamado “El Látigo”, Crews fue arrojado -suponemos que accidentalmente- a una caldera de hierro colado que se utilizaba para escaldar cerdos. Con quemaduras que le cubrían más de dos terceras partes del cuerpo sobrevivió de puro milagro. Así lo recuerda el autor: “Entonces sentí unas manos encima que me quitaban la ropa y el dolor dio paso a algo que no se puede expresar con palabras, o al menos que yo no puedo expresar con palabras. Yo no tengo forma de hablar de ello porque cuando me quitaron la camisa mi espalda se fue con ella. Al bajarme el peto, se deslizó también mi piel cocida y brillante”.
En 1953 Crews se alistó en los marines y allí fue donde comenzó a leer seriamente. El motivo, huir. Bueno, eso y que "como éramos buenos chicos sureños e ignorantes, hicimos lo que suele hacer la buena gente sureña e ignorante: nos alistamos tan rápido como pudimos, pues estábamos ansiosos de verter nuestra sangre al estilo bueno, sureño e ignorante". Al licenciarse se matriculó en la Universidad de Florida, con la intención de convertirse en escritor: "No porque pensara que alguien pudiera enseñarme allí a escribir ficción, sino porque pensé que alguien podría enseñarme allí a ganarme la vida mientras yo me enseñaba a mí mismo a escribir ficción." 
"Sin embargo, tras dos años ahogándome y agonizando entre la Verdad y la Belleza, dejé la Universidad por una moto Triumph. Me dirigí al oeste en una clara mañana de primavera con siete dólares y cincuenta y cinco centavos en el bolsillo y durante el año siguiente estuve en la cárcel de Glenrock, Wyoming; un indio blackfoot al que le faltaba una pierna me dio una paliza en una pelea justa en una reserva de Montana; fregué platos en Reno, Nevada; recolecté tomates en las afueras de San Francisco; un hombre que se creía Cristo me expulsó el demonio que llevaba dentro en un albergue el YMCA de Colorado Springs y en Chihuahua, México, me hice amigo de un piloto aéreo mexicano obsesionado con las alforjas de motocicleta. Volví a la Universidad de Florida, purificado y santificado, dispuesto a absorber todo lo que quedara de Verdad y Belleza. 
Después de eso, el tipo se casó y se separó dos veces (¡de la misma mujer!), tuvo dos hijos (uno de los cuales murió ahogado), dio clases de inglés en un instituto, practicó karate, publicó varios relatos en revistas, le partieron la nariz por varios puntos, se emborrachó y dio taburetazos en unos cuantos bares, impartió algún que otro taller de literatura, se aficionó a la cetrería, escribió una veintena de novelas y, como mágica culminación a toda una vida, se tatuó en el cuerpo un verso de E.E. Cummings (How do you like your blue eyed boy, Mr.Death?).
El 28 de marzo de 2012 Harry Crews falleció en su casa de Florida. Tenía 76 años, que valen por dos (¡o por diez!) vista su odisea vital.    

La primera de sus novelas es del año 1968 y se titula “El cantante de gospel”. Me la acabo de leer. Y es que como mandan los cánones, siempre se debe empezar por el comienzo, ¿no? Pues eso. El libro, que no me ha parecido maravilloso pero si bastante interesante, viene a ser una suerte de gótico americano en el cual se nos presenta a toda una galería de gente estropeada que vive, o más bien malvive, en algún agujero ponzoñoso de la América rural. La historia está protagonizada por un afamado cantante de voz angelical que después de mucho tiempo regresa a su pueblo natal, Enigma. Un poblacho de mala muerte en el que, como os imaginaréis, abunda la white trash, el alcoholismo, la violencia, el beaterio y el racismo. Aunque por encima de todo el ciudadano medio de Enigma está afectado por el mal de la ignorancia. De ahí que idolatren a su ilustre vecino de un modo absurdo e insano, atribuyéndole unos poderes curativos que, evidentemente, no posee. Y él, que es un prenda de cuidao pero en el fondo no es tan mal tipo, se atormenta por ello. Aún así no ceja en la dramatización de su farsa (que ni empieza ni acaba con lo de sus supuestos poderes), evitando que la verdad salga a la luz. Al menos hasta que ponga los pies en polvorosa.

Como comenta Kiko Amat en el prólogo, “El cantante de gospel” es “un libro sobre gente fracturada intentando recuperar su orgullo, hombres y mujeres incompletos, quebrados, rebelándose contra el destino y la mala fortuna. Los feos, abandonados, extraviados, deformes del mundo: sus anhelos y dolores, sus culpas y sus venganzas, su deseo de escapar de esa mala pata. Ese es el gran tema Crews, ni más ni menos. Gente haciéndolo lo mejor que pueden con el material que les ha tocado en suerte. Sin moralina ni regañinas éticas (aunque sus libros están llenos de moralidad; una moralidad superior)”.

Y eso es lo que hay. 

miércoles, 17 de julio de 2013

El desamor, un culebrón veraniego

desamor. (R.A.E.) 
1. m. Falta de amor o amistad. 
2. m. Falta del sentimiento y afecto que inspiran por lo general ciertas cosas. 
3. m. Enemistad, aborrecimiento.
Vilanova - Pep amorsote, me dejaste tirado cuando estaba malitoooo...
Guardiola -Eso no es verdá mi amol, yo estuve ahí cuando te hiso falta, a pesar de que me miraste remaaaal...
Vilanova -Pero Pep, cariño, si es que soy biscoooo....
Guardiola -Y ensima me la pegaste con ese desgrasiado de Rosell... ¡maldito!
Vilanova – Pep, por favor, eso ya fue aclarado, ¿no?
Guardiola – Sí y no. No termina de convenserme Tito.
Vilanova – Mi amol, mi amorsote, mi eterno amol, tantas vueltas... éramos felises... ¡seamos felises!
Guardiola – Otra ves con esa obsesión. Me dañaste mucho. Y me miraste remaaaaal...
Vilanova – Ah! Claro. ¿Y por eso me engañaste con Thiaguinho? ¡Marginal!
Guardiola – Amol, estás muerto de selo, has perdido el juisio, ¡tranquilísate! No inventes cosas...
Vilanova – ¿Que no invente? ¿Sabes, Pep? Es duro sentirse huérfano. Yo nesesitaba tus besos, acarisiarte y apretarte contra mi pecho, pero tú me lastimaste en lo más profundo... porque eres un ser vil, un desagradesido, un desgrasiado...
Guardiola – Eres cruel. Te he dado todo lo que tengo. Te he acompañado en los momentos difísiles. Conoses muy bien cuanto te amo...
Vilanova – ¿Por eso me dejaste solo cuando más te nesesitaba y ahora te vas con esa arpía hispano-brasileira, vampiresa, pintarrajeada?
Guardiola - ¡Tito! ¡Basta, basta! Maldito y cruel muchacho. Nunca ha habido nadie más que tú...
Vilanova – ¡Cállate traidor! Fuiste testigo de aquel eterno juramento ante la tumba de mis padres, entre llantos, dolor y desconsuelo, abrasándome me prometiste... ¡maldito ¡amargado!
Guardiola - ¡¡¡Maldito lisiado!!!
Vilanova - ¡Es la última ves que me vas a escuchar! ¡¡¡Escucha bien mi amoooool!!!! Aunque tenga que partir a tierras lejanas, ¡humillado, indignado y fracasado! a desparramar mis penas y dolor por donde sea que vaya, ¡¡¡éscuchame!!! Te seguiré queriendo en lo más profundo de mi ser... ¡Y nadie te querrá como yo te quise!  ¡¡¡Ahora muere, perro traidor!!!

[Se escucha un disparo y luego otro. Aparece en escena Sandro y lanza un grito de horror. Tanto Guardiola como Vilanova yacen a sus pies. Fin de la escena]

¿Era necesario?

...y mientras tanto en el planeta Intereconomía: ¡los bloody bollocks de Jaime Ostos!

Y no, no es Bárcenas, aunque le da un aire.

martes, 16 de julio de 2013

Un tipo sheeerio

Mariano Rajoy Brey, esa nadería gallega que fuma puros y lee el Marca, dice que España es una democracia seria. Y lo hace contestando a una pregunta pactada con los palmeros del ABC, para lo cual necesitó tirar de apuntes -¡que tiene cojones la cosa!-. Mientras tanto, a la misma hora aunque a unos miles de kilómetros de distancia, el ex-Tesorero del PP abría en canal las tripas de su partido implicando directamente a Rajoy o a su lugarteniente María Dolores de Cospedal, quien ya se ha hecho adicta al Botox para evitar que se le caiga la cara de vergüenza.

Pero sí Mariano, España es una democracia seria. Tan seria que en lugar de ponerte a dar explicaciones, porque un Presidente del Gobierno no tiene que estar siempre dando explicaciones en aras a la estabilidad (wtf!?), encargas a las oficinas de la 13 Rue del Percebe que salgan por ti el "Luisma" Floriano y González "(Llamps i) Trons" para que suelten paridas a ver si despistan al personal. Lo dicho, un país tremendamente serio. Y de su Presidente, pa' que hablar...  

Y en esas anda metido don Mariano y sus huestes, dándole brillo a la tan cacareada #marcaespaña. Porque la verdadera marca España es Rajoy, ese "líder anulado" de quien hablan mal hasta en The New York Times y The Economist.

En fin compadre, que ha perdido usted 24 maravillosas horas para dimitir.
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PD. Dear Mariano Rajoy,

domingo, 14 de julio de 2013

Telegrama concierteril

The Delta Saints, Sala el Loco, 12/06/13.
De Nashville, Tennessee. La ciudad de Hank Williams III, Johnny Cash y Bettie Page. Sí, también la de Billy Ray Cyrus (wtf!?).
Segunda visita a España en poco más de un año. Nuevo disco bajo el brazo: “Death Letter Jubilee”. 13 cortes. Un cañón. Fuentes clásicas, raíces sureñas, boogie soul, funk, blues rock, swamp rock...
Puesta en escena contundente. Buenos músicos. Muy jóvenes. Muy enérgicos. Potentes riffs de guitarra. Progresiones. Voz ruda y pantanosa. Referencias bíblicas en letras y títulos de canciones. Ecos a Screemin' Cheetah Wheelies, Kenny Wayne Shepherd, Deadstring Brothers y Blues Traveller. Algo de los Black Crowes.
Comienzan por “Liar”, la mejor del disco. Pasan por “Devil's Creek”, “Death Letter Jubilee”, “Voodoo Walk”, “Cigarrette” o “Pray On”. Cierran con “A Bird Called Angola”, la mejor del repertorio. Catarsis colectiva.
Mañana más.

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