“Si confiamos en lo que dice Hemingway, la pobreza es una escuela insustituible para el escritor. La pobreza hace perspicaz al hombre. Y cosas así.
Es curioso que Hemingway se diera cuenta de todo esto solo cuando se hizo rico...”
Parece
ser que cuando un ciudadano soviético podía abandonar la URSS, tenía derecho
a llevarse consigo tres maletas. A Sergei Dovlátov le bastó con
una. Y eso que al principio montó en colera, ya que tres no le
parecían suficiente para meter en ellas sus pertenencias.
Unos
años después, ya en pleno exilio norteamericano, Dovlátov nos
muestra el contenido de aquella maleta de emigrante. Y no solo eso, sino que nos explica la
historia que hay detrás de cada una de las cosas que introdujo en
ella: siete historias diferentes e independientes que al juntarse componen la historia de nuestro protagonista.
El
bueno de Sergei empaquetó unos calcetines finlandeses de crespón,
que formaban parte de un pack mucho más amplio, como reminiscencia de un
efímero paso por el mundo del contrabando; También unos botines de
alto nivel destinados a la exportación, robados al mismísimo
alcalde de Leningrado y es que, en una vida anterior, Dovlátov
ejerció como escultor de piezas conmemorativas, y es cosa sabida que a los alcaldes -más aún en los regímenes dictatoriales- les pirra acudir a conmemoraciones, inauguraciones y este tipo de eventos cara la galería; Y un buen traje
cruzado apto para acudir a la ópera o a un entierro, recuerdo de una
obligada y puntual colaboración con el KGB; O un cinturón militar de cuero con una enorme hebilla
con la que un borracho le abrió la cabeza, evocación a un pasado de
frío, alcohol y locura, trabajando como celador en alguna apartada
república soviética; Y la chaqueta de Ferdinand Léger, el pintor, regalo de una amiga de la familia con
conexiones entre el artisteo parisino; O la camisa de popelín que le
regaló su esposa a punto de exiliarse a Israel; También el gorro de
invierno de piel de nutria obtenido tras una pelea a puñetazos; Finalmente unos guantes de chófer que formaban parte de un disfraz
de zar que le tocó ponerse cuando realizó sus pinitos en el mundo
del cine experimental.
“La
maleta” de Sergei Dovlátov” es un librito muy bien escrito, que
se lee francamente bien y que, por encima de todo, es divertidísimo.
Una lectura liviana muy recomendable para estos días de calor.
“Nikolái Konstantínovich Cherkásov era un magnífico artista, diputado del Soviet Supremo. Mi padre era un humilde trabajador del teatro, hijo de un nacionalista burgués.
El talento de Cherkásov cautivó a Peter Brook, Fellini y De Sica. El talento de mi padre lo ponían en duda hasta sus padres.A Cherkásov todo el país lo conocía como artista, diputado y luchador por la paz. A mi padre solo lo conocían los vecinos como un bebedor y neurótico.
Cherkásov tenía una dacha, un coche, un piso y la gloria. Mi padre solo tenía asma.”
(La chaqueta de Ferdinand Léger)
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