Nacido un día de San José de 1933 en Newark, EEUU, Philip
Roth es muy posiblemente el novelista vivo con mayor prestigio en el mundillo
literario. Y eso a pesar de que aún no
le han concedido el Premio Nobel. Si bien, cada vez que publica una nueva
novela, se convierte en un acontecimiento mundial.
Judío de origen polaco, siempre ha hecho gala de su
condición religiosa. Incluso a través de sus historias, trufadas de elementos
propios del judaísmo y la cultura hebraica. Una extensa obra que refleja
aspectos relacionados con su experiencia personal, tanto en las tramas como en
el diseño de personajes. Desde su etapa como profesor universitario, su
frustrado primer matrimonio o su paso fugaz por el ejército. Como muestra la
figura de Nathan Zuckerman, protagonista de varias de sus novelas y que es
reconocido como su alter ego en la ficción. Voy a centrarme aquí en
dos de sus mejores obras.
“Pastoral Americana” es para muchos, entre los que
me incluyo, la obra maestra de Philip Roth. Publicada en el año 1997, desde el
primer momento causó un enorme impacto. De hecho ese mismo año le sería
concedido el Premio Pulitzer. La novela narra la vida de un atleta, el
Sueco Levov, un triunfador nato tanto en el terreno personal como en los
negocios. Querido y admirado por toda la comunidad, su vida se irá al traste a
partir de una tragedia familiar. Y es que su hija adolescente será la
responsable de un acto terrorista. A raíz del acontecimiento, el autor nos va
descubriendo los complejos mecanismos que sustentan al clan Levov. Rascando
la apacible capa exterior para mostrar que no es oro todo lo que reluce. También
asistiremos al proceso de degradación de alguien que es incapaz de concebir y por
lo tanto de dar respuesta a un drama de tales dimensiones.
Publicada en el año 2006, “Elegía” es uno
de los últimos libros publicados por Roth. No confundir con la última película
de Isabel Coixet, “Elegy” (2008), que si bien está basada en una novela
del septuagenario escritor, no es esta sino “El animal moribundo”. Aquí la
historia comienza durante el entierro del personaje principal. A partir de ahí
recorreremos los hitos más significativos en la vida del fallecido, por boca de
él mismo. La gracia es como esos acontecimientos se articulan en torno a momentos
en los que se dio de frente con la propia muerte. “Elegía” parece una novela de despedida, apreciándose
la emoción distante de quien ve su final cerca. Sopesando las decisiones
tomadas pero sin censuras, sólo tratando de entender a lo que le han llevado.
Un drama cercano sobre alguien que fácilmente podríamos identificar con algún
personaje cercano.
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