miércoles, 28 de mayo de 2008

La guerra de los fogones


A ver, la cosa va de fogones en el sentido literal del término y esto lo digo por si algún suecá o cullerot entra por aquí y se desubica. Guerra de fogones como conflicto gastronómico vaya. El generado tras las polémicas declaraciones del cocinero Santi Santamaría. Y es que, como si se tratara de un penalti pitado en el transcurso de un Barça-Madrid, todo Cristo se ha posicionado en un bando… Que si el portero tocó la pelota primero… Que si el delantero ya venía tirándose desde antes de sentir el contacto… En fin, lo de siempre… Barça o Madrid, izquierdas o derechas, Cabanillas o Izquierdo y ahora Adriá o Santamaría. Lo de España toda la vida.

Con todo, a mí lo que más me llama la atención es que, según parece todos somos usuarios de eso que se viene a llamar, no sin emplear una buena dosis de soberbia, Alta Cocina. No sé vosotros… Para mí alta cocina es la fideuá que hace mi madre los domingos. Y no cuesta los 150 eurazos por ración que es el precio del menú degustación en Can Fabes, restaurante del polémico cocinero.

Pero vaya, que no me quiero desviar del tema. Parece que el amigo Santamaría achaca a sus compañeros de gremio el alejarse de los orígenes. Huyendo de los productos y las creaciones típicas del terruño y recurriendo a soluciones más propias de la a industria química. Visto así, no le falte razón. La reacción de los grandes de la cocina de vanguardia española y especialmente del entorno de Ferran Adriá, no se ha hecho esperar. Acusaciones de envidioso, díscolo o interesado, por coincidir este affaire con la edición de un libro suyo… Tampoco les falta razón a estos.

Al final yo no sé quién tiene la razón en esto y tampoco me importa demasiado. Más aún cuando jamás he pisado los restaurantes regentados por estos señores. Lo que sí veo es que, de un tiempo a esta parte, se produce un peligroso acercamiento de la cuestión culinaria al mundo de la farándula y el famoseo. Y eso me hace sospechar que, quizás, no hay tanta calidad detrás de lo que ofrecen. Lo importante no es el producto en sí sino que la plebe sepa de ellos. Que reconozca el nombre del cocinero, del restaurante y sepa de las rutilantes estrellas Michelin. Y que asociemos que a más estrellas mucho mejor. Y que si esto lo recomienda el de las estrellas, debe ser la polla. Va a resultar que lo de la Alta Cocina es otra milonga más que nos han vendido y muchos han comprado a mayor gloria de los cocineros estrella. Yo solo digo que mi tortilla de papas está más buena que la del Santi y el Ferran juntas y eso sí que es alta cocina. Eso y que me pueden comer el rabo los dos.

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